lunes, 7 de septiembre de 2009

La aventura de una boda en Valencia: capítulo I

Era mi penúltima boda del año… de un año en el que a todo el mundo le había dado por casarse… si tuviera que hacer memoria, entre aquéllas a las que he ido y aquéllas en las que he tenido que abstenerme, no sabría contar… siete conté en el mes de abril… una maraña de altares, vestidos y menús que ahora mismo se me enreda entre sí… llegado septiembre, me quedaban los dos últimos asaltos… la boda de una buena amiga en Valencia… en esa tierra donde había encontrado a su Mozart particular y donde la había visto sonreír de otra manera… ya la había visto vestido de novia el día de la prueba del vestido… pero, aún así, tenía la ilusión de verla de verdad… con la sonrisa que tienen las novias en su día… esa que es especial y, probablemente, irrepetible… es curioso… dejé de creer en el amor para volver a hacerlo cuando a veces veo cómo se miran dos personas… cómo se emocionan en un día que, aunque no cambie nada a efectos prácticos, cambia muchas cosas… uno de esos días compartidos con los demás en los que jamás he creído pero que acompaño pese a no gustarme las bodas…

El viernes se despertó siendo un día así… con sabor a nervios, a la eterna pregunta in extremis de qué me voy a poner, con los últimos retoques al esmalte de uñas… y, por qué no, con una migraña de esas de campeonato… el destino era Valencia… el camino compartido con una pareja de amigos que son, sin duda alguna, especiales… cuando mi prima les conoció, su comentario es que le habían dado buen rollo… que respiraban felicidad… quizás es por eso por lo que son peculiares… son amigos, son pareja… y, para mí en este difícil cáliz personal que son las bodas, eran la mejor compañía posible… la cosa tenía guasa… partíamos de una habitación con tres camas… la caída de cartel de mi pequeña y extrañada Princesa del País de las Bragas me había puesto en un brete particular… me quedaba sóla pagando una habitación en este estado de derribo económico mío… hoy por ti mañana por mí, me dijo la vocecita de Bea… sois unos soles, pensé, tengo unos amigos que no me lo merezco… en contraprestación, opté por poner mi coche… recién salido de un taller… recién revisado… era mi granito de arena para la excursión…

Cuando mi cabeza, gracias al gramo y pico de ibuprofeno, me dio una tregua les recogí… íbamos charlando sin parar… lidiando con el tráfico de la salida de Madrid… les anunciaba mi viaje a Venezuela sabiendo que ellos entenderían mi ilusión… Jose suspiró que ojalá estuviera en su Caracas natal para entonces… Bea me hizo su encargo al respecto… salíamos de Madrid compartiendo pedacitos de vida… hasta que mi coche dejó de ser él para convertirse en algo extraño… lo sentía raro… no sabía explicar qué le pasaba… ellos seguían hablando mientras yo trataba de centrar qué estaba pasando… miré el cuadro de la temperatura y de la manera más relajada que pude dije un “chicos, tenemos que parar” que sonó a sentencia… cuando paramos, la realidad nos dio de golpe en la frente… mi coche casi se fríe, el tanque del líquido refrigerante estaba completamente vacío… otro de los pequeños percances que llevo viviendo con este bendito Astra en el último año y pico… en plena gasolinera de la Galp, empezó la locura… después de que el vendedor de melones de la furgo de al lado nos diera instrucciones, la primera en la frente… Bea y yo no encontrábamos el líquido refrigerante no porque no tuviéramos ni idea de qué era aquello sino más bien porque no había… empezó la operación “Camioneros arriba”… empezamos a molestar a todos los camiones que había parados en la gasolinera a ver si alguno tenía el bendito líquido… de una cabeza tractora vinilada con la bandera de Asturias, se bajó un sudafricano hablando castellano con acento portugués… rebuscó por todo el camión, negativo… ni rastro de refrigerante… Jose hablaba con otro y la última opción era un checo que no hablaba ni palabra de español y al que, francamente, nos dio miedo despertar…

Siguiendo las instrucciones del vendedor de melones, recorrimos dos kilómetros más hasta una Cepsa… conducía con el alma en un puño viendo cómo subía la aguja de la temperatura… después de echarle tres litros del líquido bendito, descubrimos que con las mismas salía por debajo del coche… el hombre que acababa de aporrear mi coche con la puerta de su todoterreno –y al cual eché el alto diciéndole al salir de comprar los litros benditos un sonoro “tú si ves que tal, dale”- acabó a cuatro patas mirando los bajos de mi coche… su diagnóstico como camionero que era fue demoledor… el coche no podía moverse… yo os llevo hasta Cuenca, nos decía con una sonrisa… opté por llamar al seguro… una grúa rescataría a mi chiquitín, y a nosotros un taxi… miré a mi alrededor, quedarte tirado en Perales de Tajuña -a apenas 50 kilómetros de Madrid- viene a ser lo más parecido a hacerlo en mitad del far west... llegó la grúa, se llevó mi coche… reconozco que sentí una tristeza absoluta al verlo subido allí… más tarde, y después de una llamada de reclamación, llegó el taxi… la fiesta que le montamos a Jesús, nuestro nuevo amigo conductor del taxi, fue buena… en apenas los cincuenta kilómetros que recorrimos con él de vuelta a Madrid, nos hicimos colegas… llevaba currando 14 horas pero el servicio merecía la pena… para cuando nos bajamos en la casa de Jose y Bea, teníamos su teléfono para llamarle cuando necesitáramos un servicio… te debemos un brindis, le dijimos con mucho cachondeo…

Desde Cuatro Caminos a Sanchinarro la cosa fue rápida… llegamos, cambiamos el Picanto verde fluorescente de mi pareja de amigos por un Nissan familiar de la madre de ella… la novia nos llamó a ver por dónde estábamos… hasta ese momento desconocía la realidad que llevábamos viviendo desde las 6 de la tarde… he cogido el disco de Bebe, le dije a Bea… pon la dos, me dijo ella mientras conducía, que me gusta mucho… para cuando el disco de Bebe había terminado, a Bea se le cerraban las pestañitas… me puse al mando de la máquina y, con el cambio del conductor, tocaba el cambio de música… gran revelación de la noche… el coche de la madre de Bea sólo tenía un CD de Rocío Jurado, lo justo para un trayecto surrealista… con mucho cachondeo, comenzamos a cantar todas y cada una de las canciones… “Como una ola”, “Se nos rompió el amor” o cualquier otra de la “grande de España” eran coreadas con mucho cachondeo… Bea cantaba unas veces y emitía extraños gorgoritos desde el asiento de atrás otras… desgañitados nos descojonábamos con la oferta musical… simplemente, era lo único que había…

Llegamos a Valencia a las 3 de la mañana… después de 9 horas de viaje desde el comienzo de la aventura… después de habernos sentado en cuatro coches diferentes… gracias al iPhone –puto iPhone- encontramos el hotel casi sin problema… el tipo de recepción fue la siguiente cosa peculiar de la extraña ya madrugada… hablaba exactamente igual que el famoso primo lejano de la serie americana… muertos de risa, nos desplomamos sobre las camas… estábamos reventados… comentando las jugadas de la tarde… si llego a saber que íbamos a volver a Madrid, les dije, le habíamos comprado un melón al hombre de la gasolinera… de golpe, Bea y Jose decidieron parodiar un vídeo que circula en youtube de Juan Gabriel cayéndose de un escenario… me descojoné con la puesta en escena, agradeciendo que el pequeño contratiempo hubiera sido con ellos… por algún motivo que desconozco, todo es mucho más sencillo…

Cuando apagamos la luz, seguimos hablando… compartía la habitación con una parejita que yo misma lié en su día –sí, tengo alma de Celestina- como si estuviéramos en un campamento… charlando en la oscuridad… una charla en la que, lo que tiene ser búho, la última frase la dije yo… ellos, simplemente, se entregaron a los brazos de Morfeo… sonreí… peculiar comienzo para un finde en Valencia… un comienzo que me había descalabrado todos los planes de ver amigos, de reencontrarme… pero qué coño, me dije, una batallita más para la colección…

Este es el vídeo que mis locos amigos parodiaban de madrugada en Valencia... no tiene desperdicio!


2 comentarios:

Django1980 dijo...

Qué gran viaje!!! Estoy ansioso por saber qué depara en la segunda parte...porque hay segunda parte, no???

Anónimo dijo...

Le está bien al Juan Gabriel! Eso le pasa por ser tan prepotente y gilipollas.
Chu..Un viaje contigo nunca es un viaje nada más :-D

Love you!