lunes, 24 de enero de 2011

Cuestión de oficio



Una prensa libre puede ser buena o mala pero, sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala
Albert Camus




Hoy me he parado a pensar en esta peculiar profesión mía… es el día de “nuestro patrón” y, por algún motivo que desconozco, a muchos colegas es una fecha que no se les escapa… mi mundo azul –ese fatídico y mágico Facebook- me lo ha demostrado… diez motivos por los que somos periodistas, leí como enlace a un blog que ponía sobre la mesa algunos aspectos singulares de nuestra profesión… entendemos la información como un derecho, consideramos andar un camino que nos lleva hacia la libertad porque así nos hace la información…  sonrío… ese post hablaba de las sobredosis de cafeína, de los sueldos poco generosos… y de una recomendación que todos los que nos llamamos periodistas obviamos el día que decidimos ser consecuentes con esas ganas de contar o de saber… no hacerle ni puto caso a nuestros padres… sólo hay dos carreras que no me gustaría que estudiaras porque te morirías de hambre, me dijo a mis 16 años como comentario inocente mi padre, Periodismo o Arte Dramático… me río aunque entonces me asusté, tuve miedo escénico a la decepción supongo… ese comentario llegó justo en el momento en el que yo había colgado mis propias zapatillas de estudiar Medicina… una renuncia, la de pasarme a Letras, que sólo tenía una alternativa para esa desazón de no poder ser lo que quería, de no poder llevar bata… de no poder salvar vidas… lo único que se me ocurría relativamente similar era ser periodista…

Diez años más tarde de poder ser formalmente llamada Periodista, me he parado a pensar en este oficio… en esta profesión tan peculiar que sirve para tantas cosas y para ninguna a la vez… un oficio que tiene mucho de lucha de trincheras… de compañerismo y de traición… pequeñas dosis de humanidad, una sobredosis de miedo para algunos… me río… recuerdo mi salida de Venezuela como el día que más orgullosa estuve jamás de ser periodista… cuando aquélla mujer del control de inmigración marcó en mi ficha de salida con un rotulador un “Periodista” que resultaba amenazador siendo solo un garabato… recuerdo cómo colocó mi ficha en un montón distinto, cuánto le molestó mi profesión… sonrío de una manera canalla… pero cómo se te ocurre poner que eres periodista, he escuchado decir muchas veces… me río… realmente, lo hice a propósito con la única intención de desafiar… de dignificar eso que soy más que como una profesión como una auténtica manera de vivir…

Sufrimos un oficio que tiene tanto de seducción como de corazón roto, lo disfrutamos como si no supiéramos hacer nada más en esta vida que ser periodistas… lo sentimos a veces como una droga, otras como una condena… admiro a quiénes todavía tratáis de dignificar este oficio, me decía una amiga en ese muro que no existe… suspiro… lo curioso realmente es que lo hagamos, pensé al leerlo… lo hice pensando en todos esos que dicen ser lo mismo que nosotros por el sólo hecho –que no derecho- de haber mantenido una relación con determinada persona o haber estado en la casa de Gran Hermano… lo pensé con esa mirada despectiva –lo reconozco- que me suponen esos personajes que dicen serlo cuando yo más bien les calificaría de advenedizos y cotillas poco elegantes… lo pensé pensando en ese periodismo de verdad que yo he vivido, sufrido y compartido… en esas largas noches de redacción cuando algo sucede fuera de guión, en todos los nervios de los cierres de edición o de las fechas de entrega… en todas esas horas de leer y leer para poder escribir… lo pensé cuestionando ese constante afán que tenemos por contar, por saber… por conocer… por rebelarnos muchas veces en contra de lo que se imponga por norma, por llevarle la contraria a lo que supuestamente tiene que ser…

Somos encantadores de las palabras… regalamos sensaciones, transmitimos historias… las contamos… a veces, las manipulamos… en ocasiones, incluso sufrimos las consecuencias de lo que decimos… lo hacemos con palabras, con la voz… con imágenes… tenemos un pequeño afán exhibicionista que compruebo cuando, todavía hoy, descubro que me hace ilusión ver mi nombre en algún artículo… cuando, a veces todavía, me doy cuenta de que siento el mismo orgullo curiosamente pueril e inocente que la primera vez que firmé algo en un medio de verdad cuando veo publicado algo que he escrito y que considero que me gusta… reconozco que a pesar de todo, me sigo poniendo colorada cuando alguien me dice un “qué bien escribes” o halaga alguna cosa que haya salido de mis manos… cuando compruebo que, a pesar de todo lo que haya podido escribir, mis padres continúan leyéndolo como si no lo hubieran hecho nunca... aunque no les interesen las infraestructuras, aunque les parezca tontísimo escribir sobre turrones… aunque a mi padre se le caiga la cara de vergüenza leer qué escribo sobre bolas chinas... sonrío… esto lo ha escrito mi hija, le dijo una vez mi padre al tipo del bar donde me leía… curioso cómo ha cambiado el cuento a pesar de las circunstancias, pienso para mí recordando esa conversación de cocina, una década más tarde…

Formamos una extraña tribu que sufre la falta de respeto que supone que no te contesten a lo que preguntas en una rueda de prensa… somos los ases de las preguntas incómodas, los represaliados de eso que alguien considera que no se puede contar… magos de las sensaciones y mentalistas de las opiniones, putas muchas veces de quiénes nos pagan aunque no compartamos ni su hacer ni su ideología… muchos se guardan la ética en un cajón para hacer caja, es cierto… muchos se venden al poder y a lo que supone, también es cierto… pero todavía hay colegas que solamente quieren decir, que únicamente quieren contar… con el beneplácito de los demás o sin él… con la palmada en la espalda o la carta de despido sobre la mesa… todavía hay compañeros que se juegan la vida por el sólo hecho de llevar una cámara de fotos colgada del cuello, todavía los hay que solamente escriben lo que quieren aunque resulte poco rentable… todavía los hay que tienen escrúpulos, oficio, decencia y estómago… caballeros y damas de una profesión a la que se le besa tanto como se le escupe... que creen como si se tratara de una religión que, a golpe de palabra, es posible cambiar las cosas… sonará a romanticismo, no digo que no… pero, quizás porque creo en ese extraño dios que conocí en un aula de Ciencias de la Información, sigo haciendo lo único que sé hacer…

A qué te dedicas, me preguntan a veces… soy periodista, contesto... una decena de letras a las que siempre les precede el verbo ser conjugado… ser, pienso muchas veces cuando contesto dándome cuenta de todo lo que implica un verbo de apenas tres letras que significa tantas cosas, lo soy...

1 comentario:

El_Cajero dijo...

Muy bonito compañera y muy acertado. Se es, yo creo. Durante las 24 horas del día. Incluso en sueños. Un periodista no deja de serlo cuando acaba su jornada; ve la vida bajo el prisma de las cinco uves dobles; ve pasar los días en forma de pirámide invertida. Donde hay una cara de asombro, un periodista ve un bonito reportaje. Donde hay una injusticia, un periodista ve una noticia.

Porque se trata de eso, de ver la vida de otra forma y contarlo. Recibir información es un derecho constitucional, como cualquier otro. Menos digno por muchos de los motivos que has comentado.

Pero si tú quisiste salvar vidas y ahora tu bata blanca no es más que un recuerdo, siempre nos queda saber (porque me niego a pensar que sea de otra forma) que, al menos, con lo que hacemos, podemos dignificar la existencia de quienes nos rodean.

No puedo vivir sin cafeína. Sin los teléfonos sonando. Sin las prisas. Sin los teclados alborotando una tensa calma. Las carreras por los pasillos. Tratar de ser el primero y el mejor, pero sin olvidar al compañero, en un oficio donde esta palabra tiene mucho más valor que en cualquier otro. Fidelizar a un lector y que por la calle te diga que si tú lo cuentas así, entonces confía en ti (es lo más bonito que nadie me ha dicho nunca).

Yo tampoco le hice caso a mi padre. Estas navidades, las segundas sin él, buscando un libro en su habitación, encontré una carpeta de las de arquitecto con los recortes de todos y de cada uno de los artículos que he escrito en prensa de papel. Los fue guardando ahí durante años... Al menos sé que estaba orgulloso de lo que hacía, aunque supiera que no era lo mejor para mí.

Por todo, lo puedo y lo quiero decir, en mi caso con algo de osadía. ¡SOY! periodista pero sobre todo ¡ES! lo que quiero ser.