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Caio Studio Maximus |
En la última luna
llena de marzo, un reino lejano vivió su peculiar noche… era la de las
máscaras, esa en la que todos los habitantes de una pequeña nación se vestían
de otras personas… interpretaban un papel decidido, uno que tenía por caducidad
la madrugada… se transformaban así durara sólo una luna, era la oportunidad de
ser otra persona… la noche llegó para reinar como ninguna y todos los
habitantes de aquélla pequeña nación acudieron a la cita… hombres vestidos de
mujeres, ratitas presumidas… indios y vaqueros, el “8” del 11888… la noche era
cálida a pesar de que la fecha de semejante evento apenas le quitaba una manga
al abrigo del invierno… aquélla pequeña nación respiraba la excitación de que
había llegado la velada tan esperada… un baile distinto en el que todos jugaban
a ser otras personas…
Las puertas del
salón de baile se abrieron bajo el paraguas de la música… de esa que inundaba
el espacio, la misma que se le colaba por los poros a todos los participantes
del baile… se hablaba, se reía… se sonreía… se respiraba una extraña atmósfera
de felicidad y de felinidad… todos los habitantes de aquélla pequeña nación
disfrutaban del paso del tiempo descubriendo a sus vecinos vestidos de otros…
movían sin parar los hielos de sus bebidas, miraban a su alrededor destapando
máscaras con la mirada… volaban besos, besaban manos… jugaban el papel a la
perfección siendo quienes no eran… mirando por encima de unas máscaras que a
veces no llevaban en la cara… médicos se movían entre piratas, una sevillana se
peleaba con una peineta… un joven se vestía de otro joven con una precisión tan
absoluta que era reconocible… un casado se vestía de soltero, una desconocida
de búho… aquel extraño maremagnum de personajes ficticios hablaba, reía…
cazaba… miraba, sentía…
Entre toda
aquélla extraña fauna de personajes, uno de los habitantes destacaba… iba a
cara descubierta, sin aparente máscara… sonreía nerviosa, sonreía sin parar…
observaba a su presa, tonteaba con sus otras presas… aquél extraño habitante se
movía con pasos rápidos, con gestos bruscos que creyó delicados… con otros que
creía hacer con total discreción… olisqueaba las conversaciones de los demás,
fumaba mientras observaba… estaba en todas partes, sus ojos llegaban a cada
rincón… siempre la misma mueca que simulaba una sonrisa, siempre la misma
risita histérica que aparentaba ser una risa…
Para cuando
aquélla noche mágica comenzaba a convertirse en mañana y los habitantes de la
pequeña nación volvían a sus casas, ese otro habitante trató de disimular su
disfraz… hablando con una naturalidad inexistente, intentando hacer de ella una
máscara que no podía disimular la que realmente llevaba puesta… lo que
realmente era, más allá de noches marcadas en el calendario o de encuentros
sociales… con el baile terminado, aquel habitante de una pequeña nación no
podía ni siquiera disimular con otro disfraz su realidad… no podía ocultar su
risa nerviosa, su sonrisa escrutante… sus gestos zafios creyéndolos delicados…
para cuando las puertas del salón de baile cerraron, decidió dar su última
dentellada… un último intento por ocultar su condición, una última pista para
acabar de demostrar cual es una auténtica cara que no hay disfraz que oculte…
A su risita
nerviosa le siguió una respuesta corta, una en la que los disfraces y las apariencias importaban menos que
nunca… ya no había luna, el cielo amanecía… y, para cuando el sol estaba a
punto de inundarlo todo, aquel habitante que no pudo disimular su disfraz se
retiró como sólo lo hace su raza… sonriendo, con ese extraño sonido que alguien
interpretó como risa y otros como advertencia… creyéndose inmune e impune de
una velada en la que, a pesar de sus intentos, no había logrado clavar sus
colmillos con la violencia que deseaba… una en la que ni el tintineo de los vasos
ni el ruido de las palabras ni las caras tapadas habían podido enmascararla…