lunes, 14 de diciembre de 2009

Sobredosis de jarabe de sonrisa: un sábado con Iñigo y Lagarto


Mañana me voy, me cantó mirándome en mitad del concierto… nos abrazamos canturreando… disfrutando de un mini de cerveza a medias… mirándonos alucinados sin decir nada de lo bien que estaba sonando esa banda … ese Lagarto Amarillo que es la sintonía de mi nueva vida de gata… una música que me presentó una amiga y que acabó contagiándole a él también… hoy no hemos puesto Lagarto todavía, dijo alucinado una tarde de hace muchos meses apretando el play de la mini cadena… sonrío… decidimos pasar juntos su único sábado tarde en Madrid… inventándonos un sandwich nuevo de cena, proponiéndome montar un restaurante sólo de sandwiches... y como cada día te inventas uno diferente, me decía muerto de risa entre mordisco y mordisco, el que venga sabe que el menú es sorpresa... decidimos disfrutar de la música en vivo, esa que tanto nos gusta a los dos... compartiendo un segundo mini de cerveza… descojonándonos de la risa… cómo te conozco Marifati, me dijo con mucho cachondeo mientras pedíamos después de que hubiéramos visto al mismo hombre acercándose a la barra… hasta a mí me parece atractivo, me dijo muerto de risa, no te conoceré yo animalico… después del ataque de risa, me quedé mirándole callada… le miraba pensando en lo increíble de nuestra peculiar República… en esa contribución invisible que él hizo para reconstruir este barco pirata… en el mundo que armamos de la manera más casual, un espacio que no es físico pero es sólo nuestro… voy a pasar las vacaciones a casa, me dijo por teléfono… a casa, pensé sintiendo una enorme ternura en su momento… sólo bastaron seis meses para que la sintiera así… seis meses para que el día que se fue le dijera que no me devolviera la llave… bienvenido al país de los locos, le susurré la primera noche que estaba en casa, vas a tener una buena dosis de irrealidad… llegó dos días antes de lo que esperaba… dos días que marcaban la diferencia entre estar un poco apretados en este hogar, o convertirnos en el camarote de los Hermanos Marx… incluso en mitad de semejante locura, me apetecía compartir con él el overbooking que sufrían estas cuatro paredes… quizás porque sin él no sería tan divertido o, quizás, porque con él lo sería mucho más…

Mirábamos a esa banda sonar como nunca antes lo había hecho… fascinados con acordes que ya conocíamos pero que sonaban diferente… nos habíamos ido los dos solos al concierto, en modo RIFI -República Independiente de Fátima e Iñigo- auténtico… al compás de la música, rebobiné esos días que había pasado con él… cómo llegó a casa sin que yo me enterara en un intento mío por aislarme del mundo, atrapada dentro de los cascos del iPhone delante de un folio en blanco pendiente de escribir demasiadas cosas que a veces no sé cómo contar… primero me vaciló por no salir a recibirle… después me abrazó para recordarme todo ese calor que él me da sin hacer nada más que acompañarme… un abrazo que me supo a “te he echado de menos”, a un “he vuelto” y a un "tenía ganas de verte"… en mitad de una canción, recordé esa primera noche juntos en casa… una en la que esperamos a que toda la trouppe se acostara para quedarnos a charlar como hicimos tantas veces durante nuestra vida en común… para ponernos una crema de orujo y fumarnos la vida muertos de la risa… para contarnos esos episodios que sólo entendemos nosotros… para colocar el corazón sobre una bandeja y no sentir la desnudez de estar destripándonos… para contarnos esas batallitas que hacen que los dos nos descojonemos de la risa… cómo te he echado de menos, pensé mientras me contaba sus andanzas por ese nuevo lugar donde curra ahora… es curioso, pese a ser una ermitaña de mi soledad extraño muchísimo esas charlas noctámbulas… esas que siempre terminan en carcajadas aunque empezaran con grandes tragedias… esas en las que él se despedía de mí dejándome para escribir... ahora escribes para tu sopa, me dijo una vez antes de subir la escalera, que te vacía la mente y te calienta el estómago... sonrío... supongo que sólo quien sabe lo importante que es para mí escribir puede entender los ingredientes de esta receta... me encanta verte así, me dijo él a altas horas de la madrugada, creo que no recordaba esa cara… me reí avergonzada por sus bromas ante mis susurros, mis conversaciones y mis múltiples caras de circunstancias… sabiendo que le gustaba y le asustaba en la misma proporción que a mí... creo que a partir de ahora, me dijo para acabar de avergonzarme, el título de "Mimosina" te lo has ganado tú... uno con el que yo etiqueté a una amiga de esas que ves poco pero que, como con él, parece que viste ayer por última vez...


Dame un cigarrito a ver qué tal, me cantaba a mi lado sin parar de bailar ni sonreír, soy capitán de capitanes… nos reímos… en mitad de esa nube azul del concierto volví a estar sentada en el sillón… en una de esas conversaciones en las que yo siempre me siento en el mismo sitio y él también… una de esas en las que él dispara mientras yo esquivo la bala… me encanta cuando te dejo sin palabras, me decía muerto de risa, es algo que pasa tan pocas veces que lo disfruto muchísimo… según él, tengo la capacidad de pensar rápidamente una respuesta ingeniosa... una que, a veces, no logro encontrar... sonreí… ahora es cuando sólo eres capaz de decirme “serás idiota”, continuó diciendo descojonado… me reí y cumplí con sus expectativas… serás idiota, le dije… él tiene esa capacidad de permitirme abrir mi propia caja de Pandora, dejando escapar todos los fantasmas y los miedos sin que me aterrorice la fragilidad que siento al hacerlo… llenando esos momentos con silencios que sólo rompe para decir grandes verdades… de esas que yo asiento, respiro y suspiro… de esas que, en ocasiones, sólo sonrío… es capaz de ayudarme a cazar esos grillos que a veces se me escapan sin necesidad de decir nada… tan sólo respetando mis silencios, mis huídas mentales pese a estar físicamente a su lado… por algún motivo que desconocemos, nos sabemos de memoria cada uno el manual de instrucciones del otro… quizás por eso, pensaba sin parar de bailar en esa sala Heineken con él a un lado y "mi guapo" al otro, vivir con él es de las mejores cosas que me han pasado… tal vez sea su media alma de mujer, tal vez sea mi media alma de hombre... o, simplemente, que tenía que aparecer en mi vida para que yo pudiera acabar de remendarla...


Cuando el concierto terminó, nos miramos con esa cara que siempre nos deja Lagarto… la de la sonrisa, la del buen rollo… comentando lo bueno que era el guitarra nuevo, lo genial que sonaba el despliegue de percusión… hablando de esas canciones con letras que nos tocan la fibra pese a no conocerlas... comentando cómo sonaban esas otras que ya nos sabíamos de memoria... te vuelve loca esa canción y se nota, me dijo con esa ternura que es sólo suya, cuando la escuchas te pierdes… le agarré del brazo en mitad del frío de Madrid subiendo esa cuesta en la que no parábamos de hablar… apoyándole la cabeza a veces en el hombro, sabiendo que nuevamente nos tocaba despedirnos… que, nuevamente, tenía que quedarme al mando del barco pirata sin grumete… con ese regalo tan increíble que es pasar tiempo con él aún no haciendo nada… un tiempo que, siempre, llenamos con música de fondo… con palabras… con conversaciones de esas en las que me voy por las ramas y él se descojona… con caras que reconocemos el uno del otro… me río… cuando amanecimos el sábado por la mañana, no hizo falta que nos dijéramos nada… yo sabía leer su cara, él mis ojos entreabiertos… estoy mayor para salir dos días seguidos, le dije despidiéndome de él en la esquina de casa… para él la noche seguía, para mí era momento de sentarme a escribir… para tratar de contar con palabras lo inexplicable… la sobredosis de jarabe de sonrisa que me tomo sin rechistar cuando estoy con él aunque no sea físicamente… los algodones que me pone en las esquinitas de las neuronas cada vez que pasamos tiempo juntos… un tiempo que es como ponerle un flotador a este barco pirata que a veces, sin hacerlo, da la sensación de hundirse…

Sonrío… extraña hermandad esta nuestra… una que empezó por casualidad el día que le dije que se viniera a casa hasta que encontrara donde vivir… la sensación de que, pese a que no esté, es como si nunca se hubiera ido…


Esta es la canción que tan sólo tararearon esos Lagartos y que nos fascinó en una noche de marzo… la que nos aprendimos con sólo escuchar una vez… la letra que Iñigo me envió vía mail a las seis de la mañana cuando volvió a casa mientras yo dormía tan sólo un piso más arriba… una canción que, a los dos, nos toca de manera especial…

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