viernes, 14 de noviembre de 2008

Golpe de estado

Un billete, una mochila y la mayor calma que he vivido jamás… de esa guisa me presenté en Atocha… temprano, muy temprano… tranquila, hasta unos límites que me asustaban… sin siquiera plantearme qué estaba haciendo… sabiendo, únicamente, que así lo había decidido… mi primera decisión en mucho tiempo… la primera después de muchas cosas… pero lo hice, y quizás por eso estaba tan tranquila… por eso quizás mi viaje consistió en escribir en mi cuaderno lo que iba sintiendo… un cuaderno de bitácora del corazón… más cartas imaginarias de un día real… esa ciudad que tantas cosas buenas me hace sentir y que no conozco me recibió con un espléndido día de sol… con calor… con una extraña sensación de volver a casa cuando nunca lo ha sido… y sonreía…

Cincuenta kilómetros después, la primera parada… el reencuentro con una amiga… ese abrazo después de tanto tiempo, de tantas cosas… esa comida en una terraza mirando al mar… me hablaba de su nueva vida tan lejos del mar… con una persona a su lado… y veía en su cara felicidad… tranquilidad… la seguridad que te da una vida que tu tándem se mantenga en equilibrio… la miraba y recordaba tantas cosas de ayer, tantas aventuras por Madrid, tantos cafés… y sonreía… feliz de verla así de bien, así de feliz…

Cuarenta kilómetros después, mi calma necesitó darse una tregua… un mirador… ese al que tan pocas veces he ido y tanto me gusta… necesité quedarme allí media hora mirando a lo lejos la bruma del mar… los barcos atracados esperando para entrar… el peñón… ese pueblo tan conocido y extraño para mí a la vez… y sonreía… respiraba el mar… esa cálida humedad de sus calles encaladas… de sus baches, sus cruces, sus stops… esa maraña del centro me hizo perderme sin quererlo… y recordar al pasar por las calles momentos de un pasado ya tan pasado y tan presente a la vez… y sonreía… al ver salir a Mayte del portal con esa sonrisa, sentí de nuevo el calor… esos dos cafés y un pastel en la terraza del Okey… con su suegra, una cara tan familiar que me sonreía sin parar… estaba en casa… charlando sobre la vida con esa amiga que ahora va a ser madre… la veía hablarme de su tripa, de sus ilusiones… y yo sonreía… qué felicidad tan contagiosa, pensé…

Y luego la cita… a las 7 en el Raku… allí estaba… como si le hubiera visto ayer… y sonreía… hablando de cualquier cosa… disfrutando tan sólo el café, la compañía, la situación… sintiendo dentro de mí ese pequeño golpe de estado a mí misma que era haber despertado en Madrid y estar tomando café en la Plaza Cruz Herrera… una cena temprana con una conversación distendida… sentir el mar de nuevo… cálido… incluso el mar me parecía estar caliente… la arena húmeda bajo las zapatillas… y sonreía… sentía esa revolución dentro de la paz… la decisión correcta… el momento preciso… todo parecía haberse colocado sin haberlo querido… una locura reposada, sí… pero mía, propia… ajena a todo lo demás… pensé en mí nada más, sí… pero sonrío pensando que por fin lo hago… que es un buen comienzo…

Anduve hacia atrás de nuevo el camino… con ternura… con sonrisas… con lágrimas… con susurros… suspiros… sentir, ¡al fin!, sentir… y todo lo demás de esa oscuridad del vacío más absoluto teñido con soledad… las miradas a veces hablan más que la boca… y sonreía… amaneció demasiado rápido y oscureció demasiado temprano… esa ciudad se solidarizó conmigo… con mi despedida… sin parar de llover… con desandar un camino fugaz como las estrellas de verano a las que se les pide siempre un deseo…

Yo pedí el mío… seguir sintiendo esta revolución que me había traído hasta aquí… a la calma… a la tranquilidad que te da la rendición… algo en mí se levantó en armas cuando subí a ese tren… y algo de mí se rompió al volver hacia atrás… quizás fuera melancolía… pero pese a los destrozos, este golpe de estado natural e involuntario me está devolviendo algo que la vida me quitó y que forma parte de mí… de lo que soy…

No hay comentarios: