martes, 17 de agosto de 2010

Mentiras al viento...

Sentada en esta torre que me separa del mundo, he logrado volver a respirar… hondo, profundo… llenando los pulmones de aire, sintiendo cómo entra… sintiendo cómo alivia esa presión que me niego a sacar de otra manera… un día de sol con ese ligero viento que parece haberse quedado a vivir para barrerlo todo a su paso… para arrastrar basura, para limpiar lo que está suelto… sentada en este lugar al que subo para escapar de todo y de todos, me di cuenta del superávit de mentiras… trampas, oí… trampas, sentí… trampas, viví… porque así me lo pedía ese que dicen que manda sobre lo demás y que, a mí, siempre me maneja… me río… soy el capitán de mi barco soy el amo de mi destino, decía Mandela y escribí en la pizarra del salón como consigna de vida… en esa casa mía que ahora me espera cerrada en Madrid, en esa otra vida real que tengo aparcada y para la que trato de ponerle una fecha de reencuentro… pienso en esa pizarra y en la voz de Mandela dándome cuenta de que no soy yo quien lleva mi destino… el que manda en realidad es eso que forma parte de mí y que me dirige… ese que me juega malas pasadas… ese que hace de mí lo que soy, ese que guardé durante tanto tiempo al fondo de un congelador para no vivir… para no sentir… para que las cosas no dolieran… para que nada existiera de verdad y en verdad… ese mismo al que creo que hoy le ha ganado la razón la partida…

Escribo de día, raro en mí… como sólo lo hago cuando algo me revuelve el océano sobre el que navego sin salir de mis montañas… lo sigo haciendo desde otro lugar al que siempre vuelvo… a dónde vas, me ha preguntado mi madre al salir de casa… a perderme, le he contestado con las llaves del coche en la mano… sobra que le diga que bajo al pantano, a ese mismo lugar al que tantas veces he ido a despedirme del sol… ese de tantos momentos compartidos con otros pero, también, sóla conmigo misma… hoy es una de esas tardes en las que he decidido desconectarme completamente… con los móviles silenciados, con Bebe en las orejas… con estos dedos a los que, de pronto, les cuesta tanto trabajo escribir… escribir, pienso… eso único que siento tan mío, eso que me ayuda a arrancarme el alma para sentir menos peso… hoy quizás mi musa cabrona haya vuelto a regalarme un rato de su compañía… una que me permita juntar palabras con los dedos que me dejen decir sin necesidad de que haya nadie cerca de mí… sigue habiendo viento, lo siento darme en la espalda provocándome un escalofrío muy dulce… acariciándome el pelo y las ideas… agitándome esas velas piratas para cambiar de rumbo…

Me he sentado conmigo misma para diseccionar ese mundo mío al que tengo tan descuidado últimamente… para rebobinar un día escrito en pasado entre osos, nubes y llamadas no contestadas… para rescatar silencios, rabia y honestidad… para permitir que los grillos de mi jaula me tiraran de los pelos para ayudarme a parar… a darle al stop de la inercia y sentarme a pensar… a poner esas cartas boca arriba, a decirme a mí misma verdades… a recordar el significado en las entrañas del verbo doler… hasta que me duela, dije… supongo que ahora lo hace y quizás por eso, sólo para darme cuenta, necesitaba esa sobredosis de soledad… para huir de una calle cruzada sin mirar atrás, para huir de una punzada que me hizo pisar acelerador… para olvidar cada gramo de azúcar de un día al sol… para arrancarme cada una de las palabras que se me han clavado hoy… he vuelto a acordarme del sitio que ocupo en el mundo, un territorio exclusivamente mío porque es mi propia vida… esa que, a pesar de estar partida en siete, solo tengo una oportunidad de vivir…

Sigo sintiendo el viento en la nuca acariciándome… borrando olores… agitándome el pelo… revolviéndome por dentro para hacerme recordar… para traerme a la memoria esas líneas de Benedetti que una buena amiga me regaló sin saberlo… ese “No te salves” que he leído, releído y vuelto a leer… sabiendo que no quiero salvarme… ni querer con desgana… ni dormirme sin sueño… ni, mucho menos, besar sin labios… respiro hondo… no he nacido para conformarme, pienso recordando mientras el viento me pega cada más fuerte… me río… curiosa casualidad la del viento, pienso, creo recordar otra noche en la que una tormenta perfecta me agitó por dentro… cuestionándome el peso de las mentiras, las decisiones y los silencios… sonrío… igual que aquélla noche, me gustaría ser ese viento para sentir esa libertad… libertad, ocho letras… respiro hondo mirándome las velas de este barco pirata que se ha dado una tregua… una para desenredar un ovillo que no puede tejerse…

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