Con dos cervezas y un vaso de
agua, preparamos una mesa improvisada de pócimas personales… nada más
descalzarme, las palabras de ese mantra que no planificamos comenzaron a surgir…
compartiendo esas cosas de la vida que suceden y que ponemos en común como base
fundamental de nuestra magia… con un colchón de Viscoelástica y una nueva casa
por estrenar, desgranamos esos pasados que a veces son presentes así no
queramos… casi tres años ya, preguntó Victoriosa con cara de alucine
revalidando esa teoría del “tempus fugit” que llevaba entonando toda la tarde…
repasamos esos e-mails impersonales y carentes de luz que aparecen para que nos
demos cuenta de que las heridas han cicatrizado y no por arte de magia…
mientras Deseada entonaba su propio cántico para inaugurar su nueva vida de
gata con una cabeza de ciervo hecha de cuerdas, Victoriosa clavaba su propia
bandera en un territorio desconocido demasiado compartido por carambolas de la
vida… le hicimos trampas al destino hablando de tetas, de echarle morro a la vida… de los
curiosos episodios de la vida en los que el tío de la basura te da su número de
teléfono, de las despedidas de RadioTaxi… del increíble arte que supone no sólo
decir que una se quiere a sí misma sino, además, enseñárselo a los demás… de un
katovit que inauguró una lista que Deseada descubrió que no era tan virgen mientras
achuchaba de manera impenitente moldes de magdalenas sentada en el suelo frente a un calefactor de aire...
Es la noche de la gran luna, dijo
Victoriosa en lo que supuso una auténtica premonición frente a su propio
brebaje de Bulldog con frutas del bosque congeladas… sonrío pensándolo… qué
mejor manera de retomar estos aquelarres tan abandonados por una vida dividida
entre bailes y kilómetros que a la luz de la inmensa luna… estás entre
nosotros, me preguntó Victoriosa mientras se me partía un pedazo de magia a
través de una pantalla… respondí a la oración autoimpuesta de no forzar más
este cuerpo que somatiza lo que tiene alrededor, ese mismo que le ha restado
potencia a mis vuelos sin escoba y que de alguna manera me ha hecho imponerme la gimnasia de volver a sonreír más… sonreí… y a ti te compensa, preguntó Deseada haciendo gala de ese recién
estrenado estado de golpe militar contra su propia existencia… bien pasada la
medianoche, ese rastro de existencia que llevo colgado al cuello me recordó que
tenía que volver a mi propio santuario… lo hice estrenando una escoba voladora con
ruedas que no admitía devoluciones y que ni siquiera pude llevar yo hasta el maletero de mi coche…
Unas cuantas palabras mágicas
después, emprendí el vuelo de regreso a casa observando esa luna reina que
cerraba el círculo de la noche… dándome cuenta de que, gracias a ese rato de
brujería, la carga era menos pesada y la noche estaba más despejada… que, a
pesar de haber llegado sin hacer honor a mi nombre, sí volvía a mi propio
templo pronunciándolo... Doncella… sabiéndome honrosa de formar parte de una extraña
hermandad en la que las heridas duelen menos, en la que las carcajadas suenan
más… una en la que Victoriosa se metía en la cama pensando en su propia libertad, una en la que Deseada quizás lo haría pensando en el significado de su nombre... esa misma hermandad en la que, sin necesidad de mucho, aligeramos el alma y le ponemos la
zancadilla al destino… sin más pócimas que palabras… con una magia que no se
compra sino que, simplemente, surge…
Foto | FC
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