lunes, 16 de noviembre de 2009

Cinco días de cromos de recuerdos


En mitad de la neblina de esta ciudad, le paso revista a todas esas cosas vividas a lo largo de estos días… unos días de compromisos, música… he conocido ese extraño mundo que vive y crece encerrado entre las paredes de un conservatorio… estoy triste, no lo puedo disimular… tengo esa extraña melancolía que me dan las despedidas… esas de las que siempre huyo… esas para las que siempre tengo alguna excusa buena… con ellos es imposible, pienso sonriendo, nunca tengo escapatoria… me he vuelto a despedir de mi tribu particular, de esa que apareció en mi vida y que con el paso del tiempo parece haberse quedado a vivir conmigo aunque sea con la distancia que separa un océano y la diferencia de edad… da lo mismo… quizás vivimos en dos mundos distintos pero, por algún motivo que no comprendo, orbitan de manera similar…


He rellenado un álbum completo de recuerdos a lo largo de estos días… momentos con esos chicos que considero míos sin serlo… esos que nos han acompañado a lo largo de los días de la manera que han podido… entre ensayos, conciertos… entre sus múltiples obligaciones… con ratitos sueltos de esos que recibes como grandes regalos… creo que soy afortunada porque no he hecho nada para haberme colado en sus bolsillos y, sin embargo, me llevan en él de una manera distinta… lo reconozco, me siento halagada… por tanto cariño envuelto en preciosas cajas de dientes, besos y carcajadas… por mucho calor del que no sólo da el sol, aunque aquí pegue de firme… por las risas por mi manera de pronunciar la “j”… por desvivirse por cumplir esos pequeños caprichos que viven en un corazón europeo al que todo lo que pasa a este otro lado del planeta le resulta singular… por subirme en un ruta –un bus urbano- y disfrutar conmigo del paseo… por enseñarme esa flor de Venezuela –un centro cultural con forma de orquídea que, dicen las malas lenguas, se abre como una flor pero que jamás logré ver abierta-… por ese interés porque probara las cosas típicas que a mí me suenan a chino y ellos dicen con una soltura brutal… por la ilusión que les hacía a algunos que les viéramos tocar en una actuación que tenían en un club… por los abrazos que te dan cada vez que te saludan y se despiden de ti… por ese concierto de tangos que se convirtió en una eternidad hasta que vi salir a esa orquesta que suena a sueño…


He apuntalado lo que soy con una actuación supuestamente en deuda de una coral, sintiéndome tremendamente halagada por estar en esa silla sentada viéndoles cantar para un público tan reducido… con ese cariño de Dani, los ojos de una ternura que ven sin hacerlo… el mismo que me dijo que mi olor le recordaba a muchas cosas buenas con una sonrisa que tiene tanta dulzura que te derrite… el que me cantó al poco de saludarle esa canción de Amaury Gutiérrez que tanto le gustó de mi iPod y que habla de ojos que miran con sinceridad cuando los suyos no ven… se me calentó el alma con la aparición de Kike en el hotel donde dormíamos por sorpresa… por volver a convertirse en esa sombra que me acompaña y a la que tanto echaba de menos… con sus cosquillas, con sus bromas… con nuestras conversaciones sobre esas vidas que corren en paralelo a los dos lados de un océano... me ha faltado tiempo para compartir con él, y lo sé, pero supongo que es una deuda pendiente de cobrar al otro lado del Atlántico en algún momento… me he reído con las gafas de ese proyecto de arquitecto multiusos que hace de todo y se descojona con todo lo que digo… con su pelo a lo Pitingo que nadie comprende a este lado y que a mí me fascina…

Me emocioné con la ternura de unas lágrimas incontenibles… con esas que te da sentir la música de esa manera que la hacen ellos, como el motor de sus vidas… con ese concierto del ensamble, con volver a verles tocar… con sentir las lágrimas de un pequeño Tico-Tico que para mí siempre irá de la mano de un kebab que me hizo buscar en mitad de la noche de Valencia y al que decidí consentir sólo por ver cómo sonreía… volver a oírles tocar es una de las cosas que más atesoro… me quedo con el intento de Daniela por sacarnos “de rumba”, con su dedicación por acompañarnos en todo momento… con el abrazo de Abril… con las constantes gamberradas de Alfredito… con el afán de Christopher porque viera los Simpsons, lo que más le impresionó cuando estuvo en España por el doblaje y porque el pobre no comprendía ninguna de las bromas… me he guardado en el bolsillo las sonrisas de Antonio, la ternura de Pucho… el cariño de Daniel, un niño que carga a todas partes ese instrumento al que parece ir pegado y que, a la que te descuidas, te está poniendo la cabeza en el hombro… con la broma sobre los supuestos “disturbios” del avión –en vez de turbulencias- que tienen al pobre Alfonso –apodado Sancho Panza- en jaque aunque él también se ría… por ese rapto en mitad de la oscuridad del grupo del coro, cuando ya estaba en pijama… gritando mi nombre, haciéndome cambiarme… obligándome a salir aunque ni siquiera me lo pensé durante un momento… por la carrera del Gocho para abrazarme cuando me vio, con un rostro que ya no es tanto de niño en apenas unos meses… por la cara del jefe de mi peculiar tribu cuando le regalé ese silbato que nos acompañó durante las dos semanas de aventura en las que se convirtió esa gira que, pese a ser pasado, sigue estando en la memoria de todos… quizás porque es lo que nos une… quizás porque, al igual que a mí, a sus relojes también les dio cuerda…

No, no puedo enumerar todos esos cromos de recuerdos que me he quedado de una ciudad que, para mí, huele a percusión e instrumentos de viento de metal… no podría… me los he guardado y, pese a no ser tantos como quisiera, los tengo como un tesoro… uno que, pese a compartirlo, es sólo mío… uno que, una vez más, me ha obligado a dejar un pedacito de lo que soy en esa ciudad en la que me comieron viva los zancudos y que conocí en coche gracias a ese anfitrión que nos recibió con los brazos abiertos… con esa paz que sólo él desprende… con el cariño que da sólo mirando, hablando bajito y riéndose como lo hace… sólo sé que me enamoré de ellos en su día y, por algún motivo que desconozco, sigo estándolo… quizás por lo que me dieron sin pedírselo… quizás porque son especiales… porque sienten distinto, porque desprenden un cariño que desconocía… o quizás, simplemente, porque nunca estaré lo suficientemente agradecida de que la vida los haya puesto en mi camino…

No hay comentarios: