miércoles, 25 de julio de 2007

Al amigo de aquel verano

Llegó un mensaje, uno más de los del buzón de voz... y al colgar el teléfono, no podía evitar pensar... recordar... echar la mirada atrás para pensar en el pasado, en los quince años... nada más y nada menos que hace 13... dicho así, parece poco: sólo un número, una superstición con algo de carácter dada la situación... sin embargo, más allá de eso, un simple número que tiene un sentido mucho más grande que lo que ocupan sobre un papel... Han pasado ya 13 años, pensé. ¿Tantos? No fui consciente hasta ese momento del tiempo transcurrido. Pasa demasiado rápido, pensé, y dejamos demasiadas cosas por el camino. La voz me contaba, me decía mientras yo sólo podía echar la vista atrás y mirar en la maleta de los recuerdos…

Hace trece años, apareciste un verano... una noche en el puente donde todos hemos pasado media infancia y media juventud… de noche y de día… una especie de lugar de reunión… eras un desconocido aunque, por lo visto, nos habíamos visto desde siempre... habíamos coincidido, en Acevedo lo contrario es imposible... y sin embargo no nos conocíamos... una noche, en el puente, sin más empezamos a charlar... te gustaba mi prima al cabo de dos días, y a ella le gustabas tú... recuerdo que me hizo gracia la situación... hacer de Celestina... y me puse manos a la obra y, por suerte o desgracia, lo viví todo: el romance (2 días), vuestra relación (otros dos), el día que ella te dejó (1) y los que tú estuviste jodido (5 días). Es curioso con qué intensidad se vive lo que uno cree que es amor con 17 años...
El verano se acabó y, con él, mi nueva vida... León, una ciudad distinta... fuera de lo conocido... extraña y enemiga a la vez... y comenzamos a escribirnos... yo te contaba esa nueva vida que no me acababa de gustar, tú cómo era tu último año de colegio... recuerdo que querías ser fisioterapeuta... yo te contaba mis problemas con las matemáticas, tú los tuyos con tu nueva novia... y así transcurrió el curso... y llegó el verano, pero no volviste a aquel puente... y, poco a poco, dejaron de llegar cartas a mi casa y a la tuya... y volvió un nuevo verano... pero el puente seguía estando vacío del amigo que hicimos el verano pasado... sabía por tu hermano de ti, de cómo estabas, de que estabas estudiando lo que querías... que eras bueno…
Pasados los años, supe de ti una noticia que me produjo un escalofrío... supe de tu nueva vida... de que, por fin, habías encontrado una mujer que te gustaba de verdad más allá del enamoramiento de la adolescencia... siguieron pasando los veranos y, aunque el puente seguía estando, tú nunca volviste... y ahora, han pasado 13 años y el recuerdo es nítido… el amigo de aquel verano... el compañero de un mes de agosto en que pasamos, o al menos yo, de la niñez a la juventud... si te tengo que imaginar en guerra contra el cáncer, te imagino como al chico de 17 años que conocí una noche de casualidad y que estaba "enamorado" de mi prima... que reía siempre y que inexplicablemente adoraba a los niños... Así te he tenido en la mente, quizás porque no tengo ningún recuerdo aparte de ese… te he imaginado luchando contra el cáncer de la única manera que te conocí... sentado en aquel puente... sonriendo... hablando con un marcado acento asturiano y con tu voz ronca... con tus bermudas y tu niki con cuellos... o, también, como la foto que me enviaste de tu graduación: con traje y corbata... pese a que han pasado tantos años, más de una década, sólo puedo pensar en ti como el amigo que fuiste y que se fue con aquel verano... no hubo otra opción: entónces, te fuiste para siempre… ahora, también lo has hecho...
Te deseo lo mejor, allá dónde estés…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho, y sobretodo me ha emocionado la forma en que describes como recuerdas a mi hermano. Se lo enseñaré a mi cuñada, Tania, le encantará leerlo, ella tiene muchas cartas que Antonio le enviaba desde Acebedo en verano hablando de tu prima y de ti.
Muchas gracias por dedicarle un rato a mi hermano y escribir esos recuerdos que tienes de él. Un beso.

Sonia

Anónimo dijo...

Gracias, muchas gracias, Fátima.
Lloro de alegría y tristeza al mismo tiempo. De alegría al saber que mi hermano ha significado e influido positivamente a muchas personas tanto como a tí. De tristeza porque, por desgracia, ya no está entre nosotros para que siga haciendo lo mismo, como él lo hacía, sin darse cuenta porque él era así.
A pesar de los últimos meses de su vida, yo procuro pensar como tú; recordar los buenos momentos que fueron muchos y que consiguen que no te acuerdes de los malos, que fueron puntuales.
Quiero aprovechar para dar las gracias y pedir perdón a aquellas personas que nos apoyaron y nos apoyan, física y moralmente, por los que tuvieron y tienen paciencia con nosotros y por los que nos comprendieron y respetaron en esos duros momentos. A todos ellos, gracias. Sé que estais con nosotros y sobre todo con Antonio.

Un beso.

Nacho