Luces… se reflejan como miles de imágenes iguales pero
distintas en el techo… parecen bailar al ritmo de la música, da igual de qué
música… parecen hacerlo al compás, en una coreografía efímera e inexistente…
pero danzan… así son los recuerdos… las infancias… las exigencias de un guión
que parece perseguirte y formar parte de tu propio baile… danzan contigo, al
mismo ritmo… imponiéndote un reflejo que, quizás, ya no te pertenece… pero la
bola sigue girando… a un ritmo en el que todo son sonrisas, todo son regalos…
todo son aprobaciones y palmadas en la espalda… la dulce miel de la aceptación,
del asentimiento de cabeza… la bola baila para recordarte que eres cada pedazo
de luz… que todo eso, quieras o no, forma parte de ti… que se proyecta sobre la
pared y sobre los demás… partiendo lo que eres en millones de pedazos…
haciéndolos todos iguales y distintos… inundando un espacio prestado, uno en el
que tienes que brillar… tienes que ser… uno en el que se espera que lo seas…
Sombras… entre las luces, entre cada pedazo de esos reflejos
que no paran de moverse… que no paran de desperdigar lo que somos… dinamitando
cada no, cada momento de debilidad… cada una de las cosas que se espera de uno…
cada una de las cosas que, siguiendo el mismo guión, tienes que bailar… las
sombras esconden la eterna sonrisa… la falta de luz, el exceso de la misma…
envuelven eso que tratas de ser, ese egoísmo que te falta para hacer que la
bola gire sobre ti misma más que sobre el mundo de los demás… pesándote sobre
la cabeza como si fuera una losa… como si, con cada pedazo de luz, la sombra
fuera más grande… como si atrapara la necesidad que niega la luz de echar el
ancla, de parar a respirar hondo… de reivindicar el soy más allá de los demás… como
si la oscuridad robara parte del aliento, parte de la seguridad… como si
envolviera el saber dónde pones los pies en el fango más espeso y pegajoso…
Pero la bola gira… inundando de luces y de sombras…
recordando que ambas existen… que, a cada pedazo de ti que se proyecta, le
acompaña su dosis de oscuridad… una que nos negamos a ver deslumbrados por la
luz… una que se nos niega cuando la luz es la constante… pero gira y bailamos a
su ritmo, nos envolvemos en su claroscuro para formar parte del juego… para
recordar que somos luz antes que oscuridad… teniendo derecho a ser ambas cosas
a pesar de los clichés… a pesar de lo que se espera…
Foto | Fátima Cimadevilla
Foto | Fátima Cimadevilla
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