domingo, 20 de diciembre de 2009

Cumpliendo treinta por sorpresa...


No ha sido tan complicado, pensé mientras volvía caminando a casa, de esta me consagro para la actuación… sonreía, sonreía mucho… andaba bajo el frío más terrible de Madrid con esa minifalda muy mini que estrenaba y que me había regalado mi madre… ni rastro de un bendito taxi libre… la calle era un auténtico hervidero de coches, peatones y auténticas manadas que identifiqué como cenas de empresa de Navidad… más de las tres de la mañana y parece medio día, pensé cruzando esa Gran Vía completamente iluminada… llena de gente que charlaba, cantaba… que esperaba al búho muerta de frío en cualquiera de las marquesinas de la calle como si el cristal realmente pudiera resguardarles del frío helador de la noche… sonreí… ese bendito espíritu navideño se había colado en cada esquina de esta ciudad… fiel a la tradición de las madrugadas que ya apenas recuerdo, me paré a comprar unos tallarines en ese puesto chino improvisado en la esquina con San Bernardo… a ese pobre chino –persona- muerto de frío a bajo cero que me los tendió echando humo con su enorme sonrisa… se la devolví mientras me daba el cambio… pensando que quizás una sonrisa sea un camelo para el alma… pero que, por el motivo que sea, sientan genial…



Subía San Bernardo muriéndome de frío, maldiciendo en cierta manera esa decisión mía de ponerme tan mona en la noche más heladora de diciembre… acelerando el paso y notando ese tupper metálico calentito en una de las manos… metida debajo de mi gorra, con los cascos del iPhone –puto iPhone- aislándome del mundo con la banda sonora original de “El piano” abrigándome la mente… volvía sonriendo, pensando en la noche… en esas cientos de historias pequeñas que viven simultáneamente en este gigante de hormigón… en esas que vivo en primera persona en mitad de la impersonalidad de Madrid… las que me dan un poquito de calor y que me recuerdan que, más allá de la temperatura y los millones de habitantes, hay motivos por los que me alimento de este asfalto… caminaba pasando revista a la noche… rebobinando ese encuentro al que me entregué con la primera llamada… la de un marido dispuesto a sorprender a esa amiga que lleva conmigo desde que –supuestamente- tengo uso de razón, esa misma que cumplía treinta años… tienes que liarla para quedar, me dijo, a ti no te va a decir que no… tramamos un plan… cuéntale cualquier cosa, me decía desesperado, invéntate que tienes un SOS y necesitas quedar para desahogarte… sonreí… no te preocupes Marquitos, le contesté con mucho cachondeo, que mi vida da lo suficientemente de sí como para no tener que inventarme nada…


Después de días de incertidumbre, en los que la cumpleañera sostenía que creía tener un plan para el viernes por la tarde y no podía quedar conmigo, logré cerrar una cita con ella… si el reto de sacarla de su casa con el frío siberiano era poco, la cosa se me complicó más todavía cuando supe que tenía que arrastrarla hasta el centro de Madrid… hacia ese territorio comanche que, en condiciones normales, pisaríamos gustosas… el mismo que -ella sabía bien- yo rehuía como gato al agua en Navidad… armar esa mentira piadosa para llevarla hasta allí era la parte más complicada… desempolvé los años de teatro para poder marcarle un gol por la escuadra a esa casi hermana… para arrastrarla entre gruñidos –por su parte- a esa zona de Madrid que podía estar imposible en estas fechas… el primer guiño de la noche llegó cuando decidió llamar a esa madre que yo conocía del cumpleaños de la Froggy… una que yo contaba con ver en esa fiesta que ella desconocía, una que además sin apenas conocer tenía ganas de ver… no pude reprimir la risa cuando esa voz al otro lado del móvil le decía “qué suerte que sales con tu amiga” cuando yo sabía que estaba de camino al sitio de la fiesta… el segundo guiño llegó cuando buscamos aparcamiento… carambolas de la suerte, encontramos un sitio espectacular en la puerta de casa de sus suegros… la misma casa a la que el entregado marido iba a llevar a la hija de ambos para poder correr al lugar de la sorpresa… manteniendo el tipo, le informé vía sms… vamos al Anticafé a tomarnos algo, le dije, que luego me han hablado de un sitio con música en directo… el reloj descontaba minutos… te lo digo de verdad, me decía muy seria hablando de un amigo que nunca aparece a nuestras quedadas, que como no aparezca tú y yo cenamos hoy en su evento del Casino… me reí de manera cómplice pensando que ese amigo no iba a aparecer porque no era más que el cebo para traerla hasta ese lugar infecto de gente y bombillas…


Callejeamos hablando de esa nueva vida que empezaba al lado de su padre… coño Enana, le dije, con ese cargo yo quiero un taco de tarjetas para fardar de ti… se rió como lo hace siempre cuando algo la ilusiona de verdad… con ese gesto que hace que le brillen más todavía los ojos mientras se le arruga la nariz… la misma cara que conozco desde que éramos niñas… sentadas con un mojito en ese lugar que ella me presentó y al que sólo voy con ella, hablamos de nuestras vidas… de ese colegio elegido para la Froggy… de esta vida mía que nunca dejará de sorprendernos a ninguna de las dos… qué guapa estás, me dijo mirándome muy seria… sonreí… por algún motivo que no entiendo, cuando ella lo dice suena de otra manera… mientras mi mojito bajaba a la misma velocidad de vértigo que la historia que le estaba contando, ella apenas probaba el suyo sin parar de charlar… en ese momento comenzó el baile de mensajes con el desesperado marido… uno que me decía que me diera prisa mientras ella no probaba su copa… un marido que, incluso, llegó a proponerme que si hacía falta se la tirara al suelo… con quién te mensajeas, me preguntó ella extrañada porque tenía que concentrarme en escribir sin poder darle réplica a lo que me decía… la miré con cara de póker y sólo se me ocurrió hacer una cosa… beberme lo que quedaba de su mojito enganchando la pajita con los dientes sin mediar palabra con ella… en menos de un trago, le solté un “hala, vámonos” que hasta a mí me pareció macarra…


Bajamos hacia Ópera agarradas del brazo… contándole uno de esos expedientes X que me suceden y que era la única excusa que se me ocurría para justificar tanto mensaje… yo flipo con los tíos, me decía muy seria mientras sacaba dinero… la llevé del brazo hasta el lugar dónde esperaba su sorpresa… con la excusa de un concierto de jazz, sabiendo cómo sabía que ella me consentiría en ese capricho… es en el Urban, me preguntó mientras yo asentía con la cabeza, mi cuñado va mucho… sonreí más todavía cuando al entrar –ella primero, claro está- reconoció a través de la cristalera a uno de sus amigos… su cara de sorpresa ante la casualidad se convirtió en auténtico flipe cuando toda aquélla gente se giró para cantarle cumpleaños feliz… clavada en la entrada del bar, mirándome atónita mientras yo sólo la sonreía… después de decirme un “qué hija de puta” que me sonó a piropo por mi interpretación, se perdió para saludar a todo el mundo… me aposté cerca de la puerta a charlar con una amiga del colegio que, cosas de la vida, está casada con un gran amigo de Marcos… con la ilusión que te da reencontrar a alguien que, quizás, está fuera de tu esquema mental pero que de golpe te recuerda que una vez fui niña… con esa otra escudera que llegó entre un brownie y una huída para perseguir al cercanías…


Leí lo que escribiste del cumple de Paula, me dijo esa madre que tenía ganas de reencontrar sin apenas conocer, es acojonante cómo escribes… me lo decía con sus increíbles ojos azules, con ese acento gallego que le da tanta personalidad a todo lo que dice… reconozco que me dio vergüenza escuchárselo decir… agradeciendo el piropo, disimulando que por el motivo que sea estas cosas todavía hacen que me ponga colorada… comenzamos a charlar con un cariño que, quizás, no tenga bases prácticas para existir pero que es real… hablando de un momento crítico en su vida, el de ser madre y tener que ejercer de hija ante el cáncer de su madre… de eso tan peculiar que era ser madre, eso que yo no sé lo que es… tú serás una súper mamá, me dijo sin venir a cuento… me sorprendió que utilizara el futuro cuando yo siempre utilizo un condicional que siento tan indefinido… esa amiga que es hermana se sumó a la conversación… hablábamos no recuerdo de qué cuando, de casualidad, nos cogimos de la mano… lo que habría sido un simple roce se convirtió en un apretón de esos que haces sin mirar pero que no necesitas ver para sentir… sonreí… veintisiete años, pensé, y aquí seguimos juntas…


La noche se siguió enredando entre conversaciones… entre agradecimientos de ese marido de mi amiga al que me metí en el mismo bolsillo que a ella… con la narración de una petición de matrimonio subida en una noria de Londres… con más cervezas y más copas… las justas para batirme en retirada de vuelta a casa… sonriéndole a ese mini álbum de fotos que tenía en mente de apenas unas horas… treinta no se cumplen todos los días, me dije mientras me quitaba el abrigo en casa…

1 comentario:

Unknown dijo...

Es cierto amiga, no se cumplen los 30 todos los días, pero a que es rico?? a que no pasa nada???? Me encanta el teatro, si sigues así siendo tan buena actriz, un día montamos una obra donde participes y ganamos pasta...ha sido muy bueno! Epa una cosa más FELIZ NAVIDAD