miércoles, 5 de octubre de 2011

Todo a una carta...

Descubrió la única de sus cartas, poniéndola boca arriba sin ningún tipo de pudor… había rechazado tener más en la mano, jugándoselo todo a un solo pedazo de papel… lo acarició con las yemas de los dedos antes de lanzarla, antes de ponerla boca arriba… antes de irrumpir sobre el tapete, golpeando esa carta contra él… causando un estruendo sin igual a pesar de la ligereza del papel… una nube de ruido, una auténtica jauría de palabras… esa carta boca arriba tenía una numeración, treinta… un palo de la baraja, la reina de corazones… cuando cayó sobre la mesa, nadie pudo hacer nada salvo observarla en la lejanía… con los ojos muy abiertos, con la mirada enturbiada por su peculiar significado… líneas, trazos… una historia por contar, una que formaba parte de la baraja pero que sólo interesaba a quién repartía y al que la recibía… una que sólo pertenecía a quien había rechazado el resto de cartas para quedarse sólo con una…

Tirada en mitad de la mesa, se quedó sola… escupiendo rabia y despecho… arañando cada centímetro de tela bajo su dorso… levantándole los hilos, descosiéndolos de un solo navajazo… una única carta obró el milagro de rasgar el tapete hasta convertirlo en un manojo de hebras… es unas deshilachadas como si el bisturí más fino hubiera desarmado la tela, disfrutando del sonido de rasgarla bajo el filo de la cuchilla… lo rompió todo a su paso, enmarañando una tela firme que tan sólo reposaba esperando el siguiente paso de la partida…tan sólo un pedazo de papel había conseguido en apenas unos minutos cambiar un camino… borrar con el pie esas huellas caminadas, hacer arder un bosque que alguien se había esmerado en conservar…a pesar de los vientos y las tormentas, a pesar de los silbidos quedos que siseaban por la espalda de ese firme centinela que se había propuesto la tarea de cuidar cada centímetro de suelo… cada rama, cada árbol…

Se hizo silencio, el más absoluto… uno en el que un huracán ruidosamente callado destrozó cada esquina de la habitación, moviéndole la silla a cada jugador con la intensidad de la sacudida de un terremoto…notaron cómo se rajaba la tierra, cómo el cielo se desplomaba sobre esa habitación en la que sólo había realmente dos jugadores a pesar del resto… las respiraciones se hicieron ruido, uno que dinamitaba un silencio que podría envasarse al vacío… un silencio con muchas palabras, un silencio con la sombra de la decepción sobrevolándoles las nucas… la carta se quedó boca arriba creyéndose majestuosa sobre el tapete, sintiendo un aplauso imaginario que no se oyó… la mitad de los jugadores se levantó de las sillas, uno tras otro fueron abandonando la mesa en la que simplemente no había lugar a juego…

Sólo un jugador se quedó sentado… atónito ante el destrozo de un trozo tan pequeño de papel… digiriendo lentamente como algo tan efímero como lo es una carta se le había grabado a fuego en la memoria… en ese extraño cajón de la mente en el que se mete aquello que uno no quiere recordar pero que no puede evitar hacer a cada momento… no vas a jugar, preguntó esa jugadora escondida en las sombras… la responsable de que la sala se hubiera vaciado a pesar de las presencias, la mano que había tirado su segundo órdago sin saber medir las consecuencias… su contrincante dejó sus cartas boca abajo suavemente sobre la mesa y, sin decir una palabra, se levantó lentamente de la silla… se colocó el abrigo, lo hizo con una naturalidad tal que parecía que nada había sucedido… juega, le dijo ella imperativa desde la oscuridad de su lado del tapete…adiós, contestó él cerrando tras de sí la puerta… una que se cerró de un golpe seco, una que inundó la sala en penumbra de un silencio en el que ni siquiera se oía respirar… 

Qué mano llevaba, preguntó uno de los jugadores que había ejercido de espectador… todos los ases, contestó otro de los jugadores que había abandonado la mesa y que se disponía a irse… en ese uno contra uno retransmitido ya sólo quedaba uno… ya sólo quedaba el destrozo del papel, el dolor de las palabras… el sinsabor de no entender cómo se tiró  aquélla carta que había hecho arder la mesa, la decepción de una batalla cruel que sólo se libró a una carta… entonces por qué, se preguntaban unos a otros mientras abandonaban la sala en la que la jugadora permanecía muda… entonces para qué, contestó otro de ellos mientras cerraba aquélla sala en la que sólo quedaba la jugadora… sentada, esperando a que alguien volviera para poner boca a arriba aquéllas cartas que no le pertenecían…

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