sábado, 26 de diciembre de 2009

Sí, es Navidad...

Creo que hasta que no iba con mi padre y mi hermana por la calle Ferrocarril no fui consciente… la subíamos ya de noche, con el despiste que le provoca a mi padre conducir en esta ciudad… cuando llegamos a Atocha, el despliegue de luces me dejó alucinada… qué bonito es Madrid en Navidad, sentencié… una frase que contó con la aprobación de mi padre –si no el mayor, de los mayores detractores de esta ciudad- y de mi hermana, que peleaba con esas muchas copas de Alvariño que se había tomado en ese encuentro familiar del que regresábamos… después de un día compartido con esa familia perdida que, desde que reencontramos, tenemos tan presente… creo que fui del todo consciente de que era Navidad cuando ayer volví a Madrid… cuando tuve que sufrir la Castellana atascada… llena de coches que, como yo, volvían a sus casas después de haber pasado ese primer ecuador mental… fin del primer asalto, me dije aparcando mi coche, sólo quedan dos más… siempre reniego de estas fechas… ya no sé si por costumbre, por devoción o por ese extraño matrimonio que ambas conforman… quizás, únicamente, porque en condiciones normales se tiñen de esa extraña melancolía que te da reencontrar familia… llamar a amigos perdidos… echar en falta a aquéllos que antes estaban y hace mucho tiempo que se fueron… o, quizás, únicamente porque me entristecen… esta época del año respira prisas, esas que tan poco me gustan… huele a tensión… a desencuentros absurdos y a obligaciones marcadas por un calendario… sonrío… es curioso, me digo, mi mayor problema siempre es que me impongan hacer algo pero de esto no me escapo ningún año…


Reconozco que, este año, no siento esa presión aparente que marca la bendita Navidad… quizás porque, a mi manera, he permitido dejarme llevar por lo irremediable… por ese encuentro anual con unas fechas que llegan tanto si quiero como si no… me escurrí entre las celebraciones para vivirlas a mi manera… para tratar de entrar en su espiral sin necesidad de enloquecer o rebelarme más… quizás por eso he tratado de felicitarle la Navidad a cuántos me he ido encontrando por el camino, a esa abuela del cuarto con la que tantas veces he coincidido en el ascensor y con la que hablo del tiempo o de la avería de turno del edificio… tal vez por eso, esta Navidad me la he vuelto a jugar poniendo una mínima representación de decoración navideña en la puerta de casa… unas estrellas de esas de silicona pegajosas made in China que han corrido mejor suerte que la estrella que hice, pinté y me robaron en apenas doce horas hace algunos años… incluso, después de muchos años de abstinencia total, he probado ese bendito turrón que es obligatorio en estas fechas… creo que, simplemente, he decidido armarme de paciencia para compartir unas fechas que sin que me gusten especialmente a otros sí les hacen ilusión… aunque sólo sea porque a mi madre le gustan y quiera verla disfrutarlas…


Supongo que me hago mayor, que me vuelvo pasota… que me aplico que, si no puedes contra el enemigo, mejor unirte a él… que me guste o no, esto ocurre por pelotas una vez al año… que tengo que sufrir la sobredosis de espumillones y bolas de colores… que ante la pregunta atónita de “no has puesto Belén” siempre me toca contestar “ya lo tengo yo armado todo el año”… he tenido que volver a sufrir la decoración de El Corte Inglés que, para más INRI, este año estaba programada para que las luces oscilaran al ritmo de una sintonía navideña… el hecho de tener que escuchar el bendito “Gingle Bells” tan repetitivo y machacón allá dónde vaya creo que es lo único que, pese a los intentos, no logro superar… pero he aprendido, incluso, a disfrutar de aquéllo que no me gusta… tratando de no sacarle punta a todas esas cosas que me repatean de estas fechas… tratando, únicamente, de vivirlas… pasarlas… sobrevivirlas, al fin y al cabo, poniendo el contador a cero de nuevo… y, a mi manera, disfrutarlas… 

No hay comentarios: