lunes, 14 de noviembre de 2011

Cuando me soltaron una mano...


Este es el secreto, dijo el zorro, sólo se ve bien con el corazón... lo esencial es invisible a los ojos...
Lo esencial es invisible a los ojos, repitió el Principito...
Eres responsable para siempre de lo que has domesticado, dijo el zorro...
El Principito, Antonine de Saint Exupery


Durante muchos años de mi vida, utilicé cada una de mis manos para agarrar fuerte otra… para transmitir ese pequeño gesto de protección que a uno le inculcan en la infancia… no la sueltes, decía mi madre antes de salir de casa… antes de abandonar ese jardín que para nosotras era un auténtico universo de comidas hechas con barro, carreras de carretillas y juegos de pistas… de una manera natural, ese singular de agarrar una mano se convirtió en un plural… no las sueltes, decía mi madre siempre que salíamos de casa… yo, la más mayor de las tres… yo, la supuestamente más responsable de las tres y con fama de valiente… yo, la que se hacía cargo de dos niñas… de una hermana propia y de otra que, a falta de otros hermanos, me tenía a mí… reconozco que nunca me supuso un problema a pesar de esas rencillas infantiles de los años de diferencia… a pesar de los juegos prohibidos para las menores, a pesar de ese ritmo imparable que supone crecer… era la perfecta defensora cuando pasaban las vacas, la que nunca tenía miedo de los mastines de las ovejas… la que defendía a dos niñas igual que yo pero con menos años de todas esas cosas que suponían un miedo para ellas…

Crecimos y, con los años, seguí llevándolas de las manos… las vacas seguían asustando, los perros ya no parecían tan grandes… en el camino de hacernos mayores, compartimos miedos y secretos… compartimos ilusiones y lágrimas… seguimos yendo de las manos como si las mías supusieran una columna vertebral… sujetando el peso de esas extremidades que tenían sus propias piernas como parte de mi existencia… más allá del jardín, los problemas eran mayores… nos rompieron el corazón, dudamos… supimos a qué sabe la decepción, a qué el engaño… a qué ese daño tremendo que te deja a veces la vida con cada página del calendario… pero seguimos yendo de la mano, seguimos caminando el mismo camino que siempre habíamos hecho… sin juicios, sin moralinas… sabiendo que esas dos prolongaciones de mis brazos formaban de alguna manera parte de esa responsabilidad que aprendí en la infancia… de una que asumí aún cuando no me la pidieron como parte de lo que soy y de a dónde me lleva mi propia vida… elegí que fueran mis compañeras de viaje, con un billete sin paradas ni trasbordos… a pesar de no entendernos a veces, a pesar de sentir distinto… a pesar de todos esos pesares que, pese a pesar, a mí me seguían sujetando las manos cerradas alrededor de otras…

Esta noche, sin embargo, se me han escurrido los dedos de una de las manos… he dejado de sentir ese calor, he dejado de notar ese peso que he llevado durante mucho tiempo como parte de mi propia vida… como parte de mi propia manera de entenderla… me la han soltado de golpe... pregunto sin respuesta, escucho y sólo hay silencio… noto libre una mano, una que antes alguien me apretaba con fuerza… pasajeros al tren, oigo desde mi propio andén… quizás se apeó en el camino o quizás, simplemente, decidió olvidar que ese tren nunca se retrasaría… que nunca dejaría de aparecer en la estación cuando lo necesitara… si hubiera cambiado su recorrido para sentir más libertad, me digo, no sentiría esa falta de movilidad en los dedos… ese entumecimiento súbito que se me ha calado en los músculos y en el alma… recordé a ese zorro de "El Principito"... para qué me has domesticado, decía ese personaje... esta noche, me pregunto algo muy parecido...

Con una mano libre, seguí sujetando la otra… como siempre lo he hecho, como me atrevo a decir que siempre lo haré… seguimos el viaje, me preguntó la dueña única de ese pedazo de mi cuerpo… asentí… dejando atrás todo ese viaje ya andado, sintiendo la extraña sensación del vacío dónde antes había mucho más…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo primero decirte que me extraña que te hayan dado un premio, sólo uno, porque ya tenias que tener una vitrina llena, porque cada palabra que escribes llega a lo más adentro...

Que pena que se te haya escurrido esa mano...seguro que pronto la podrás volver a agarrar y espero que aún te queden fuerzas. Mientras yo estoy buscando una mano que me apriete fuerte...se que no es la misma que tenias antes pero quizá podamos ayudarnos a no sentir ese vacío...

Un beso Fa.