jueves, 1 de octubre de 2009

Cuatro paredes, una casa

En realidad, lo noté a la vuelta del verano… cuando regresé a Madrid para volver a pisar asfalto y retomar esas dinámicas de rutina que nos hacen falta a todos los seres humanos… al entrar y encender la luz, lo pensé… me sorprendió, lo reconozco… miraba mi casa, ese espacio que conocía palmo a palmo, y no la reconocía… en mi ausencia, había cambiado… se había transformado… todo estaba tal y como lo había dejado antes de irme… pero, incluso pese a ser de noche, me parecía más luminosa que nunca… diferente, distinta… al principio lo achaqué al cambio de escenario… a ese fino paso que recorro en cuatro horas y que me separa del lugar dónde mi alma se recarga… lo achaqué a que mis plantas no estaban… lo achaqué a la cantidad de cosas que había tirado antes de irme… a ese nuevo orden que imperaba y que, lo reconozco, me gusta sentir… sonrío… yo que soy la reina del caos busqué un orden, un concierto… un cada cosa en su lugar… sin embargo, llegué a la conclusión de que la manera de mirar el mundo cambia… mismos ojos, distinta forma de ver… quizás yo miraba de otro modo…

Cuando mi atómica amiga vino a verme, su pregunta fue la misma que me hice yo al entrar en casa al volver del verano… has cambiado algo, me preguntó un tanto sorprendida… lo negué… pues su casa está distinta gatita, me dijo repasando con su mirada todo lo que había a su alrededor… sonreí… yo también lo sentía… igual se me está yendo la olla de la manera más absurda, pero sí creo que una casa se carga de energía… de lo que uno desprende, de lo que genera… quizás por eso sea distinta ahora, pensé… estuve durante días dándole vueltas al comentario… no de manera constante, pero sí de cuando en cuando… entre tanto, y gracias a la promoción de mi madre, el recibidor de la casa cambió… un simple mueble de veinte euros hizo que abrir la puerta cambiara radicalmente… mismas cosas, tan sólo eso… para cuando el recibidor era realmente distinto, volvió Iñigo… su comentario fue el mismo en una de esas largas noches que compartimos haciendo honor a nuestro RIFI… sentados en el sofá, viendo la tele, comentándola y riéndonos… has cambiado cosas en casa, me dijo en mitad de nuestro tiempo compartido, lo has hecho sin mi permiso… me reí… realmente, no han cambiado tantas cosas… algún cuadro, la distribución de las cosas… reconozco que sentí una gran satisfacción personal… para él, este espacio mío es su casa… su espacio… el suyo de Madrid… lo siente así, lo dice así… lo vive así… y para mí, que lo haga, resulta sumamente halagador… quizás porque me gusta saber que lo siente así… sin necesidad de haber vivido mucho tiempo conmigo, sin necesidad de tener nada dentro de ella que sea de su posesión…

El remate de esta extraña metamorfosis de una casa que es la misma de hace tantos años ya fue la llegada de Nando y Nela… Riket has tirado un montón de cosas, me dijo Nando mirando a su alrededor… te has dado cuenta, le dije afirmando mientras me giraba sobre el eje de mi silla de trabajo… la casa está bien distinta, me dijo él haciendo el mismo gesto que vi hacer a Thais… lo escuché, miré, sonreí… quizás, pensé para mí, yo sea distinta y por eso respira de otra manera… sin necesidad de comprar nada, sin necesidad de un gran cambio… pequeñas cosas, detalles… el colmo de mi testeo –y motivo por el que decidí escribir este extraño texto para mi sopa- fueron dos acontecimientos más que recientes… primero, un nuevo vecino que vive al fondo del pasillo y con el que a partir de ahora comparto el gasto de ADSL… entró en casa y, nada más hacerlo, soltó un “me encanta tu casa” que me sonó a verdad… el segundo episodio peculiar fue el técnico de la antena… un personaje que entró en mi casa provisto de su walkie para instalar ese cableado de TDT que me va a permitir conectarme al mundo si decido volver a encender la televisión… estaba a cuatro patas tras el mueble de la tele cuando empezó preguntándome por una de mis plantas… es una orquídea verdad, me preguntó… de ahí pasamos a preguntas de carácter técnico que solamente pude contestar porque Pons vive esta vida botánica tan compartida… el por qué de la maceta transparente, el cortarle o no la vara floral… para cuando le habíamos pasado revista a las macetas y él terminó de instalar el cable, se despidió… cuando salía por la puerta, el hombre se giró… tienes una casa muy acogedora, me dijo, huele a casa de verdad… cuando cerró, sonreí… mi espacio huele a casa, sabe a casa… existe, es una realidad… y quizás eso es lo que la hace especial…

Un espacio no es más que eso… espacio, metros… paredes y muebles… un lugar que de la manera que sea te pertenece… sin embargo, no es posesión de uno mientras no la siente casa… cuando no tiene eso irrespirable que se encierra entre unas paredes y que no se puede comprar… es algo que se tiene, algo que creas tú… que se genera y no con cosas… es un espacio único, el que crea cada persona… con un aire único, el tuyo… uno que te hace sentirte a gusto, tranquilo… es el aroma de tu hogar, tu espacio, tu refugio, tu mundo… ese que, sin querer, creas con cada día que pasas dentro de ella… esa atmósfera distinta que hace que, simplemente, un lugar sepa a ti… respire a ti…

Dicen que mi casa desprende calor… cercanía… buen rollo… comodidad… cariño… pero sobre todo, y no porque lo diga yo, desprende paz… una calma que hace que sea una especie de salvoconducto para muchas almas tocadas y un singular jarabe de sonrisa para otras… quizás porque yo soy así… o quizás, simplemente, porque es lo que he construido a lo largo de todo este tiempo de reconciliación con mis cuatro paredes…

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