sábado, 3 de abril de 2010

Una tarde con Ana...


Qué haces hoy, me preguntó a través de una pantalla… comer contigo, le contesté… teníamos ganas de vernos de verdad… primero apareció aquí por sorpresa una tarde de lunes mientras yo me acababa de arreglar para el estreno de “Lluvia”… sólo cinco minutos, le escuché que le decía a mi madre, que me están esperando abajo en doble fila… cuando asomó su sonrisa por la puerta del baño, reconozco que me encantó verla de nuevo en casa… qué guapa estás, nos dijimos casi a la vez… su visita de cinco minutos se zanjó -en cinco minutos- que prometían pasar un ratito de un día juntas… hace mucho que no nos vemos, le dije hoy cuando ha venido a casa… reconozco que abrazarla es uno de esos pequeños placeres vitales que tengo… ese cuerpo minúsculo, esa sonrisa tan suya… ella siempre será una niña para mí, pese a todo… pese al tiempo, las circunstancias… para ella soy su nido y para mí ella es uno de mis polluelos… nos debíamos un rato para nosotras, uno después de muchos meses y alguna que otra conversación apresurada… mientras acababa de cocinar, charlábamos… pedimos cualquier cosa, me había dicho por teléfono… verduras o bacon con cebolla, le contesté… no me hizo falta decirle más… en cierta manera, reconozco que sabía que decía las palabras mágicas… bacon y cebolla, se rió al otro lado del teléfono…

Para cuando llegó, estaba terminando de hacer la comida después de volverme loca buscando un mantel negro que es el de mis propios momentos especiales… el juego del escondite este que tengo montado en casa –y en el que no participo, pero sí lo sufro- me impidió encontrarlo con mi consiguiente cabreo por no poder poner la mesa como querría… ella no paraba de insistir en que no me preocupara más, yo no paraba de revolver -jurando en arameo- los armarios en busca del bendito trozo de tela… pero si está preciosa así, me decía ella con esa cara de “no te entiendo” que pone a veces… por algún motivo quizás ridículo, su presencia de nuevo en casa para mí era un motivo de alegría que justificaba vestir esa mesa en la que hace mucho que no tengo invitados… mientras terminaba de hacer la pasta, charlábamos de su vida… de esa nueva que ha empezado después de tanto trabajo, de tanto sufrir… te veo muy bien, le dije mientras probábamos los tallarines que sé que la privan… lo estoy, me contestó… me quedé mirándola, recordando muchas tardes de jardín en Acevedo… muchas en las que ella y mi hermana me agarraban cada una de una de mis manos para salir a la calle… sonrío… supongo que, pese a todo, nunca lograré ver a ninguna de las dos como adultas… para mí, a pesar de todo, siempre necesitarán que las lleve de esa manera que a pesar de no protegerlas de nada a ellas las hacía sentir que sí…

Masticábamos pasta y queso de cabra frito contándonos esos episodios de vida que nos habíamos dejado por el camino de estos meses de ausencia… hablando de lo difícil que se le estaba haciendo colarse en el corazón de unos niños que, pese a no ser suyos, forman parte de su familia… hablando de esa suegra recién estrenada adicta a cualquier telenovela de los mil canales del TDT… la veía hablar de esa nueva estampa familiar suya sabiendo que, pese a todo, suponía un triunfo en su vida… uno después de muchos años de espera, de penas… de clandestinidad, de mentiras… de vivir en la sombra pese a sentir algo que a ella le alumbraba un camino que, quizás, no entendía quien había a su alrededor… la miraba hablar viéndola niña pese a no serlo… sabiendo como sé que formamos un peculiar clan en el que ella escupe y yo nunca la juzgo… supongo que porque siento que no tengo derecho a hacerlo, quizás simplemente porque respeto que cada uno viva su vida a su manera aún no entendiendo el por qué…

Con el cigarro de la sobremesa, pasó al ataque más directo… y tú qué, me preguntó con ese tono medio macarra que emplea a veces y que forma parte de su manera de hablar… puse los ojos en blanco, sonreí… respiré hondo dándole una calada al cigarro y comencé a escupir mi propia existencia… esa que de pronto entendí que no tenía mejor interlocutor… esa que, sin entender por qué, necesitaba contarle a ella a pesar de habérsela contado a otros antes… fumaba pausadamente mientras yo escupía sin parar mis mil preguntas, mis mil impresiones… ese millar de cosas que, a veces, se me amontonan entre las neuronas levantándolas en armas… me reí para mí pensando en cuántas veces la historia había sido a la inversa… en cuántas tardes habíamos pasado tratando de amedrentar a ese ejército neuronal suyo que tenía mucho más que ganar que el mío… con un intento de salir de casa para tomar café, volvimos con el bendito líquido en dos vasitos de papel dispuestas a sentarnos en el sofá… dispuestas a seguir haciendo eso que tanto nos gusta, simplemente pasar tiempo juntas… yo con mi humo, ella con sus historias paranormales que a mí no dejan de alucinarme por la parsimonia con la que me las cuenta… recordando una tarde de verano en la que compartimos un café a tres, una en la que me afilé la lengua para decir cuánto quise con esa autorización suya que fue mantenerse en silencio mientras yo sólo disparaba… menudo chaparrón le echaste, me dijo entre risas… te pareció mal, le pregunté sabiendo su respuesta… supongo que, a pesar de todo, no puedo evitar que se me despierte el alma felina y que la defienda como lo hace una leona con sus crías… quizás porque, pese a todo, siento que por eso estoy en su vida… o quizás, simplemente, porque creo que en el reparto de papeles me tocó interpretar ese…

Me tengo que marchar, me dijo poniendo esa carilla tan suya que le marca un hoyuelo en una de las mejillas… sonreí… el mismo gesto de siempre, la misma señal… la abracé mientras ella ya tenía puestos los pies sobre el felpudo de la entrada de casa… susurrándole al oído que no pasaran tantos meses hasta la próxima vez… claro que no, me dijo dejándose achuchar, te prometo que una de las veces que baje a Madrid vengo a verte… la vi irse por el pasillo mirándola con una media sonrisa… esa que te permite sentir la calma después de que su tormenta haya desaparecido… sabiendo que, a pesar de todo, para ella las nubes eran simplemente atrezzo… cuestión de tiempo, cuestión de querer… sonrío… su credo sirvió, pensé para mí, quizás por eso ahora sonríe como hacía mucho tiempo que no lo hacía…

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