martes, 25 de enero de 2011

Ranas, Malasaña y República...

Hemos decidido que es el cumpleaños de las ranas, me dijo Pons con mucho cachondeo… me reí mirando aquél batracio que ya cumplía un año y que, hasta ese momento, no conocía… era lo más parecido a una figurita, rabiosamente amarilla sobre una húmeda piel negra… la seguía mirando pensando en el eufemismo tan simpático… mi amiga se compró esas ranas argumentando que era un homenaje a todos los hombres que han pasado por su vida… estas al menos, decía con mucho cachondeo, siempre serán ranas… esa noche que, supuestamente, homenajeábamos a esas ranas estábamos poniéndole algodones a una amiga de ella… a una que había descubierto el dolor del engaño, el olor de esa traición tan terrible que sé a qué huele… sonrío pensándolo… me senté con dos amigas y dos amigas de mis amigas a compartir una noche… a no hablar de eso que una vivía, el motivo de ese rescate de mujeres de un viernes por la noche… compartimos conversación, nos reímos… unas horas después, volvía a estar en casa… con una sensación muy agradable en el cuerpo, con una pulsera traída de Sudáfrica en la muñeca…

Una tostada fue el principio de una mañana de sábado… recuperando viejas tradiciones, recordaba mientras iba de camino a un encuentro con mi prima… no había más lugar que esa plaza del 2 de Mayo, una fría mañana de sol… una para sentarse a repasar la vida con un café… para no hablar de nada en particular y hacerlo de todo a la vez… sentadas en ese tan codiciado sofá del café Mahón, hablando de un viaje a Lanzarote… miramos de lado el ecléptico mercadilllo en el que recordé el día que compré un vinilo de Tino Casal… caminamos juntas para visitar ese espacio Pozas de la Cruz Roja que ella no conocía, uno donde yo ya había estado varias veces… lo descubrí con ella de nuevo, subiendo a esa azotea que es terraza y desde la que se ven los tejados de Madrid… tejados, pensé, era lo que más recordaba de aquél lugar… nos perdimos por las callejuelas de Malasaña desandando el camino… mirando ropa en una tienda de jóvenes diseñadores, tocando todas esas cosas que alguien fue capaz de imaginar… no creas en lo que leas en las pegatinas, rezaba un post-it con forma de corazón pegado en la ventanilla de un coche... es divertido tener algo sorprendente, había escrito otra letra a continuación… nos despedimos dándonos un abrazo en la esquina de esa Manuela en la que casi siempre nos vemos… en la misma calle, pensaba de vuelta a casa, siempre la misma…

Con la voz de la rubia por fin en los tímpanos, me tocó resumirle muchos capítulos en poco tiempo… ha venido Iñigo a Madrid, compartí con ella sabiendo que se alegraba… hablamos de simplicidades, de complicaciones… hablábamos después de mucho tiempo sin hacerlo, después de mucho sin una blonde session de las nuestras… fue breve, nos quedaron capítulos en el tintero… análisis compartidos que oscilan de temas de curro a un corte de pelo… Iñigo me esperaba en ese Pata Negra que era nuestra religión de cada semana… el mismo ritual siempre, los mismos periódicos… el mismo desayuno, el segundo café… uno primero en silencio, otro segundo compartido… sonreí… reencontrarle fue romper la norma de no hablar durante el primero, la hora no era la misma… el silencio del despertar no era comparable con esa tarde… nos abrazamos como hacemos siempre, empezamos a dispararnos mutuamente nuestras vidas… poniéndonos al día más allá de los titulares compartidos por teléfono… viéndonos las caras, riéndonos como hacemos siempre que estamos juntos… sumándole a nuestra pequeña República más fotos, unas compartidas esta vez con su novia… tienes llaves de casa, le había preguntado la noche anterior cuando me llamó para decirme que venía… nunca salgo de Orense sin ellas, me confesó, nunca se sabe… cuando nos abrazamos en el portal, volví a tener esa sensación… esa de sentirme a gusto, de echar de menos tenerle cerca… volveré, me dijo con mucho cachondeo, siempre vuelvo…

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