domingo, 6 de junio de 2010

Cuatro lunas...


Lo pensaba metida en la bañera en una de esas tardes que me regalo tan de vez en cuando… en un rato de tranquilidad y silencio en mi casa… necesitaba esa dosis… eso es otro tipo de silencio, me ha dicho mi pequeña batracia cuando cuestionábamos si Bebe impedía que fuera pleno… sonrío… supongo que era la única banda sonora posible para esta extraña tarde noche de domingo… una viendo una luna a través de la ventana, la misma que he visto menguar noche tras noche durante las últimas cuatro… la de hoy cierra la figura de un cuadrado que todavía no sé qué ha atrapado dentro… sonrío… pienso en la primera de esas lunas, una que vi colgada de un cielo como si la hubieran rasgado con un bisturí… en mitad de una noche en la que, de golpe, me había sentido terriblemente libre… jodidamente libre para poder sonreír sin tener que medirlo… para sentir, durante un rato, el increíble sosiego que te da la casi normalidad… somos cronopios, escuché decirme a esa princesa del Plastidecor… cronopios, pensé, sí que suena raro… se había aprendido la definición y la decía con un gesto muy suyo… criaturas sensibles e idealistas, decía con esa convicción maravillosa que tiene en las cosas, poco convencionales… quizás lo seamos, pensé muy en serio compartiendo un rato con ella a la luz de esa primera luna… sentadas en el banco de un jardín, compartiendo humo y sonrisas… la costumbre mata el amor, me dijo mientras la miraba al trasluz…  suspiré… por desgracia, supongo que muchas veces es así… con esa magia tan suya, desapareció dejándome en esa oscuridad… sintiendo a unos gatos que no veía correr a mi alrededor, notándoles desenvolverse a la perfección en mitad de la noche… oyéndoles ronronear cerca de mí… por un momento, me pareció incluso una broma… en parte, así me había sentido yo durante unas horas…

La segunda luna me supo a un día de playa sin apenas sol… a ese amigo que me ha adoptado y su afán por llevarme a un sitio perdido para responder a esos deseos míos de desaparecer durante un rato… sólo le faltó tenderme la toalla en la arena… me acompañó, sonrió y se fue… sonrío… tumbada en la arena pese al fresquito, sonreía… es curioso como un gesto así puede saberte de golpe a tanto cariño… a eso tan sano que nace cuando, sin más, surge una extraña amistad… no te lo esperabas, me preguntó con muchísima prudencia mientras le veía hacer la cena por la noche para tres… sonrío… es increíble el nivel de respeto que nos tenemos el uno al otro… sabiendo que hay cosas de las que, simplemente, no se habla más allá de la mera anécdota… esa segunda luna me supo a Rock in Rio en la tele con una copa de Limoncello… a la compañía de dos amigos que, de golpe, se han convertido en una pieza muy peculiar de mi puzzle… a un tiempo sólo para mí viendo un documental de Led Zeppelin… a ese mismo banco una noche más pero sin compañera… a un rato para masticar una extraña sensación que no logras despejar del camino… escuchaba los grillos cantar… eres rico por eso, había dicho tan sólo unos días antes… en esa segunda luna, era yo quien les escuchaba en la oscuridad… respirando hondo para notar cómo se me llenaban los pulmones… para darme cuenta de que, a pesar de todo, estaba… era…

La tercera luna la viví en uno de mis nidos, uno que resultó no estar tan mullido como otras veces… sentada en la puerta de la casa de mis padres, miraba esa luna sintiendo un pellizco en el alma… el que, quizás, te da saber que he agitado esa parte de mí a la que le da por decir verdades… con pleno conocimiento de causa de su repercusión… miraba esa bendita luna pensando en esas cosas que a veces necesito decir… despegándome durante un momento de esa esclavitud autoimpuesta del callar… no juzgando pero opinando… rajando con una navaja ese avispero que tengo dentro y por el que, a veces, no sé respirar con sangre fría… compartía noche con el jardín de mi casa… con el silencio y los coches que pasan por la carretera… masticando una extraña sensación entre la tristeza y la rabia…   esa que te da no entender las cosas… esa que te da saber que vida sólo hay una para vivirla, una única para escribir una historia propia… sopesaba el silencio con el fresco de la noche sabiendo que era necesario… pensando en esa niebla de invierno que había vivido de golpe como una auténtica premonición… sonrío… quizás así tenía que ser, me digo…

Con la cuarta luna, volví a este espacio que es mi casa para mirarla a través de una ventana… para olvidar que, durante tres noches, la había seguido de cerca y al aire libre… volvía a tener el barco pirata en ese extraño mar en calma que me permite colocar las piezas del puzzle… que me permite acariciarlas con las yemas de los dedos para saber qué hacer con ellas… respiro hondo... no sé por qué presiento que las fichas serán las mismas aunque con distintos colores… me río de las tormentas, pienso con una media sonrisa… me he convertido ya en una experta en manejar los cabos y en cambiar el rumbo… miraba esa luna por la ventana viéndola menguar… viéndola hacerse más pequeña mientras ese enredo que tengo dentro se hace más grande y menos nudo… tirando con calma del comienzo del hilo y de esa increíble necesidad por reconciliar realidad y ficción… sonrío… aprender a diferenciar entre vivir y no hacerlo… entre existir y sobrevivir… entre decir y callar… 

La vida conspira a nuestro favor, lo tengo claro… quizás, sólo por eso, tengo que coleccionar lunas menguantes…

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