
Él siguió con su trabajo mientras se fumaba el Lucky que le había dado despacio, disfrutándolo... saboreando el sabor del tabaco... y yo seguí con mi labor de mandar un mensaje... mientras la escribía, la Rambla fluía a mi alrededor... gente corriendo, paseando, abrazados, de la mano, sólos... de cualquier nacionalidad o estilo... quizás por eso me gusta tanto Barcelona... y en ese momento de abstracción que disfrutaba a caballo entre el calor del asfalto y el fresquito del aire... pasó... un hombre de unois 65 años pasó por delante de mí... y comenzó preguntándome la hora... se la di... pensé que era el fin de la conversación... pero no... acto seguido me preguntó que cuánto cobraba... y me pareció tan irreal la pregunta que de mi boca salió un "¿Perdón?"... lo repitió... y acto seguido, hice examen de conciencia de cómo iba vestida y de si podía llamar al error... pero un pantalón largo negro y una camiseta de tirantes no son precisamente atuendo como para que te pidan presupuesto... "lo siento, pero creo que se ha equivocado"... y no se fue... me preguntó si podía sentarse conmigo y yo, algo incómoda con la situación, le contesté que estaba sentada en la calle y que la calle era pública... "sólo quiero poder mirar algo bonito"... y se sentó sin decir más... yo me aparté... y comenzó a contarme su vida... mientras yo miraba los calcetines blancos de deporte que parecían brillar en contraste con unos pulidos zapatos negros recién limpios...
Comenzó a contarme que se aburría en casa... que desde que estaba viudo se le caía la casa encima... que salía a pasear mucho y que Plaza Cataluña le encantaba... que estaba deseando que llegaran las vacaciones porque se iba a Salou ocho días... hasta el precio del viaje me dijo... yo le escuchaba guardando las distancias y sin apenas abrir la boca... no hacía falta, sólo quería hablar él... en medio de su perorata, llegó la llamada... me tengo que marchar... "has quedado con el novio para hablar?" me preguntó... y el nudo que vive en mi estómago se dio cuenta de la realidad... aquél hombre no quería sexo... no buscaba una puta con la que compartir sensaciones o sacarse de encima un instinto animal... quería hablar, sólamente hablar... se levantó para despedirme... "que tengas buena noche y que pases un buen verano" me dijo... y yo crucé el paso de cebra dejándole de nuevo allí sentado...
Pensando en lo difícil que hacemos la vida como para que un hombre adulto necesite pagar para ser escuchado... cómo es la soledad de las grandes ciudades que no pueda mantener una conversación trivial, absurda, ridícula... casi, casi doméstica... con nadie... salvo con un desconocido... y lo peor fue cruzar aquél paso de cebra pensando que aquél hombre, esa persona, bien podré ser yo dentro de unos años... que esa es la sociedad que estamos creando, el mundo sin sentimientos que procuramos con nuestras actuaciones... y que ese hombre, esa persona, era una más de las tantas que cada noche recorren La Rambla o cualquier otra calle de cualquier ciudad buscando compañía... quizás sólo para hablar... para contarle a alguien las cosas que le hacen daño... las que no sabe con quién compartir...
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