jueves, 1 de abril de 2010

El padre Tomás...

Por lo menos, le dije delante de una taza de café pese a ser las dos de la tarde, tendremos que ir hasta allí… me quedé dormido, alegaba Ovalle con cara de resignación y sus característicos ojos de resaca… me reí… ambos sabíamos que el sábado por la mañana tenía lugar en el pueblo un pequeño acontecimiento que, sin ser de esos que se lanzan en primera plana de un periódico, era importante… le concedemos al padre Tomás la medalla de hijo predilecto del pueblo, me había dicho el alcalde tan sólo un par de días antes… ninguno de los dos habíamos ido a la ceremonia, ninguno de los dos se había levantado a tiempo… y, sin embargo, ambos no sólo compartíamos sangre con él sino además las ganas de volver a verle… antes de que se haga más tarde, le dije levantándome de la silla, vamos hasta el Ayuntamiento… salimos a la calle mientras él me comentaba las batallitas de la noche anterior, una noche de la que yo había prescindido porque simplemente preferí una noche de barra con la rubia… no me arrepentía de no haber salido, pero reconozco que me divierte muchísimo enterarme de lo que ha sucedido pese a no estar…

Caminábamos hacia el Ayuntamiento, él parapetado tras sus gafas de sol y yo riéndome de lo que me contaba otro habitante de este lugar que se sumó a la comitiva, cuando le vi de lejos… no reconocerle sería imposible… su figura esbelta un pelín encorvada, el pelo blanco… la misma estampa que recordaba de mi infancia aunque, quizás, ahora sea algo más pequeño… vestido de negro y gris, como siempre, me di cuenta de que sostenía en una mano un bastón… al verle, sonreí… seguía teniendo esa misma silueta que le hace característico… esa que recordaba pasear por el pueblo con un andar pausado, con ese cuerpo alto para su edad y la media de esta zona… el padre Tomás es una de esas personas especiales que, pese a ser fraile, hacen que crea un poco en el ser humano… quizás por la paz que se respira a su lado o quizás, simplemente, por su peculiar manera de ser… es de esos hombres que no sólo habla sino que, además, sabe escuchar… de esos que usa el castellano a un ritmo pausadamente melódico, con una entonación que convierte sus intervenciones en un silencio a su alrededor… es imposible no prestar atención a cuanto dice y a su manera de hacerlo… con esa pronunciación impecable de cada sílaba y cada acento… quizás por eso sea Premio Nacional de las Letras, pensé para mí colocándome a su lado mientras él charlaba con alguien, de existir un cielo supongo que los ángeles deben hablar como lo hace él…

Ovalle le saludó con dos besos y un abrazo que él sonrió… ochenta y muchos años son demasiados como para que no te emocione volver a encontrar a una generación de tu sangre pese a su resaca encubierta… el padre Tomás siguió charlando, mostrando la medalla que colgaba de su cuello y que conmemoraba que es –sin duda alguna- el hijo más ilustre de este lugar perdido entre montañas… no la vas a saludar tío, le preguntó Ovalle con una media sonrisa… creo que no conozco a esta mujer tan elegante, contestó… me reí para mí contemplando que, de buscar en la RAE la definición de “elegante”, sin duda no sólo no aparecería mi nombre sino que además no lo haría en estas circunstancias puebliles… botas de montaña, pantalones de pana, jersey de cuello vuelto… soy Fátima tío, le dije con muchísima ternura… noté cómo le cambiaba la cara, cómo su interrogante pasaba a ser una enorme sonrisa… le abracé para darle dos besos y saludarle como correspondía… me sonreía sin parar… preguntándome por los míos, por la mano de mi madre… diciéndome que hacía mucho tiempo que no me veía, que me veía mucho más mayor que la última vez… me hizo gracia pensarlo… no hace tanto que no me ve, pensé para mí, pero quizás sí es cierto que desde la última soy diferente… te veo bien tío, le dije pasándole el brazo sobre los hombros… estoy bien mal, me dijo sonriendo, el castellano es la única lengua que permite unir esos dos adjetivos en la misma frase y que tengan sentido… sonreí… supongo que, pese a que se queja de que ahora tarda mucho más tiempo en hacer lo que antes le suponía un rato, seguirá siendo siempre un gran amante de esa lengua que él maneja y utiliza… sigues escribiendo, me preguntó mirándome por encima de las gafas… sonreí para mí, sabiendo que me iba a hacer esa pregunta… asentí contándole estas novedades de mi ya menos estrenada vida de gata mientras él me miraba detrás de sus gafas… no dejes de hacerlo nunca, me contestó cuando terminé, es una gimnasia que nunca debes perder… quizás por eso siento este cariño tan especial por él, porque entiende las palabras como lo hago yo... como algo necesario para vivir, como una manera no sólo de contar sino de ser...

Como le estaban reclamando en el salón de plenos, subimos con él para acompañarle… al llegar arriba, todos los que andaban por allí entre pinchos de tortilla y vino español querían decirle algo… enseñaba su medalla en lo que yo rechazaba con una enorme sonrisa una pasta que me ofrecía la abuela de una amiga… una abuela que no sólo estaba empeñada en que me la comiera sino que, además, estaba empeñada en que Ovalle era mi novio… hay que ver, me decía medio mosqueada, que no me lo has presentado… nos miramos, nos reímos… ella no entendía por qué pero para nosotros resultaba, cuanto menos, una imagen cómica… mi resacoso compañero me anunció su retirada para ir a comer, una retirada que secundé despidiéndome de esa eminencia en Santa Teresa y considerado religioso del Vaticano… guárdame dos periódicos, me dijo antes de despedirme, y me los mandas a Burgos… le contesté que contara con ello mientras le sonreía… esta vida es curiosa, pensé mientras Ovalle me bajaba como el que carga un fardo de patatas escaleras del Ayuntamiento abajo, con la cantidad de reconocimientos que ha recibido y le hace ilusión verse en el Diario de León… quizás por eso sea un ser especial porque, a pesar de todo, sigue manteniendo esa misma humildad que le hace ser simplemente el padre Tomás… un fraile que respira paz, que habla con calma… que no trata de evangelizarte, que usa las palabras acariciándolas al hablar… que devora libros en su celda de Burgos… que, a pesar de ser quien es, sigue manteniendo esa misma sencillez dentro de un cuerpo esbelto y alto por el que a pesar de las décadas siguen sin pasar los años…

Volviendo a casa le recordé dándome la comunión, su llamada la noche antes de ese supuesto gran día de tu infancia... estás nerviosa, me preguntó con esa misma voz por la que parecen no pasar los años, mañana es un día importante… tenía sólo ocho años y, sin embargo, recuerdo esa conversación como uno de mis grandes tesoros... le recordé sentado en el jardín de su casita de Acevedo leyendo muchos veranos atrás… le recordé aquél verano en el que ejercí de monaguillo sólo para estar con él más tiempo porque me fascinaba esa paz que tenía y esa manera de ser… le recordé sentado con mi abuelo en el jardín, hablando de la historia de este lugar y de las tramas sociales que subsisten en este rincón del mundo… le recordé cuando escribió el único libro que existe de la historia de este lugar… a partir de aquí, me dijo señalando el libro sentados en el jardín, tienes que continuar tú escribiendo de dónde vienes… supongo que no estuve a la altura de sus expectativas y que esa labor de compilación de estas raíces mías se quedarán huérfanas con su libro el día que él no esté… tal vez algún día, pensé entrando en casa mientras sonreía a ese candor tan particular que tiene… a esa calma que, quizás, proceda de la fe que siente y que no sé lo que es… volverás en verano, le pregunté al despedirme de él… sólo Dios sabe, me contestó arqueando las cejas con una sonrisa burlona…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bonito potxoli!!