domingo, 26 de julio de 2009

Resumen de un sábado de Santiago...

Era el segundo día de las fiestas… 25 de julio, Santiago… esa fecha que de manera inconsciente espero durante todo el año… la espero porque sabe a reencuentro… sabe a familia, propia y elegida… suena a historias que contar… huele a vida… es muchas cosas que quizás no se puedan explicar con palabras… este año, de alguna manera, no sentí que fuera Santiago… estaba aquí, sí… con mi gente… pero me daba la sensación de no estar viviendo esa fecha que el calendario de mi mente tiene grabada a fuego… salí de casa sin muchas ganas, después de haber aprobado por los pelos la noche anterior… sí, salir aquí de noche es como un combate de boxeo que dura lo que duran las fiestas… por algún motivo que no comprendo, aquí la noche sí que te confunde y lo más fácil es que, entre copas y risas, veas salir el sol… ayer me sentí mayor, le comentaba a una amiga tomando café por la tarde en el bar, me tomé dos copas y sólo tenía ganas de meterme en la cama… durante un momento analicé esa aparente indiferencia de un día tan esperado… quizás sea cierto que esté mayor para estos trotes, me dije… o, tal vez, las emociones están pero de distinta manera… no son menos intensas, sería imposible tratándose de esta bomba de relojería visceral que soy… pero sí son distintas… con ese espíritu me encaminé con mi prima hacia el bar… estás muy guapa, me dijo con su sonrisa… me reí… la noche anterior le había mandado de vuelta a buscarla un peculiar mensajero… uno que se pasó toda la noche quitándome de encima a esa colección de personajes que me dan la paliza y que, para rematar sus servicios, me obligó a dejar que me acompañara a casa cuando mis huesos ya no podían soportar más la fiesta… no se me da tan mal hacer de Celestina, pensé… sigo siendo una romántica en el fondo, le dije a Silvia horas después… no sabes cómo me alegro de escuchar eso, me contestó con una sonrisa… me reí para mí… yo no estoy tan segura, pensé, pero si no supongo que no sería yo…

Un par de copas después en el bar, estábamos todos… miré a Mayra pensando en lo importante que era para ella estar ahí… era un acto de libertad, de sacudirse penas del pasado… de seguir hacia delante con René y todos nosotros… mi incombustible rubia se prestó a salir, pensé que podía liarla hasta que amaneciera… hablábamos, reíamos… nos contábamos… ese amigo que todavía hoy me resulta imposible que sea médico me habló de los cambios de su vida… se había emancipado, tenía novia… le vi feliz, sonreía… sus enormes ojos de muñeco manga brillaban… lo reconozco, verle así me hizo muchísima ilusión… hablábamos, reíamos… compartíamos, pensé, pedacitos de nuestras vidas… la madrugada comenzó a descolgar horas, eran más de las dos de la mañana… era momento de trasladarse a la zona de la fiesta… un campo enorme en el que la orquesta, decían, era algo nunca visto por estas zonas de la montaña de León… eran nuestros particulares Rolling versión verbena de pueblo… decidimos hacer un stop&go en mi casa… pero, casi sin quererlo, nos vimos sentadas de charla… cuatro amigas en mitad de las fiestas de su pueblo… cuatro amigas que hacía mucho tiempo que no nos veíamos… la recién casada estaba sembrada, con una auténtica hemorragia de sinceridad sobre muchas realidades… repartía a diestro y a siniestro diciendo verdades como puños… yo me reía, flipaba y me descojonaba de manera alterna… todas las que estábamos allí, en realidad… todas recibimos nuestra dosis de opinión y autenticidad... confesiones, secretos y verdades… un tándem increíble, pensé, mágico… el que sólo se da en algunos ambientes que respiran como esa cocina mía la noche del sábado, esa que ha sido testigo de tantas conversaciones parecidas… en un momento dado me vi hablando de una de mis heridas de una manera diferente… con frialdad y rencor… rencor, curioso, es algo que es difícil que sienta… pero lo sentí… llegados a ese punto, consideré disuelta la manifestación… la fiesta nos esperaba… al salir de casa, lo reconozco… me quedé gilipollas mirando al cielo… estaba sembrado de puntitos de luz… hacía mucho tiempo que no veía tantas estrellas…

Llegamos al “prao”… después de saludos varios, nos pusimos a bailar… sabía que un buen amigo de otro pueblo había venido… ha venido por ti, me dijo otro amigo con mucho cachondeo mientras cruzábamos el río por encima de un improvisado puente hecho con palés de camino a la fiesta… sí, aquí incluso ir a tomar unas copas parece un circuito de multiaventura… al llegar me lo encontré… hacía meses que no hablábamos solos, sin testigos… cómo está esa cabeza, le pregunté… sabía que bien porque, después de que pasara una época muy mala, le veía genial… creo que fue la primera vez desde que le conozco –y hace muchos años- que nos pedíamos una copa juntos en la barra de una fiesta… enredada con mi hermana, le perdí por la fiesta… me descojonaba… he violado a su primo bailando “Paquito el Chocolatero” –un clásico de las noches de esta zona-, me decía avergonzada y descojonada… en esta zona escuchar frases paranormales como esa en una fiesta es lo más común… tienes a Jesucristo detrás, me dijo Silvia sólo diez minutos después… Jaime bailaba como un descosido con su casi patentado paso, me muero de risa con él… un individuo peculiar al que apodamos “El bailarín” aparecía de cuando en cuando de la nada para meterse en nuestro grupo de baile… se ponía insinuante con su cara de pirado y movía el culo tipo Shakira –o eso creía él, claro-… después de cuatro minutos y de no hacerle ni puto caso, se iba… uno de mis freakes me dijo que me iba a echar de menos al despedirse de mí mientras le hacía la cobra… algo pasa esta noche en los astros, me dije, una conjunción de las de Expediente X… lié a la rubia invitándola a un Baileys… el siguiente llegó de la mano de Silvia a traición… era casi de día cuando la acompañamos a casa para hacer una buena obra… darle de comer a unos perros atados con cadenas que a Silvia le amargaron el amanecer… cuánta ternura, pensé para mí… me dio envidia haberme descreído de ese pequeño intento de cada uno por cambiar las cosas… ahora es relativo, quizás tenga que terminar de volver a despertarse… subida en la valla de madera, mi guardaespaldas vino a rescatarme de una caída segura… mi hermana se moría de la risa… creo que le encanta que esté así de loca… y a mí, francamente, me encanta verla disfrutar con mis locuras…

Volví a casa de día después de que "mis chicos de Burón" emularan la misma noche de un año antes… entre Aitor y Borja, me agarraron uno por cada lado y se dedicaron a darme vueltas… hace un año, aquello acabó en desgracia y me tocó subir a cuatro patas las escaleras que me separan de mi habitación… este, francamente, lo disfruté pensando que recordaban la gilipollez de la fiesta anterior… volví repasando la colección de recuerdos… de momentitos que, sin tener nada, eran grandes… con el frío que hacía poniéndome la carne de gallina… disfrutando de la luz que tiene un amanecer de verano aquí… llegando a casa, me pegué el gustazo de alzar la vista y ver esa montaña que resguarda este lugar del resto mundo… parecía un decorado… me paré en mitad de la calle, respiré… miré, vi, sonreí… la enorme pared de una montaña, no más… esto no se compra, me dije mientras giraba la llave de casa… mi padre me llamó desde la cama… cuando subí llevaba más de una hora desesperado porque olvidé desactivar la alarma de mi iPhone –puto iPhone- y era incapaz de pararlo… postponer postponer, me decía completamente despeinado desde la cama con la espalda apoyada en el cabecero y descojonado de la risa… me metí con él en la cama para contarle las batallitas de la noche y entrar en calor… quince minutos después, estábamos sentados en la cocina con un vaso de leche… traté de convencerle de que volviera a dormir, eran algo más de la nueve… y perderme esta mañana, me dijo él abriendo mucho los ojos mientras me señalaba la ventana… si algo disfruto aquí, continuó, es salir a pasear cuando el día se despierta así de bonito… sonreí… esos genes que le hacen a él ser como es son los mismos que me han construido a mí por dentro… le abracé, hacía tiempo que no lo hacía… le abracé agradeciéndole sin decirlo que mi barco pirata tuviera ese mar propio donde poder lanzar amarras siempre…

1 comentario:

yo dijo...

Te pido perdon por ese rencor que ahora tambien siento, por no haber sido un hombre, cuando al nacer ya lo era. Esa es una gran verdad. Y desmerece escrita.