"Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata
a sus animales"
Mahatma Gandhi
Apareció por casualidad,
era ese despojo despeinado y mal oliente que te miraba desde debajo de una mesa
del bar… el mismo que te gruñía cuando te acercabas, el que al principio no
dormía tranquilo porque siempre estaba en guardia… se llama Jack Sparrow, me
dijo Alvarito cuando le pregunté de dónde había salido, el perro más sucio a
este lado del Atlántico… el mismo que se pasó la noche de Santiago enroscado en
mitad de la plaza, sorteado por la gente… de aquélla, me llamó la atención que
un animal tan asustadizo estuviera allí… estos días de fiesta por la mañana, me
explicó mi hermana, la gente le da lo que les sobra del bocadillo… reconozco
que me despertó una ternura absoluta esa criatura que, cada tres zancadas, se
caía rendido… está muerto de hambre, decía la gente… creo que, por primera vez,
la expresión muerto de hambre cobró todo su significado…
Jack pronto se convirtió
en uno más de los que concurríamos por el bar… estaba allí desde por la mañana,
tumbado contra el muro… gruñéndole a los perros, gruñéndonos a las personas…
duerme en la bolera, me contó mi hermana, han intentado adoptarlo pero vuelve
siempre aquí… la primera teoría sobre ese extraño comportamiento era que le
habían dejado en el bar y, quizás, esperaba que volvieran a por él… por eso, cuando
alguien abría la puerta de un coche, se arrastraba hacia él… quizás por eso
mismo le atropellaron dejándole más malherido si eso era posible de lo que ya
estaba… lo que no sabíamos es que, más allá de sus calamidades, él había
decidido dónde quería quedarse… poco a poco, Jack dejó de gruñir… a ese cubo de
comida que le preparaba Alvarito cada noche, siempre acompañado de un litro de
leche, empezaron a sumarse las bolsas de las sobras de las comidas de las
casas… el cocido de Soraya, los huesos de unas costillas que se habían comido
en casa de Vero… esto es para Jack, decía mi madre a diario después de comer
señalando una bolsa preparada sobre la encimera… un día eran lentejas con
chorizo que devoraba, otro judías verdes con jamón… un buen día, Jack tuvo
collar… uno azul… se lo ha traído Cris, me explicó mi hermana contándome cómo
esa veraneante como nosotras había venido de la clínica veterinaria dónde
trabaja cargada con cosas para él… una pipeta, unas vacunas… Jack empezó a
salir de debajo de sus escondites, empezó a tumbarse entre las mesas de madera de la
terraza… empezó a mover el rabo cuando te veía venir con una bolsa, sin
discriminar cuál era su contenido… empezó a querer mimos al vernos incluso sin
bolsa…
Siguió siendo un perro
despeluchado y sucio hasta que comenzó a mudar todo el pelo… a su aspecto despeinado
le acompañaba una mirada triste, una que a pesar de lo mal que olía era
imposible no corresponder con una caricia a sabiendas de que tenía pulgas… con
dejarle pirañearte, consintiéndole pegarte pellizcos con los dientes…
cogiéndote de la manga de la chaqueta para que le hicieras caso, gruñéndote
cuando intentabas dejar que dejara de jugar… dándote con la pata o apoyándotela
en la rodilla para recordarte que estaba ahí… se dejó peinar por mi hermana y
por mí en un afán por quitarle el pelo muerto, por devolverle la dignidad de un
animal que a pesar de las penurias seguía respirando… a pesar de que tuviera
constantemente pesadillas cuando dormía,
a pesar de que se abalanzara sobre las bolsas de plástico como si no
hubiera comido nunca… el que ha pasado hambre, me dijo una vez mi padre
sabiendo de qué hablaba, siempre recuerda que ha pasado hambre… recordé esa
sabia frase mirándole comer una
tempranísima tarde de septiembre que suponía una despedida… diciéndole a
Alvarito que tenía que quitarle el collar, que necesitaba un agujero más porque
había crecido… crecer, reconozco que me hizo ilusión pensar en que estábamos
conjugando ese verbo… que ese cachorro crecía…
Hoy me he reencontrado con
él… nada más verme, se ha levantado para venir hacia mí meneando el rabo…
mordisqueándome y dándome con la pata… qué guapo está, no paraba de repetirle a
Alvarito que asentía con la cabeza… Jack ha mudado todo el pelo, ha crecido
en los poco más de diez días que he estado sin verle… no podía dejar de hacerle
mimos y además ya no olía mal… ha cogido peso, mira con ternura pero con
menos tristeza… Álvaro le miraba embobado, Jack le miraba del estilo a él...
Alguien le abandonó, le adoptamos entre todos y él adoptó a Alvarito... quizás, porque él también a pesar de sus gruñidos y su mal olor, nunca le negó ni una caricia ni un litro de leche...
Alguien le abandonó, le adoptamos entre todos y él adoptó a Alvarito... quizás, porque él también a pesar de sus gruñidos y su mal olor, nunca le negó ni una caricia ni un litro de leche...
Foto | FC
4 comentarios:
Me ha encantado sister. Primero porque ya sabes que escribes como los ángeles. Y segundo porque es el "pirañón de Acebedo".
TQM.Besote.
Yo tampoco podía dejar de decirle a Álvaro lo guapo que está!!
Genial entrada..
Gracias a las dos... por leer y por decir!
Besitos
Un texto precioso para una "verdad verdadera". Añadire sólo que si le hizo asco a la ensalada de manzana de mi abuela Pili (tia de alvarito) y no me extraña...jajajajaa!!!! Jack es único...de todos y de nadie...aunque ya es por siempre...de Alvaro, que siempre dijo que "no" con la cabeza pero "SI" con el corazón!!!
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