viernes, 16 de octubre de 2009

La generación perdida

Un viernes por la noche salí a encontrarme con mi prima… no había vuelto a verla con calma desde el verano… quedamos en Malasaña, en ese barrio en el que estoy tan a gusto y al que hacía tiempo que no iba pese a estar a tiro de piedra de casa… mientras me acababa de arreglar para el encuentro, me vino a la mente mi cuenta atrás… el próximo viernes a estas horas, me decía poniéndome rímmel, estaré a punto de coger un vuelo para Barcelona… la cuenta atrás era inminente… y, mientras tanto, iba a vivirla sin enclaustrarme como hice ahora hace un año… caminaba por las calles estrechas de Malasaña para encontrarme con ella… con la música de Fito chillándome en las orejas que catorce vidas son dos gatos… sonreía… la noche estaba para pisar la calle… la encontré en el Albur, un lugar al que no es ni de lejos la primera vez que voy… creo que se ha convertido en un nuevo clásico de Malasaña para mí aunque nunca recuerde su nombre… me recibió con su sonrisa, su cara de cansada y su ligero bronceado resultado de Ibiza… sentadas en una esquina de la barra, comenzamos a destripar nuestras vidas… esas que nos seguimos por Facebook pero que no habíamos tenido oportunidad de encontrar cara a cara…

Con unas croquetas de jamón y unas tortillitas de camarones, nos pusimos al día de los últimos acontecimientos… le hablé de ese puente del Pilar tan descansado entre montañas… de esa boda inminente entre dos niños que ya no lo son tanto y a los que hemos visto crecer… somos la generación perdida, me dijo ella sonriendo con cierta tristeza, los más pequeños están todos en vistas de casarse y los de nuestra edad andamos todos descolocados… sonreí… era curioso, sin duda, el extraño sabor que nos dejaba a las dos ver cómo las vidas de otros más jóvenes avanzaban mientras las nuestras no cumplían con esos supuestos objetivos vitales marcados… no era el hecho de firmar un papel, era una cuestión de compromiso… hablamos de nuestra generación… de esa a la que se le marcaron una serie de parámetros, de propósitos que no se han cumplido… vivimos de aquéllas normas marcadas por generaciones previas, decía ella, simplemente en nuestro caso todas esas cosas que se suponen tenían que ser no son… creemos en la libertad y nos matamos por tenerla, le dije con un poco de pena, y sin embargo somos esclavos de esa extraña sensación de tener que serlo como sea… me dio la razón… vivimos atrapados en esa creencia de ser libres y tratar de serlo a toda costa es lo que nos hace precisamente no serlo…

Quizás hablamos como dos ancianas octogenarias, no voy a quitarle razón a quien lo crea… hablábamos de valores… de esas cosas que existían en otras generaciones que conocemos anteriores a nosotras y que ahora, simplemente, son pequeños tesoros escondidos… hablamos del compromiso… de la sinceridad… del tesón, de la lucha… de tener fe en tantas cosas que no se engloban en creencias religiosas o política… fe en el ser humano, en las relaciones personales… fe en las personas… fe en esas cosas que hemos visto y vivido, esas mismas que en nuestra generación prácticamente no existen… esas que han desaparecido de nuestro panorama y que, sin embargo, sí son reales en otras más jóvenes… quizás nosotros marquemos pautas nuevas, me decía ella apurando la caña, y sean otros quiénes rescaten lo que nosotros vivimos… dudé por un momento… somos, por estadísticas, la generación española con mayor desequilibrios… somos la que creció en un sistema democrático, con una libertad desconocida para muchas otras generaciones… con una situación privilegiada pese a los contratiempos momentáneos… y, sin embargo, somos la generación más sola y con menos valores de todas…

Cuando ella no podía más con los bostezos, decidimos despedirnos hablando de hacernos un cine el domingo si yo terminaba mi maldito artículo de infraestructuras… volví a casa igual que fui… caminando… con Fito en mis orejas… disfrutando de la temperatura otoñal, de las calles estrechas… de ese barrio que me hace olvidar a veces que estoy en Madrid… volvía pensando en esa pérdida, en ese choque mental que supone sentirme fuera de mi propia generación… tal vez estoy chapada a la antigua, me dije mientras encaminaba Galileo calle arriba… me reí… quizás sea así, no lo pongo en duda… pero reconozco que me gusta sentir que, en mi mente y salvo asignaturas suspensas, bebo de esas creencias que no acompañan a la generación que me corresponde… son parte de mí de la misma forma que lo hace mi manera de hablar o el modo que tengo de caminar… es inherente a lo que soy… y, pese a los choques con el mundo real, no puedo renunciar a ello… es como soy, y no tiene nada de malo… aunque el mundo no acompañe… aunque forme parte de esa generación que se perdió entre tanta libertad…

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