lunes, 6 de julio de 2009

Crónica de un fin de semana nupcial II: el día “boda”

Amanezco… la alarma insoportable de mi iPhone –puto iPhone- me taladra la sesera… son sólo las 11, pienso, la misión “sábado nupcial” no ha hecho más que empezar y no quiero salir de la cama… me puse en pie, rollo Hombres G, dando un salto mortal… mala idea… el mareo fue directamente proporcional al impacto… esta gente acaba conmigo… la alarma volvió a taladrarme las meninges seguida de un mensaje de mi prima Miriam… al leerlo, me reí… pobrecita mía, la había asustado tanto con mi mala memoria que seguía temiendo que se me olvidara ir a recogerla a Atocha… después de recuperar la compostura, logro subirme al coche para encontrarme con ella… ese AVE Barcelona-Madrid vuela pero de verdad, porque llegó casi diez minutos antes de la hora prevista… cuando la vi pisando Madrid, reconozco que me hizo mucha ilusión… creo que, desde mi comunión, era la primera vez que venía para estar juntas en esta ciudad mía… después de soltar los bártulos y organizarnos, nos plantamos en el Café Comercial… el resto de la comitiva estaba allí con cara desencajada… menudo cuerpo tenemos todos para una boda, pensé, y sólo son las 2 de la tarde… malasañeamos un rato… demasiado tiempo sin hacerlo, pensé… volví al mismo bar donde me reencontré hace más de un año con un pedacito de pueblo… me encanta ese barrio, lo reconozco… no sé si es su aire, las calles o lo simbólico que es para mí… ya sabes qué vas a ponerte, me preguntó mi prima María con mucho cachondeo… negué descojonándome… todavía tenía pendiente una visita a casa de Yuste para probarme un vestido rojo… se me había antojado… recordé el cachondeo de la rubia con que siempre elijo la ropa para una boda en el último instante… me reí… supongo que, en gran medida, me gusta tener ese gusanillo de la incertidumbre… ponerle un poquito de riesgo a las cosas…

Después de cañear, charlar y empezar a tener sueño nos volvimos a casa… necesitábamos una tregua antes de comenzar en serio con el objetivo del día… dejé a mi prima Miriam en la peluquería de mi calle temiendo que me la devolvieran sin cabeza… me ha costado meses que mi pelo dejara de parecer el de una rata cuando me lo cortaron ahí… la abandoné en la puerta para volar a casa de Yuste… entre vestido y vestido, me contaba su herida… podía leer una cierta rabia en sus palabras… la definición de amigo es tan relativa… y, lo más curioso, sólo la conoces de verdad en las malas circunstancias… después de comprobar que mi airbag delantero no está hecho para sus vestidos, me encaminé a rescatar a esa prima que moría achicharrada bajo un secador… me habría gustado tener una larguísima conversación pero tenía una boda y, lo que es peor, no sabía qué iba a ponerme… mientras desandaba el camino para casa, pensé en esas sorpresas desagradables que te da la vida… en esos amigos que compruebas que no lo son… y todos esos que, sin serlo tanto o siéndolo, echan raíces en ti y cuando se te viene el mundo encima te lo sujetan… sonreía pensando en esa interminable lista de gente a la que tengo que agradecerles tantas cosas… me gusta esa deuda contraída…

Miriam seguía muriendo deshidratada bajo el secador… no puedo más, me decía con cara de desesperación absoluta con la cabeza metida en ese extraño aparato… acordamos vernos en casa… bajé la calle respirando el verano de Madrid… pensando en ese plan cumpleañero para mis 30 que cada día gana más enteros… era una locura, un encuentro distinto… Barcelona… mi prima sonrió mucho cuando se lo conté volviendo a casa después de las cañas… curioso… me di cuenta en ese momento, casi llegando al portal, de que mi mente estaba en octubre... en un día que, por fin, veo de otra manera… en esas llegó Miriam y comenzó el show… primero ese vestido que tanto me gusta pero que me resulta imposible de poner… sólo lo he usado para una boda, le contaba mientras trataba de encontrar la postura correcta de aquel trozo maldito de tela, y no sabes lo que fue ponérmelo de aquélla… ella se muere de la risa, yo sigo con mi combate a muerte con el vestido… houston tengo un problema, pienso viendo que lo gano, ahora qué coño me pongo yo... recuerdo el vestido de la noche del Club de Creativos… me lo pongo… la cara de Miriam lo corrobora… cuando terminé de maquillarme y me subí en las sandalias de 7 centímetros de tacón –admiro a las mujeres-, Miriam tan sólo sonrió… estás cañón prima, me dijo con una cara de tremenda ternura… no fueron las palabras, fue el cómo… yo me veía demasiada pierna entre el poco largo del vestido y el taconazo... nena que me va a ver así todo el barrio, le decía con cara de horror y cachondeo, y una tiene un nombre… salimos de casa sabiendo que estábamos guapas… bajamos la calle disfrutando de esa sensación pese a tener que saludar a todos los que me conocían y me miraban con cara de póker… en los días de mi vida me han visto a mí así, pensé, pero me estoy dando el gustazo… absurdas gilipolleces del ego femenino, lo reconozco… sí… tengo media alma de mujer, que a nadie se le olvide…

Cuando llegamos a la iglesia, ya estaba allí todo el mundo… la novia pletórica… mi pedacito de pueblo achicharrado de calor… la amiga que la tarde anterior reencontré en las cañas… entré a regañadientes en la iglesia… descubrimos que el cura estaba quedándose sin pilas por el ritmazo que le imprimía a cada palabra que decía… hablábamos bajito, descojonándonos sin remisión… acuérdate de lo que te digo, me dijo muy seria, vamos a terminar como los Borbones… para paliar de manera frontal el ataque de risa, el nombre de una amiga que nos robó la vida salió de la boca de aquél cura… cuánto duelen las ausencias inexplicables, pensaba mientras tratábamos de consolar a su inconsolable hermana… la misa terminó y después de un rato mamoneando en la puerta de la iglesia, nos subimos tipo excursión al bus que nos llevaba al sitio del sarao… mi prima María y yo nos sentamos juntas… cómo estás, me preguntó… bien, le contesté sonriendo, y tú?... buenísima, me dijo descojonada emulando la doctrina que nos impartió nuestro primo Javi… me descojoné… no te falta razón chati, le contesté… acordamos ir al parque de las Tetas una noche a ver Madrid iluminado…

Me encantó el lugar… parecía un cortijo… encalado en blanco… cuando vi que la cena era al aire libre, simplemente ya me encantó la idea… pasamos el cocktail sin parar de charlar, de saludar gente conocida… más pedacito de pueblo… pasamos a la cena… después de localizar nuestra mesa, descubrí que si levantaba la vista lo que tenía frente a mí era una casi luna llena… mi prima María, pareja mía oficial, se descojonó… soy una lunática, lo sé… lo reconozco y lo disfruto… comimos, charlamos, nos reímos… nos obligaron a levantarnos como buenas solteras para ir al lanzamiento del ramo… como se acerque a mí, decía, hago el Matrix… se notaba quién quería estar y quién no… las del “no” estábamos en los laterales en postura perro galgo dispuestas a echar a correr… es lo bueno de cenar sobre el césped, que estar descalza te permite huir a tus anchas… me volví a subir a los zancos para ir a la zona del baile… se había instalado en una pequeña plaza de toros con su albero y moqueta roja… un pasodoble torero abrió el baile y las copas… a esta te invito yo, me decía con mucho cachondeo un buen amigo que esa noche me veía mujer… las chicas se reían de mis caras… yo no paraba de bailar… no podía… me había enfrentado un rato antes a una realidad callada… a una lucha que la había transformado pese a ser la misma… la entendía, salvando las distancias, tan bien… todos libramos pequeñas batallas… lo bueno es que, antes o después, las vencemos… y, como ella me dijo, vuelves a disfrutar de la vida… cierto…

Después de muchas copas, muchos bailes y muchas sonrisas tocó volver a casa… subirse a ese autobús que nos devolvía al centro de Madrid… volver a casa con una llamada de mi prima María contándonos que había encontrado un casi fiambre por el camino de vuelta… y, lo que es peor, a varios de los invitados de la boda buscando un sitio para tomar una caña… son las 8 de la mañana, le dije asustada, esta gente no tiene fin… nos fuimos a la cama… era completamente de día… cuando me tumbé tan sólo pude recordar que no sentía varios dedos de un pie… ser mujer pasa una factura altísima, me dije a mí misma… hice recuento de la noche… de los extraños episodios paranormales que me suceden a veces… sonreí… recordé esas historias que viven los demás, sus propios infiernos y dolores... pensé en ese comentario de una amiga de que nunca me disfrazo en las bodas… que siempre mantengo eso que me hace ser yo… yo… dos letras… un mundo peculiar que exploro cada día más… y, poniendo en la balanza de los días, me quedé dormida…


No, no me he olvidado del mordisco… pero me reservo la historia… tan sólo os digo que tengáis cuidado porque, en ocasiones, el vino provoca episodios caníbales inesperados…

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