viernes, 10 de julio de 2009

Ser madre

Te tengo que poner una canción, me decía con la cara llena de ilusión, se llama “Palabras para Paula” y es preciosa… la miré el brillo -el que siempre ha tenido- en los ojos… es uno de sus rasgos de toda la vida… por la manera de decírmelo, leí ese trasfondo que conozco… era algo más que el hecho de que su hija se llamara Paula… es madre, sabe lo que es… a veces, incluso, sufre lo que es… pero el epicentro de ese mundo que se sentaba a mi lado en la mesa es una criatura que, misterios de la vida, siento en parte mía… sin serlo, soy la tía Fati… soy esa mujer que acabó de sentir ese deseo de tener una familia cuando la conoció a ella… cuando imaginé en un momento dado cómo sería tener una vida tan bonita entre los brazos… cuando la dormí una tarde tumbada sobre mí… sé que, si antes tenía mis dudas, Paula acabó de despertar por completo eso en mí … las ganas de tener un pedacito de mí con su propia vida… con esa ternura que ella me regala cuando la veo... es curioso porque si me llegan a preguntar esto hace diez años, me habría infartado… cambiamos, evolucionamos… tenemos deseos que nos habrían resultado inconcebibles en otro tiempo… sonrío… maduro, supongo… me gusta verlo y sentirlo…

Habíamos quedado para cenar… ella vestida de negro, yo vestida de blanco… somos dos mundos, pensé al sentarme, pero orbitamos juntas… hablamos de mi rojo de labios… de ese amigo que siempre se escurre de quedar y que a ella ha terminado por saturarla… hablábamos de todo mezclando capítulos… no sabes las ganas que tengo de sentarme con calma a leer tu blog, me dijo, pero con la niña es imposible… su solución era comprarse un portátil, me contaba, para meterse en la cama con él a leer… me sentí halagada, lo reconozco, en la parte proporcional que me corresponde… nos tomamos un algo sin alcohol, me dijo cuando terminamos el creppe… llevábamos muchísimo tiempo sin cenar en esa Creppérie que fue testigo de tantas otras conversaciones años atrás… en ese mismo lugar, siete años antes, le dije que no sería madre nunca… lo recuerdo, ella también… fue una noche en la que las tres amigas necesitábamos un kit-kat en nuestras vidas… una noche que, por algún motivo, para todas fue un bálsamo…

Un granizazo de limón, dijo ella, pero sin el ron… me reí… tenía que coger muchas “M” de esas que circunvalan Madrid para volver a casa… el momento alcohol iba a ponerlo yo pidiendo un mojito, pero me apetecía… la mitad de una planta de hierbabuena me complicó un poco disfrutarlo completamente… aquello parecía un jardín más que una copa… le hablé de mi teoría de la nave nodriza, se descojonó… prometí cuidar de Paula desde el planeta al que me marche cuando vengan a por mí… es curioso… pensar en mudarme de planeta, sentir que tenía esa responsabilidad con su hija… me gustó, lo reconozco… empezó a contarme que le había puesto un vestido de lunares rojos que le regalé el año pasado… le queda minifaldero, me dijo con mucha gracia, se le ve el pañal… me la imaginé… desde que ella nació miro todos los escaparates de ropa infantil… y, en mi mente, siempre me digo “Para Paula” cuando veo algo que me gusta… la visto mentalmente muchas veces… nos metimos en su coche, tenía que escuchar la canción… cuando empezó a sonar, me di cuenta de que era una canción escrita de una madre hacia su hija… su nombre Paula… la canción hablaba de lo que ese sentimiento irracional e incondicional que sólo sienten las madres… le confesé un cambio de giro con respecto a siete años atrás… ya lo sé, me dijo ella mirando de medio lado, pero quizás todavía no es tu momento… quizás, pensé… pero tienes que hacerlo, me decía muy seria, tienes que tener un hijo… me reí… lo cierto es que lo deseo en mi vida, es algo que sé… y si no es tuyo por lo que sea, me decía tajante, lo adoptas… en ese momento me di cuenta de que, para ella, esa pequeña vida le había hecho vivir tantas cosas… sentir tantas otras… la había enriquecido de una manera distinta… le hacía sentir una incondicionalidad absoluta e incuestionable... eres madre, pensé para mí mirándola hablar, qué fuerte…

Me dejó en mi coche sonriendo que me uniera a sus planes familiares de fin de semana… acuérdate de dejarme una perdida, le dije… no te preocupes, me contestó… nunca se olvida… ella no me lo pide a mí, pero yo siempre lo hago… no puedo evitarlo… ahí es donde, quizás, reside mi gen madre… ese que tengo despierto en alguna parte y que me hace tratar de proteger a los que quiero… ese que, tal vez, está dispuesto a serlo en algún momento… volvía a casa pensando en la pregunta que le hice… pero tú de verdad crees que yo puedo tener un niño, le dije mezclando interrogante con sarcasmo… por supuesto que sí, me contestó medio indignada, es que tú te mereces ser madre… merecer, buen verbo… me sonó a cumplido… a cariño… a muchas cosas que viniendo de ella valoro enormemente… al hecho de que quiera que yo sepa qué se siente teniendo eso... quizás no ha llegado el momento, me decía entrando en el portal… pero si algo tengo claro es que sé que, antes o después, llegará…

Esta es esa canción que escuché cantar a mi amiga dentro de su coche, esa que quiso que yo escuchara... sentía de verdad esa letra... tiene ese título que sólo te da tener un hijo...

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