Lo
pensaba metida en la bañera en una de esas tardes que me regalo tan de vez en
cuando… en un rato de tranquilidad y silencio en mi casa… necesitaba esa dosis…
eso es otro tipo de silencio, me ha dicho mi pequeña batracia cuando
cuestionábamos si Bebe impedía que fuera pleno… sonrío… supongo que era la
única banda sonora posible para esta extraña tarde noche de domingo… una viendo
una luna a través de la ventana, la misma que he visto menguar noche tras noche
durante las últimas cuatro… la de hoy cierra la figura de un cuadrado que
todavía no sé qué ha atrapado dentro… sonrío… pienso en la primera de esas
lunas, una que vi colgada de un cielo como si la hubieran rasgado con un
bisturí… en mitad de una noche en la que, de golpe, me había sentido
terriblemente libre… jodidamente libre para poder sonreír sin tener que
medirlo… para sentir, durante un rato, el increíble sosiego que te da la casi
normalidad… somos cronopios, escuché decirme a esa princesa del Plastidecor…
cronopios, pensé, sí que suena raro… se había aprendido la definición y la
decía con un gesto muy suyo… criaturas sensibles e idealistas, decía con esa
convicción maravillosa que tiene en las cosas, poco convencionales… quizás lo
seamos, pensé muy en serio compartiendo un rato con ella a la luz de esa
primera luna… sentadas en el banco de un jardín, compartiendo humo y sonrisas…
la costumbre mata el amor, me dijo mientras la miraba al trasluz… suspiré… por desgracia, supongo que muchas
veces es así… con esa magia tan suya, desapareció dejándome en esa oscuridad…
sintiendo a unos gatos que no veía correr a mi alrededor, notándoles
desenvolverse a la perfección en mitad de la noche… oyéndoles ronronear cerca
de mí… por un momento, me pareció incluso una broma… en parte, así me había sentido
yo durante unas horas…
La
segunda luna me supo a un día de playa sin apenas sol… a ese amigo que me ha
adoptado y su afán por llevarme a un sitio perdido para responder a esos deseos
míos de desaparecer durante un rato… sólo le faltó tenderme la toalla en la
arena… me acompañó, sonrió y se fue… sonrío… tumbada en la arena pese al
fresquito, sonreía… es curioso como un gesto así puede saberte de golpe a tanto
cariño… a eso tan sano que nace cuando, sin más, surge una extraña amistad… no
te lo esperabas, me preguntó con muchísima prudencia mientras le veía hacer la
cena por la noche para tres… sonrío… es increíble el nivel de respeto que nos
tenemos el uno al otro… sabiendo que hay cosas de las que, simplemente, no se
habla más allá de la mera anécdota… esa segunda luna me supo a Rock in Rio en
la tele con una copa de Limoncello… a la compañía de dos amigos que, de golpe,
se han convertido en una pieza muy peculiar de mi puzzle… a un tiempo sólo para
mí viendo un documental de Led Zeppelin… a ese mismo banco una noche más pero
sin compañera… a un rato para masticar una extraña sensación que no logras
despejar del camino… escuchaba los grillos cantar… eres rico por eso, había
dicho tan sólo unos días antes… en esa segunda luna, era yo quien les escuchaba
en la oscuridad… respirando hondo para notar cómo se me llenaban los pulmones…
para darme cuenta de que, a pesar de todo, estaba… era…
La
tercera luna la viví en uno de mis nidos, uno que resultó no estar tan mullido
como otras veces… sentada en la puerta de la casa de mis padres, miraba esa
luna sintiendo un pellizco en el alma… el que, quizás, te da saber que he
agitado esa parte de mí a la que le da por decir verdades… con pleno
conocimiento de causa de su repercusión… miraba esa bendita luna pensando en
esas cosas que a veces necesito decir… despegándome durante un momento de esa
esclavitud autoimpuesta del callar… no juzgando pero opinando… rajando con una navaja ese avispero que tengo dentro y por el que, a veces, no sé respirar con
sangre fría… compartía noche con el jardín de mi casa… con el silencio y los
coches que pasan por la carretera… masticando una extraña sensación entre la
tristeza y la rabia… esa que te da no
entender las cosas… esa que te da saber que vida sólo hay una para vivirla, una
única para escribir una historia propia… sopesaba el silencio con el fresco de
la noche sabiendo que era necesario… pensando en esa niebla de invierno que
había vivido de golpe como una auténtica premonición… sonrío… quizás así tenía
que ser, me digo…
Con
la cuarta luna, volví a este espacio que es mi casa para mirarla a través de
una ventana… para olvidar que, durante tres noches, la había seguido de cerca y
al aire libre… volvía a tener el barco pirata en ese extraño mar en calma que
me permite colocar las piezas del puzzle… que me permite acariciarlas con las
yemas de los dedos para saber qué hacer con ellas… respiro hondo... no sé por
qué presiento que las fichas serán las mismas aunque con distintos colores… me
río de las tormentas, pienso con una media sonrisa… me he convertido ya en una
experta en manejar los cabos y en cambiar el rumbo… miraba esa luna por la
ventana viéndola menguar… viéndola hacerse más pequeña mientras ese enredo que
tengo dentro se hace más grande y menos nudo… tirando con calma del comienzo
del hilo y de esa increíble necesidad por reconciliar realidad y ficción…
sonrío… aprender a diferenciar entre vivir y no hacerlo… entre existir y
sobrevivir… entre decir y callar…
La vida conspira a nuestro favor, lo tengo
claro… quizás, sólo por eso, tengo que coleccionar lunas menguantes…
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