domingo, 13 de noviembre de 2011

La sorpresa de una tarde en el Mercadona


Resulta curioso comprobar cómo un lugar tan estéril como puede ser un Mercadona puede ser motivo de una de esas cosas que pasan para hacerte un poco más feliz…  paseaba entre los viales haciendo lo que más me gusta, buscar el mejor precio… reconozco que encuentro un pequeño placer en llegar a la línea de caja con muchas cosas y pagar poco dinero… en mitad de esta gynkana mía de encontrar ofertas, sucedió algo que cambió esa tarde de compras… algo que, además, cambió una parte de mi nueva vida… no diré una pequeña victoria, quizás sí una mínima conquista… sonrío… esta vida es curiosa, pienso, y a veces mucho más sencilla de lo que nos creemos… 

Fue de la manera más fortuita como decidí llegar al pasillo de la limpieza… uno de los que más me gustan… flipo con la cantidad de estropajos, con los colores de los envases… a veces, los miro como si fuera una niña chica… medio agilipollada por los dibujos, fascinada con ellos… iba lanzada a vivir ese momento infantil del que disfruto desde que tengo uso de razón cuando de pronto me encontré con dos ojos… dos que nunca había visto antes, dos en una cara que había visto muchas veces… que había encontrado en un extraño silencio, en un respetuoso no presentarnos mutuamente porque ambos sabíamos quiénes éramos… a pesar de que nunca le hubiera visto los ojos, a pesar de que nunca le hubiera dirigido una palabra… qué pasa guapa, me dijo con una naturalidad asombrosa mientras se acercaba hacia mí… me puse nerviosa, lo reconozco… ese tenso silencio sin miradas de pronto se había convertido en una sonrisa… en una frase entonada como si lo hubiera hecho muchas otras veces, como si ese respeto mutuo de no hablar el uno con el otro nunca hubiera existido… no sabía que currabas aquí, dije torpemente después de que me diera dos besos… procesando que había pasado la raya de mitad de un campo que, quizás, era absolutamente neutral para los dos… algo tan peculiar como un supermercado, algo tan público y a la vez tan anónimo…

Empezamos a hablar como si lo hubiéramos hecho siempre… tío no te mueres aquí de frío, le pregunté mientras me daba un escalofrío… creo que no se me ocurrió nada más ocurrente que decir… bromeamos sobre ello, sonreímos… dónde anda Fito, me preguntó mientras acababa de colocar unas cajas… ahora voy a recogerle, le contesté con la misma aparente confianza que habíamos cosechado en una conversación de apenas tres minutos… nos despedimos… él tenía que seguir currando, yo tenía que terminar de hacer la compra… seguí con mi paseo por los viales pensando en esa conversación natural entre dos desconocidos conocidos… sonreía… disfrutando una curiosa sensación de normalidad… de una que, en una tarde, había cambiado pequeñas cosas… comprobando que el contacto visual, escribí in-situ en mi estado del Facebook, acerca a las personas… quizás nadie entendería lo que puse pero, en cierta manera, necesitaba decirlo… quizás para quitarme una piedra más del zapato, para aligerar un poco esa mochila de respetos y consideraciones que a veces nos auto-imponemos como dogma… sonreía a esos pequeños guiños que te da la vida para hacerte sentir bien, para rozar una sensación de placentera paz con respecto a algunos fantasmas…

Le he encontrado en el Mercadona, contaba sólo un par de horas más tarde en una ferretería… lo hacía con una gran pizca de ilusión, con una sonrisa ladeada de esas que se quedan a veces en la cara para recordarte ese buen rollo durante un ratito… contando esa conversación breve, ese tijeretazo al silencio que había abierto la veda de las palabras… sonrío… lo mejor fue que ese alguien dibujó esa misma sonrisa… sintiendo también una piedra menos en su zapato, notando una pequeña tirita…

Mola, escuché decir… sí, sonreí mientras pagábamos en la ferretería, mola…

No hay comentarios: