miércoles, 11 de febrero de 2009

Un lugar llamado Bocas del Toro

A mí estos chicos me van a matar, pienso… son las 5 de la mañana y ya tenemos que levantarnos… nuestro avión sale temprano hacia unas islas del Atlántico que enamoraron a Nando cuando aterrizó hace muchos años en Panamá… estoy zumbada y cansada, y creo que logro hablar sin parecer un Teletubby hasta el aeropuerto… cuando llegamos, me hace gracia… este también es de Playmobil… descubro que sólo es para vuelos domésticos y que volamos con “Aero Perlas”… qué mono el nombre, oye… mientras facturamos, veo a una peculiar mujer sentada a la espera de su vuelo… es una kuna, me dice Nando… unas peculiares mujeres con rasgos muy similares… llevan un pañuelo rojo sobre la cabeza… una especie de fajín que tejen, tela sobre tela, y que recibe el nombre de mola… y unas enormes pulseras, del tamaño de una espinillera de jugar al fútbol, hechas con cuentas que se ajustan a sus gemelos… flipo… no puedo dejar de mirarlas, de mirar cada detalle… Nando me cuenta que sólo las mujeres visten así, a los hombres kuna por lo visto se les permite ir de “sport”…

Con el extraño estado zurumbático –palabra de mi tía- entre la alucinación y el sueño, nos vamos a desayunar… me pido una tortita y un café… Nela opta por las salchichas y pagamos… me permito el lujo de cabrearme al darme cuenta de que no le he puesto a nada azúcar… me acerco a la barra, muy rollo autoservicio de película americana, y agarro lo que yo consideré era el azucarero… a mi lado, alguien me hablaba mientras yo no le hacía ni puto caso… hasta que le oí en alguna parte de mi refrito cerebro “sal”… le miré, un policía negro con mucha cara de policía malo de película americana… sí, había bañado mi capuchino y mi desayuno con sal a mansalva… me moría de vergüenza al contárselo a Nando y a Nela… nos descojonamos tratando de sacudirlo… desayuno agridulce… al menos, pienso, el café se ha salvado…

Después de que el tipo de seguridad me robe el mechero con mi consiguiente cabreo, veo el avión… una caja de cerillas con dos motores… la pista de despegue no era mayor… dudé hasta de su capacidad de volar… pero voló y comencé a ver los puentes de Ciudad de Panamá… los enormes bosques… el mar, al fin… hora y media después, estábamos en Bocas del Toro… la sala de equipajes era de coña… a través de un trozo quitado de pared, te tiraban tu maleta… les veías por la cristalera… Ricardo ya está allí… es guatemalteco, instructor de buceo y amigo de Nela… nos prestaba un apartamento para estar allí… es como un pequeño Heman que no para de sonreír… nos acompaña hasta la casa… con un pequeño porche exterior, una mini cocina, un pequeño baño y un dormitorio… una cama de matrimonio y un catre que montamos rápidamente…

Primera toma de contacto con la calle… las casas que veo en las calles me recuerdan a las imágenes que he visto de Nueva Orleáns… casas construídas sobre pilotes… madera pintada de colores pastel, en ocasiones, y chillones en otras… es un puzzle de pintura descascada… unos buitres rebuscan en la basura… al llegar a la calle central, se oye la música… los coches circulan por donde quieren y los peatones no se quedan atrás… hostales, comercios, tiendas, restaurantes… con sabor a Caribe, a colores…

Nos sentamos en un café que tiene las mesas sobre el mar… hablamos, nos reímos… el sol nos pega en la cara… pasa un “taxi lancha”… esto es un pequeño archipiélago y, como lo más normal, la gente se mueve en lancha… la idea es conocer las mejores playas, nos vamos a la oficina de turismo… nos atiende un tipo que, de no ser porque le han pegado un sartenazo en la cabeza, lleva una fumada de marihuana considerable… al principio nos reímos con él, al final se ríe él de nosotros… cuando le preguntamos qué no podemos perdernos de Bocas del Toro, nos responde que su casa… flipamos… más tarde, su mejor idea es invitar a Nando a salir por la noche... nosotras por un lado, ellos por otro… la cara de Nela era un poema, teníamos que salir de allí lo antes posible… este mundo caribeño es raro, raro, raro…

Ricardo ha organizado una barbacoa en la escuela de buceo que tiene y allá nos vamos con dos botellas de vino… el improvisado comedor es sobre el avance de madera que hay sobre la acera donde está la escuela… una barbacoa con brasas… langosta… chorizo… papas… descubro que somos una pequeña ONU… Andrea, una bióloga de Honduras, nos habla de que está haciendo el curso para poder investigar en fondos marinos… al lado de un inglés con cara de “Príncipe encantador” de Shrek, luego una americana con voz de camionero y que había vivido en Barcelona… Frida, la chica sueca con cara de mala ostia… dos alemanas… nosotros tres… hablamos, comimos, bebimos… pero sobre todo nos reímos… unos hablaban en inglés, otros en castellano…

Al llegar a mi catre, me doy cuenta de que estoy realmente cansada… pero he disfrutado comiendo en la calle… viendo como pasaba la gente y hacía algún comentario… en febrero, en tirantes… con Nando y Nela… hablando de cosas serias, de tonterías… compartiendo una habitación mientras nos descojonábamos en la oscuridad comentando el día…

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