miércoles, 20 de abril de 2011

La noche de la hiena

Caio Studio Maximus
En la última luna llena de marzo, un reino lejano vivió su peculiar noche… era la de las máscaras, esa en la que todos los habitantes de una pequeña nación se vestían de otras personas… interpretaban un papel decidido, uno que tenía por caducidad la madrugada… se transformaban así durara sólo una luna, era la oportunidad de ser otra persona… la noche llegó para reinar como ninguna y todos los habitantes de aquélla pequeña nación acudieron a la cita… hombres vestidos de mujeres, ratitas presumidas… indios y vaqueros, el “8” del 11888… la noche era cálida a pesar de que la fecha de semejante evento apenas le quitaba una manga al abrigo del invierno… aquélla pequeña nación respiraba la excitación de que había llegado la velada tan esperada… un baile distinto en el que todos jugaban a ser otras personas…

Las puertas del salón de baile se abrieron bajo el paraguas de la música… de esa que inundaba el espacio, la misma que se le colaba por los poros a todos los participantes del baile… se hablaba, se reía… se sonreía… se respiraba una extraña atmósfera de felicidad y de felinidad… todos los habitantes de aquélla pequeña nación disfrutaban del paso del tiempo descubriendo a sus vecinos vestidos de otros… movían sin parar los hielos de sus bebidas, miraban a su alrededor destapando máscaras con la mirada… volaban besos, besaban manos… jugaban el papel a la perfección siendo quienes no eran… mirando por encima de unas máscaras que a veces no llevaban en la cara… médicos se movían entre piratas, una sevillana se peleaba con una peineta… un joven se vestía de otro joven con una precisión tan absoluta que era reconocible… un casado se vestía de soltero, una desconocida de búho… aquel extraño maremagnum de personajes ficticios hablaba, reía… cazaba… miraba, sentía…

Entre toda aquélla extraña fauna de personajes, uno de los habitantes destacaba… iba a cara descubierta, sin aparente máscara… sonreía nerviosa, sonreía sin parar… observaba a su presa, tonteaba con sus otras presas… aquél extraño habitante se movía con pasos rápidos, con gestos bruscos que creyó delicados… con otros que creía hacer con total discreción… olisqueaba las conversaciones de los demás, fumaba mientras observaba… estaba en todas partes, sus ojos llegaban a cada rincón… siempre la misma mueca que simulaba una sonrisa, siempre la misma risita histérica que aparentaba ser una risa…

Para cuando aquélla noche mágica comenzaba a convertirse en mañana y los habitantes de la pequeña nación volvían a sus casas, ese otro habitante trató de disimular su disfraz… hablando con una naturalidad inexistente, intentando hacer de ella una máscara que no podía disimular la que realmente llevaba puesta… lo que realmente era, más allá de noches marcadas en el calendario o de encuentros sociales… con el baile terminado, aquel habitante de una pequeña nación no podía ni siquiera disimular con otro disfraz su realidad… no podía ocultar su risa nerviosa, su sonrisa escrutante… sus gestos zafios creyéndolos delicados… para cuando las puertas del salón de baile cerraron, decidió dar su última dentellada… un último intento por ocultar su condición, una última pista para acabar de demostrar cual es una auténtica cara que no hay disfraz que oculte…

A su risita nerviosa le siguió una respuesta corta, una en la que los disfraces  y las apariencias importaban menos que nunca… ya no había luna, el cielo amanecía… y, para cuando el sol estaba a punto de inundarlo todo, aquel habitante que no pudo disimular su disfraz se retiró como sólo lo hace su raza… sonriendo, con ese extraño sonido que alguien interpretó como risa y otros como advertencia… creyéndose inmune e impune de una velada en la que, a pesar de sus intentos, no había logrado clavar sus colmillos con la violencia que deseaba… una en la que ni el tintineo de los vasos ni el ruido de las palabras ni las caras tapadas habían podido enmascararla…

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