Repaso hacia atrás las páginas de un calendario que he contado de una manera diferente… sonrío… realmente no, no lo he
contado… me lo han contado que es distinto… quizás porque a veces las unidades
métricas cambian aunque uno ni siquiera lo sepa… miro hacia atrás unos días que, ahora, me
parece que han pasado demasiado rápido… algunos se me han perdido por el
camino, otros los tengo grabados a fuego en la memoria… me noto el cuerpo
cansado, “es normal” me diría esa voz que me acompaña día a día en esta
andadura… sonrío… curioso saber de esa normalidad, más curioso todavía
necesitar escuchar que te lo digan… lo reconozco, de pronto siento una
fragilidad que no conocía… una que se me escapa a eso que soy, a eso que hace
que sea así… nació entre dos rayas en mis montañas, acabó
de crecer entre dos fluorescentes otra tarde de ciudad…
Recuento esas semanas para rebobinar muchas cosas… para
volver a sentir la extraña sorpresa que
supone descubrir que, a pesar de los diagnósticos, sí que estás viva… para mecer
una avalancha de sensaciones tan inmensa que, por un momento, pensé que me
sepultaría… sonrío… en esta noche vuelvo
a oír una sonreída risa que escuché, una que marcó ese atardecer que sabría
pintar a pesar de que no le presté atención… sonreí, sonreí mucho… escuchando lo que me
parecieron las palabras más mágicas que había escuchado jamás… las de un momento único en una vida que de pronto se sintió más viva
todavía… acaricio esas palabras como sólo se hace con los tesoros que te regalan
sin que quien te lo da sea consciente ni de darlo ni de su valor… como sólo las cosas de verdad se
sienten cuando se te cosen sin querer en el alma para empujarte a sentir más
todavía…
Y hoy, semanas más tarde, soy consciente de que he tenido
que volver a guardarme el corazón en un tupper al fondo del congelador para no
sentir… para saber, contando semanas, lo increíble que puede llegar a ser
sentir de pronto tanto calor… sentir incluso entre las lágrimas más amargas
tantísimo amor… amor, cuatro palabras… esas que nunca pronuncio, esas que casi
nunca escribo… esas que muchos dicen que es lo que vive dentro de mí, esas que
sólo suenan de una manera cuando las pronuncia una persona… lo sentí y lo
guardo en el mismo frasco de cristal donde sé que no puedo guardar otras cosas…
en el mismo donde la vida no cabe, donde las decisiones deben sellarse para no
volver a leerlas… sentí con la cabeza para no pensar con el corazón… poniendo
las entrañas en una tarde de sábado con una mano amiga y una mirada desconocida
que de pronto se convirtió en familiar en mitad del miedo… miedo, cinco palabras…
un mundo irracional en el que ni siquiera con la cabeza se puede penetrar sin
sentir dolor…
He dejado de contar semanas para contar días… para mirar las
horas, para desangrar los minutos de una cuenta atrás que sólo es una huída
hacia delante… para llorar cuando lo necesito… para sentir un auténtico
universo de emociones que, a veces, no entiendo ni sé controlar… queriendo
mirarle la cara más amable a la historia más bonita que jamás se leerá en un
cuento… a una que me quedo para mí junto con una caricia y dos miradas que espero
recordar siempre… sonrío… la vida a veces te pone la zancadilla, otras se la
ponemos nosotros a ella… pero quizás lo más importante es que, a pesar de que
el cuento no tenga final escrito, lo abrazo con todas mis fuerzas sabiendo el increíble
significado del verbo poder…
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