domingo, 6 de mayo de 2012

Aquelarres a la luz de la gran luna...

A la luz de la luna, llegué a esa cita planificada de brujería blanca con lista cerrada de invitadas… hace falta que vengas tú, leí a través de una pantalla mientras trataba de desenredarme el corazón desandando kilómetros… sonreí en mitad de esa extraña toma de conciencia al volante de saber que el tiempo se escapa, que estamos en un constante tiempo de descuento que mella esa palabra llamada “vida” de la que tomamos conciencia a los treinta… no compramos libros, me dijo la bruja Deseada al telefonillo de esa casa a la que cada vez que voy tengo que preguntar el piso… vendo Biblias, le contesté estirándome el cuello para tratar de paliar ese dolor que me ha secuestrado las neuronas… no sé si eso pasa por libro, contestó desconcertada… a la altura del segundo telefonillo, el santo y seña fue distinto… aspiradores señora, dije mientras la voz de Deseada me solicitaba completar los servicios con un operario para la máquina… la sonrisa que había fingido durante horas de esa tarde se convirtió en real cuando ella y Victoriosa me esperaban con la puerta entreabierta… dos abrazos medidos por temor a sentir dolor en el cuello después, dábamos vueltas en círculos por nuestras propias vidas y por esa casa que supone el templo de las pequeñas victorias… el templo de las noches de mujeres con nombre, el santuario en el que a veces nos encomendamos al destino con más armas que antes de llegar a la puerta…

Con dos cervezas y un vaso de agua, preparamos una mesa improvisada de pócimas personales… nada más descalzarme, las palabras de ese mantra que no planificamos comenzaron a surgir… compartiendo esas cosas de la vida que suceden y que ponemos en común como base fundamental de nuestra magia… con un colchón de Viscoelástica y una nueva casa por estrenar, desgranamos esos pasados que a veces son presentes así no queramos… casi tres años ya, preguntó Victoriosa con cara de alucine revalidando esa teoría del “tempus fugit” que llevaba entonando toda la tarde… repasamos esos e-mails impersonales y carentes de luz que aparecen para que nos demos cuenta de que las heridas han cicatrizado y no por arte de magia… mientras Deseada entonaba su propio cántico para inaugurar su nueva vida de gata con una cabeza de ciervo hecha de cuerdas, Victoriosa clavaba su propia bandera en un territorio desconocido demasiado compartido por carambolas de la vida… le hicimos trampas al destino hablando de tetas, de echarle morro a la vida… de los curiosos episodios de la vida en los que el tío de la basura te da su número de teléfono, de las despedidas de RadioTaxi… del increíble arte que supone no sólo decir que una se quiere a sí misma sino, además, enseñárselo a los demás… de un katovit que inauguró una lista que Deseada descubrió que no era tan virgen mientras achuchaba de manera impenitente moldes de magdalenas sentada en el suelo frente a un calefactor de aire...

Es la noche de la gran luna, dijo Victoriosa en lo que supuso una auténtica premonición frente a su propio brebaje de Bulldog con frutas del bosque congeladas… sonrío pensándolo… qué mejor manera de retomar estos aquelarres tan abandonados por una vida dividida entre bailes y kilómetros que a la luz de la inmensa luna… estás entre nosotros, me preguntó Victoriosa mientras se me partía un pedazo de magia a través de una pantalla… respondí a la oración autoimpuesta de no forzar más este cuerpo que somatiza lo que tiene alrededor, ese mismo que le ha restado potencia a mis vuelos sin escoba y que de alguna manera me ha hecho imponerme la gimnasia de volver a sonreír más… sonreí… y a ti te compensa, preguntó Deseada haciendo gala de ese recién estrenado estado de golpe militar contra su propia existencia… bien pasada la medianoche, ese rastro de existencia que llevo colgado al cuello me recordó que tenía que volver a mi propio santuario… lo hice estrenando una escoba voladora con ruedas que no admitía devoluciones y que ni siquiera pude llevar yo hasta el maletero de mi coche…

Unas cuantas palabras mágicas después, emprendí el vuelo de regreso a casa observando esa luna reina que cerraba el círculo de la noche… dándome cuenta de que, gracias a ese rato de brujería, la carga era menos pesada y la noche estaba más despejada… que, a pesar de haber llegado sin hacer honor a mi nombre, sí volvía a mi propio templo pronunciándolo... Doncella… sabiéndome honrosa de formar parte de una extraña hermandad en la que las heridas duelen menos, en la que las carcajadas suenan más… una en la que Victoriosa se metía en la cama pensando en su propia libertad, una en la que Deseada quizás lo haría pensando en el significado de su nombre... esa misma hermandad en la que, sin necesidad de mucho, aligeramos el alma y le ponemos la zancadilla al destino… sin más pócimas que palabras… con una magia que no se compra sino que, simplemente, surge…


Foto | FC

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