domingo, 1 de febrero de 2009

El mundo desde una hamaca

No sé ni cómo, logro levantarme… no tengo resaca, estoy como nueva… cuando salgo de mi casita prestada, el sol del trópico me calienta el jeto… son las 9 y ya estamos así… mi primo lee el periódico en una hamaca… la mujer del servicio doméstico de la casita –sí, aquí todo tiene servicio doméstico- me prepara el desayuno… inviable lograr que me deje hacerlo a mí… fruta, yogurt y café… nos sentamos en la piscina… la novia de mi primo está que se muere de la resaca y, después de un baño en la piscina, consideramos que el mejor plan es volver a casa de mi tía… en cero coma dos, me ducho y me visto… cuando me subo al coche, descubro que ellos simplemente van en pijama… eso sí, ambos con zapatos…

Recorremos la carretera… veo bandadas de pájaros negros, otra de pájaros blancos… son garzas, me dice mi primo, se paran encima de los cebúes y se comen sus bichitos… la naturaleza es sabia y maravillosa, pienso… veo pasar a cuatro personas en una bicicleta… mientras papá pedalea, mamá va sentada de lado sobre la barra… y lo más alucinante, dos mocosos van de pie como si no fuera con ellos el miedo… a los lados de la carretera, los pueblos colombianos… en esta zona son todos parecidos... coloridos, peculiares, pobres… es domingo, todo el mundo está en la calle… es curioso, aquí todo el mundo camina por los arcenes de la carretera… no tienen miedo a que les atropellen… yo en su lugar, teniendo en cuenta cómo se conduce, lo tendría… en la marquesina de un autobús, veo tres generaciones… una abuela con rasgos indígenas sin sujetador, y una madre haciéndole una trenza a una niña minúscula… a la novia de mi primo se le antoja comer patatas fritas y un refresco… paramos en un pueblo y, al ser la única que está vestida, me toca salir… cuando entro al supermercado, me miran como quien ve al diablo… sí… esto de ser azul –mi tía dice que soy tan blanca que parezco azul porque se me ven las venas- aquí no se lleva… cuando le pregunto a una mujer que está reponiendo dónde está el Gatorade, pega un bote… la he asustado… la sonrío y parece que se relaja… pero, mientras sumerge medio cuerpo en la nevera de bebidas, no me quita un ojo de encima… veo los ojos de un niño morenito que me mira desde detrás de la caja… cuando le saco la lengua, se esconde… a los pocos minutos, vuelve a sacar la cabecita… ahora me la saca él a mí… se ríe… pasa un camión desvencijado con el mismo reaggeton de anoche a toda pastilla… es curioso, esta gente habla súper bajito y sin embargo es súper ruidosa…

En la carretera, me fijo en la cantidad de soldados que hay… todos ellos llevan fúsil, todos ellos miran cada uno de los coches que pasan… hay controles… sí, hoy la guerrilla liberaba a 4 secuestrados y las fuerzas militares se despliegan por todo el país… están en alerta… no quieren que esa buena noticia pueda ser una excusa para algún ataque… volvemos a La Mesa pasando, previamente, por una tienda de pienso para animales… me toca volver a bajar y volver a repetir el episodio… el chico de la tienda me mira maravillado los brazos azules desnudos… no me deja cargar el pienso… vuelve a entrar en la tienda y me mira fijamente desde la puerta… creo que, si me encontrara con un extraterrestre, yo le miraría de igual manera… comemos, charlamos… mi primo Pacho se ha quedado… me quiere llevar al desierto en moto y me fascina la idea… compro, me apetece horrores de hecho… mientras todos duermen, yo me permito el lujo de disfrutar de este trópico… primero me tomo un café con Margarita y con Marina en la cocina… dicen que les gusta mi sencillez, hablan maravillas de mi tía… me doy un chapuzón en la piscina, nado... lo echaba de menos… después, me atrinchero en mi nuevo descubrimiento… la hamaca de la terraza del segundo piso…

Envuelta en esa tela de colores, lo que veo al alzar la vista es una palmera inmensa… sí, aquí las palmeras son realmente grandes –como la cucaracha-… me fijo en los pájaros, y alucino… turquesas, rojo intenso, amarillo, verde… cada uno emite un sonido distinto, todos vuelan a la vez… decido disfrutar de esta puesta de sol del trópico… detrás de la copa de la palmera, ese sol mutante también –aquí todo es mutante- tiñe de rojo el cielo y las nubes… lo observo meciéndome tranquilamente… respiro hondo y me doy cuenta de lo a gusto que estoy… el sol se esconde… la noche llega… son sólo las 6, sí… horario oficial en el que el sol, simplemente, se va… me toca hacer otra tortilla que está mucho más rica que la del día anterior… no lo digo yo, lo dice la velocidad a la que desaparece del plato… Víctor asoma la cabeza por la ventana de la cocina… su hijo también… me mira fijamente… la señora cocina?, me pregunta… huele rico señora… tanta señora me hace mayor, pero es imposible hacer que no me llamen así…

Cuando todo el mundo se va a dormir, yo decido volver a ese lugar descubierto… la terraza… oigo a los búhos, los sapos… los grillos, los pájaros… sí, la hamaca me recibe con los brazos abiertos… estoy escribiendo desde ella con un cubata en una mesita que me he agenciado para mayor comodidad… eso sí, estoy bañada en repelente para mosquitos porque, como no, aquí también son siete veces más grandes de lo normal… en frente de mi vista, la misma palmera… y, lo que es mejor todavía, una luna creciente que me tiene loca… simplemente, no puedo dejar de mirarla… desde alguna parte de la finca, intuyo que de casa de Marina y Víctor, escucho música... me gusta ese ritmo... es perfecta para este momento, perfecta...

Os la dejo de regalo desde el Trópico... es la banda sonora de mi noche hamaquera...



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jurr..vaya espatarre tienes en la hamaca perraca!! Potxoli..estoy deseando ver fotos de todo todo y todo!!

LADANI dijo...

Cómo te lo merecías princesita!!! Me encanta leer tanta paz en tus palabras...te leo y añoro más si cabe mi adorada Colombia. Tómate un viejo Caldas por mí, allí sabe todo tan diferente...
Un beso pequeña.