martes, 4 de septiembre de 2012

Nieblas, moralejas y despedidas...


En mitad del frío y haciendo un alto en el camino, me salí de la ruta que tenía marcada… será sólo un momento, me dije a mí misma conduciendo hacia dónde no debía… hacia dónde sólo habría niebla y silencio, dónde sólo quedaría un anochecer escalofriado bajo una chaqueta roja… me senté en la misma mesa en la que me he sentado muchas veces… en mitad de la noche para escuchar cómo suena la tierra, en mitad de la tarde para oír la melodía de la niebla… me senté con la misma manta que me acompaña siempre, esa que si hablara tendría muchas historias y secretos que contar… me encendí un cigarro hecho a mano… uno que lié con esmero recordando otros compartidos, otros que pasaron a esa carpeta llamada “ayer”… la misma en la que se guardan todas esas cosas que, quizás, sólo suceden dos noches… esas mismas cosas que, quizás, nunca más se repetirán… sentí frío, intenté darle al stop de esa enorme centrifugadora que me supone la mente… mañana me voy, sonó en el aleatorio de ese iPhone que parece tener una puntería que ni la del mejor tirador… sonrío… mañana quizás sea hoy, y la despedida no tenga una melodía distinta al silencio…

Mientras Lagarto plagaba mi mente con palabras que ya conozco, recordé esas desconocidas… esas que no se dicen pero se saben, esas que convierten un rato a medias en un mundo sólo para dos aunque no sea compartido… esas que a veces necesitamos escuchar, esas que otras veces sabemos que dolerá hacerlo… recordé una noche de vestido blanco, otra de chaqueta roja… recordé a qué saben los buenos momentos que se viven aquí con una intensidad que no regala ningún otro lugar, cómo huelen las madrugadas de palabras y compañía… recordé esos perros adoptados que hicieron sonreír… respiro hondo… quizás a veces la vida te pone estas zancadillas, quizás a veces hacen falta para volver a sentarse sóla entre la niebla… para hacer oídos ciegos a una pantalla que escupe líneas, para cegar los ojos y hacerlos sordos ante esas despedidas para las que no suelo estar preparada… sonrío… quizás la magia es tener que decirse adiós, pienso, quizás porque tienen esa magia cuesta tanto hacerlo… recordé una moraleja que no se escribía en este cuento, recordé una noche en la que tuve que tirar migas de pan para volver a encontrar el camino de vuelta… demasiados recuerdos para muy poco tiempo, pensé... una factura increíblemente alta cuando lo que toca es abonarse al silencio...

La misma niebla, pensé, pero sabe distinta… sabe a una despedida que no se comparte, a una luna impresionante de verano asomando para recordarme que me quedaba camino por andar… para recordarme palabras prohibidas y hasta luegos que pueden ser adioses… ausencias que sé que pesan como losas, deseos que se quedarán guardados en un bolsillo... sonrío… queda mucho camino todavía, pensé, nunca se sabe dónde termina…

Con mas premeditación que aleatorio, esto sonaba en mi coche cuando me tocó desandar... una canción que estrené una tarde-noche de final de agosto y que, como otras, me recordará siempre el final de un extraño verano...



Foto | FC

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