sábado, 19 de septiembre de 2009

Volver a la Universidad

Creo que sólo cuando estaba bajo el chorro del agua de la ducha, fui consciente… iba a volver… a ese lugar en el que viví en mi otra vida… ese que, en gran medida, es el lugar sobre el que edifiqué lo que soy… la época que ha guiado mis pasos de los últimos años… ese espacio de cuento en el que, simplemente, comencé a crecer, a pensar… hacía mucho tiempo que no ponía un pie por allí… en parte porque me entristecía hacerlo… porque extrañaba en gran medida esa vida ya vivida… esa gimnasia mental que suponía aquélla mente que nunca se detenía… esa persona que fui que sacaba tiempo de debajo de las piedras para hacer tantas cosas… la Universidad… iba a volver, tenía que hacerlo en gran medida para acompañar a ese hermano que nació en ese lugar… volver al inicio no es retroceder, pensé, qué grande es Macaco… creo que porque me ataca la melancolía cada vez que voy, traté de que fuéramos juntos… una manera también de enseñarle a esa parte ya indivisible de nuestra hermandad, Nela, el lugar en el que nos conocimos hace ya 12 años… ese que nos unió y que no ha separado un océano…

Es curioso… esta mañana me he arreglado pensando en reencontrarme con esos profesores que formaron parte de nuestra historia… me vino a la mente uno que sabía que no estaría pero al que, todavía hoy, profeso un enorme respeto… había pasado mucho tiempo desde la última vez… pero me hacía ilusión en cierta manera volver a saludarles… a que me preguntaran el arquetípico “dónde estás trabajando” y el “está jodida la cosa, verdad?” que sabía que me iba a caer… en cierta manera, dudaba de estar preparada para ese momento… para enfrentarme a explicarles que, cosas del destino, mi último año vital había sido un casi completo desastre profesional… me mataba sentirlo, sabía en el fondo que no era realmente así… el tiempo no se pierde, me dije mientras buscaba una pulsera roja que combinara con las estrellas rojas de la camiseta, sólo se usa de otra manera… debo tener un gen recesivo argentino, les argumentaba a Nando y Nela mientras rodábamos en el coche hacia La Berzosa, me da por ponerme melancólica y lo paso fatal… Nando se reía, chinchándome sobre las probabilidades de que me pusiera a llorar… aparqué en esa plaza que con conocimiento de causa –trabajé allí dos años y recuerdo las normas- está reservado para un personaje con nombre y cargo… que me despida, pensé para mis adentros riéndome… llegamos a secretaría de cursos y, antes de darnos cuenta, estábamos repartiendo besos a diestro y siniestro… sonrisas… reencuentros… una de las viejas glorias de la Universidad nos recordó aquéllos años en los que se ventilaba 2 paquetes diarios de Marlboro… no os divorciéis, le decía a mi pareja de amigos al despedirnos, que luego lo que queda por ahí es peor… me reí… sólo a ella, la eterna soltera, se le podía ocurrir decir algo así…

De ahí, nos fuimos a ese edificio en el que Nando y yo compartimos tanto tiempo… te acuerdas, me decía señalando los corchos con la distribución de horarios y clases, como en los viejos tiempos… en este aula, le dije a Nela, tuvimos la primera clase de la carrera el primer día… ella sonreía… lo recordaba con nitidez, muchísima de hecho… curioseamos las nuevas instalaciones, saludamos profesores… la eterna mujer liada nos sacó 5 minutos para sentarnos en su despacho… nos miraba con ternura, me gustó sentirlo… gracias a ella y a su asignatura, no pude licenciarme en tres años en Publicidad… pero lo cierto es que, pese a aquello, la tengo aprecio desde el día que me expulsó de clase porque tuve la mala idea de ponerme un jersey exactamente igual que el suyo… sigues siendo genial, pensé mientras pasaba olímpicamente de responder a una llamada del móvil… cuando el peso del pasado me pegó en la frente, decidimos milagrosamente irnos a la cafetería… al otro lado de la barra, estaba el mismo camarero que cuando estudiábamos… por Luis no pasaba el tiempo… seguía como siempre, con su media sonrisa… con su ilusión sincera por volver a vernos… charlamos, le contamos… nos sonreímos al pasado… miré alrededor, fijándome en la cara de esos nuevos universitarios que resultaban extraños… sonreí… entre ellos podía identificar algunos por su aspecto con quiénes éramos esa troupe hace tantos años… estábamos allí de nuevo, pensé, pero somos tan distintos y tan los mismos que me asusto…

Sentados en la terraza que ahora tiene mesas y hasta sombrillas, llamamos a una de esas amigas que hicimos allí… a una que queremos ambos de una manera especial… era mamá, estaba en su isla bonita… me alegré de sentirla así de Mónica… como siempre, como la última vez que la vi hace ya cinco años compartiendo una tarde calurosa de Madrid… cuando colgamos con el pedacito de pasado que sentí más presente que nunca con invitación de visita incluida, nos dio por ponernos a recordar… por hablar de ese fanzine que, para nosotros, fue un juego de estrategia y un desahogo… una iniciativa que nos daba de comer mentalmente… con el segundo café, llegó otra de esas amigas que hicimos en aquél lugar… mientras la escuchaba hablar, recordaba veinte anécdotas… muchos momentos buenos, otros no tanto… me acordé de esa amiga que está al otro lado del mar y de la que hace tanto tiempo que no sé nada... ese padre que también llevo en el corazón y que vive su propia aventura americana... esa amiga que vive su primera vuelta al mundo con misticismo y mucho amor, con sus buenas noticias de una invitación de boda a Sudáfrica... recordé compañeros perdidos… amigos olvidados que ahora sólo ves a través de Facebook… sonreí a esos recuerdos de cuando éramos unos críos pese a creernos grandes… de cuando nos movía la ilusión de despertar… mientras hablábamos, recordé al Fernando que comenzó la Universidad… a la Fátima que yo era… hemos cambiado sin duda, me dije, tú hasta estás casado… entre esos árboles sentí nostalgia… melancolía… de esa otra vida de gata que viví hace tanto y que tengo tan presente… de esa que todavía echo tanto de menos… nunca podré decir lo contrario, esos años en mitad de los árboles son parte del motor de esta vida mía… volvía a Madrid pensando en esas curvas de la A-6 que me sé de memoria… tengo recuerdos de casi todas ellas…

Lo reconozco, he sentido una infinita melancolía… una tristeza que me ha hecho estar a punto de llorar durante algunos momentos de la mañana… pero lo sentí… fue en mi otra vida, lo sé… sonrío… no sólo la tuve sino que, además, la viví… de una manera intensa y especial… quizás, sólo por eso, sea incluso feliz por vivir esa relativa tristeza…

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