martes, 15 de septiembre de 2009

La boda de mi mejor amigo I: carrera contra el tiempo

Abrí el ojo gracias a la llamada de mi atómica amiga… gatita, me decía, son las 8 y usted tiene camino… camino me sonó a eufemismo… una boda, la de mi amigo del alma… Asturias me parecía más lejos que nunca… salté de la cama como pude para tratar de recomponerme el cuerpo… demasiadas emociones el día de antes… todavía tenía los ojos hinchados, un recuerdo de esta desincronización entre cabeza y corazón… medio sobada, comencé con mis quehaceres previos a marcharme… pasar por la ducha fue lo primero, ponerme los bigudíes para hacer algo con mi pelo lo segundo… cuando vi que con un pañuelo no lograba disimular que llevaba la cabeza llena de moños sujetos por palitos de colores, me di por vencida… no tengo vergüenza, lo reconozco, pero bajé a tomar café del brazo de mi bomba particular de esa guisa… cuando Manolo me vio, se descojonó… así piensas ir, me decía interrogante muerto de la risa… qué remedio Manolo, le contesté, si es que no tengo más tiempo… para empezar, los propios novios pensaban en inicio que se casaban el sábado… y cuál fue mi sorpresa, apenas un par de días antes, cuando descubrí que la boda era un día antes…

Con el alma enredada me subí al coche… mi bomba se quedaba en casa, era consciente de que la dejaba con su propia maraña pendiente de solucionar y con el miedo a una soledad en tierra extraña… a medida que avanzaba los kilómetros, pensaba en mi destino… en ese reencuentro con un amigo del alma que siento hermano y su mujer… con una familia a la que quiero por defecto y que hacía tiempo que no veía… con la extraña sensación de presentarme en una boda sola y sin conocer a nadie… con el saco de los recuerdos sobre la espalda, los de hace más de un año cuando el mismo amigo se casaba pero al otro lado del océano… calor y frío a la vez, no sé explicar lo que pasaba por mi mente… a medida que avanzaba los kilómetros, este extraño ser que vive dentro de mí se iba despertando… se iba ilusionando… iba a Covadonga, a esa tierra asturiana que siento tan dentro como un lugar en el que no me importaría nada vivir … a reencontrarme con ese pedacito de mi vida anterior que permanece y que siento de una manera tan especial… con esa mujer que llegó un día de invierno como su novia y que ya es indivisible en mi vida… para cuando dejé de soñar, tocó volver a la realidad y parar en una gasolinera… mientras repostaba, el hombre que llenaba mi coche de diesel me miraba la cabeza como si fuera un marciano… avergonzada por la situación, le dije un “es que llego tarde a una boda” que obtuvo como respuesta un “pensé que era un peinado de esos modernos que se hacen en Madrid”… me subí al coche muerta de la risa… me quedaban todavía casi 200 kilómetros para la siguiente toma de realidad… comer con mi padre, y de esa guisa, en la Virgen del Camino…

Cuando llegué a la Virgen, me bajé sin pudor de mi coche… con la cabeza llena de moñitos de colores… saqué unas fotos, entré en el santuario a respirar esa calma que dan las iglesias vacías mientras esperaba la llegada de mi padre… cuando mi querido progenitor llegó, no podía parar de reír… yo no como contigo así, me decía descojonado, nos van a echar de la provincia… nos sentamos delante de una ensalada y un plato combinado… me miraba, se reía… estás guapísima, me dijo a la altura del café… le miré con una ternura inmensa… me lo dijo de una manera preciosa… sintiéndolo con el alma como sólo un padre siente… sólo un padre puede verte guapa de esa guisa… nos costó despedirnos pese a saber que nos íbamos a ver al día siguiente… sabía que le había alegrado el día con mi visita… con ese ratito compartido… y a mí ese breve encuentro me había puesto más algodoncitos en el corazón… no puedo evitarlo, es el hombre más importante de mi vida… llámame en cuanto llegues, me dijo con medio cuerpo apoyado en la puerta del coche, y no corras que en Asturias hay radares por todas partes… seguí con mi camino, mirando el reloj agobiada perdida… con Fito y su “A puerta cerrada” escupiendo grandes frases contra las neuronas que se escondían bajo los bigudíes…

A cuarenta kilómetros del punto de destino, sonreía plenamente… quedaba poco… aunque no pudiera creérmelo, iba a llegar a tiempo al gran momento que me tenía a mí vuelta del revés… en uno de los últimos pueblos antes de llegar a Arriondas, pasó lo que no esperaba que ocurriera… un guardia civil me da el alto… mierda, pienso para mí… era consciente de que iba 22 kilómetros por encima del límite… pero ese 70 para mí era como una cruz… era, realmente, lo que separaba la fina frontera de llegar a tiempo y no llegar… cuando asomó la cabeza por la ventanilla del coche con su “buenas tardes” fui consciente de la situación… primero me miró muy serio… después empezó a descojonarse de la risa… con cara de pánico, haciendo uso de la mejor de mis sonrisas de mujer y una mirada gatuna le dije un entre aterrorizado y descojonado “vengo desde Madrid a la boda de mi mejor amigo y no llego a tiempo”… el hombre se reía… me miraba, trataba de ponerse serio y se volvía a reír… yo calculaba mentalmente el importe de la multa y los puntos que conllevaba… que tengo que llegar a Covadonga antes de las seis, le dije… faltaba poco más de una hora… el colmo fue cuando ese hombre vestido de verde que tenía pensado multarme me sopló con mucho cachondeo dónde más había radares… dos para ser exactos… le prometí ser una niña buena y no correr más antes de seguir con mi camino… curiosa esta vida, sin duda… el poder del buen humor es, a veces, el arma más maravillosa de todas…

Mientras rodaba detrás de un camión, pensé que no podía aparecer con esa pinta en casa del futuro esposo… aprovechando la velocidad –castigos del destino, estoy convencida de que ir pisando huevos en un tramo imposible de adelantar era para compensar mi exceso anterior- fui quitándome los bigudíes sin mirar… cuando el último palito de colores estuvo en el bolso, giré el retrovisor… entré en pánico, lo reconozco… parezco un puto caniche, me dije para mí al verme todo el pelo tieso en unos espantosos tirabuzones que no querían dejar de serlo… parecía que me había escapado de una película mala de época… aprovechando un semáforo de uno de los pueblos que tenía que atravesar, saqué el cepillo… me cepillaba esos rizos de caniche como una desquiciada mientras veía los veinte carteles que le restaban kilómetros a mi llegada a la meta… en ese momento, deseé que fueran más para poder arreglar esos pelos que ni siquiera veía pero que intuía…

Cuando subía la cuesta que me separaba apenas dos kilómetros de la meta, el retrovisor me devolvió la gran realidad… era como el león de la Metro, sólo me faltaba rugir… localicé rápidamente el hotel rural… aparqué en la puerta y cuando me vi de nuevo pensé que así no podía bajarme del coche… qué curioso… me había importado un pito cruzarme el mapa con los bigudíes, pero ahora me daba vergüenza… decidí solventarlo poniéndome una gorra… disimulaba algo… como las locas desembarqué en la recepción… la que sería mi anfitriona durante la estancia se partía de la risa… creo que nunca había tenido una inquilina tan zumbada como yo… con la llamada a Nando, llegó la revelación… la boda no era a las 6, era a las 7… tenía una hora más… respiré aliviada… al menos, pensé, tengo un margen para parecer un ser normal… cuando entré en la habitación, la 11, respiré aliviada… la primera etapa estaba superada… ahora quedaba lo más difícil… convertirse en mujer…

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