miércoles, 30 de septiembre de 2009

El encuentro con el hombre que se llamaba como las colonias

Volvía a casa con la cabeza como un bombo… con un texto corporativo que no acababa de tener el espíritu que quería, que me pedía mi cliente… tratando de pensar en cómo enfocarlo… había hecho muchos borradores… ninguno me gustaba… salí de casa con él en la cabeza… y volvía ya de noche con lo mismo… con la música metida en mis neuronas para encender mi mente… para despertar esa lista de palabras que, ordenadas de determinada manera, podían decir lo que tenía que decir… quedaban dos días para que la web del cliente más peculiar que tengo se subiera a Internet y seguíamos sin dar el texto corporativo correcto…

Pensando en palabras, me encontré con una avalancha de ellas… fue entrando en casa… al llegar al portal con la cabeza embotada de frases, me interceptó un vecino… plantado en mitad de la puerta… sin dejarme entrar… me quité los cascos de mi iPhone –puto iPhone- para escucharle… le veía mover los labios y sonreír plantificado en mitad del acceso al edificio… pero no le oía… Fito me chillaba en las orejas cosas como que conoce un lugar a tres o cuatro cervezas de aquí… cuando me los quité, comencé a escuchar su voz… su acento… lo identifiqué rápidamente… es cubano querida, pensé, así que o abrevias o vas a estar aquí un rato… es un gran defecto, lo sé… pero no sé cortar en seco a alguien cuando se pone a hablar conmigo… creo que no tiene nada de malo ser un poco humano aunque, en ocasiones, te dé algún que otro problema… me he convertido en una experta en la materia y logro catalogar a los “charlatanes ocasionales” con distintas etiquetas… las señoras sesentonas aburridas son uno de los gremios más habituales en este barrio… le hice una radiografía rápida para calcular el tiempo que iba a tratar de hablar conmigo… cuarenta y alguno con pinta de ligón de bar de cincuentonas, me dije, un auténtico profesional de la charla…

Cuando empecé a escucharle, la cosa empeoró… primero se ofreció a ayudarme con las bolsas que traía… no muchas gracias, le dije bastante seria, puedo yo sola… sonrió con esa arquetípica sonrisa de ligón profesional ensayada mil veces ante el espejo… eres muy bella, me dijo mientras no había manera de que se moviera un milímetro de la puerta del portal… es más, siguió diciendo, cuando te veo en tu coche eres todavía más bella… primera llamada de atención en mi mente… no sólo eres un profesional, pensé, sino que además tienes un punto de psicópata… esa extraña raza humana para la que tengo un imán… continuó con su cháchara envuelta en sonrisas variadas y muchos “mami” de por medio… con mi siguiente intento de esquivarle y entrar, llegó la siguiente perla cubana… eso sí te lo tengo que decir, me soltó bloqueando la entrada de una manera muy sutil, con los ojos tan bonitos que tienes te vas a quedar sin ellos… no te preocupes, le contesté sonriendo, que te prometo que no se los dejaré a nadie… y ahí llegó la segunda señal de alarma… porque hay que ver, continuó diciéndome curioso, la cantidad de horas que pasas delante de ese ordenador… me quedé fría… sólo pude decir un “sí bueno… es que trabajo en casa” mientras trataba de controlar el alucine de que lo supiera… con una enorme sonrisa de ligón y cotilla, me dijo que veía la ventana de la casa por las noches… te veo porque es la única ventana iluminada de toda la pared por la noche, siguió diciendo, y siempre me pregunto qué es lo que miras tan concentrada en el ordenador… durante un instante, pensé en llamar al 091 y denunciarle… pero decidí darme la oportunidad de saber si tenía que hacerlo o el tipo era, simplemente, más cotilla que la Patiño…

Después de un buen maremágnum de palabras, el tipo se fue relajando… no le hacía falta que yo le hablara, él quería soltarme el rollo… en cinco minutos, me hizo saber que era ingeniero mecánico… que estaba separado y tenía dos niños… que tenía una empresa de reformas… que tenía muchas amigas putas y, también, muchos amigos importantes e influyentes… me sonreí… me lo imaginé como un pavo real desplegando sus plumas… me llamo Hermés, me dijo tendiéndome la mano con mucha galantería… como las colonias, añadió como si aquello le otorgara un toque de glamour absolutamente efectivo con las mujeres… hay que joderse, pensé, parece un comercial… se vende a sí mismo, se considera un producto… hace su spot publicitario el tiempo que le permitas charlar con él… eso sí, no pierde el tiempo en dejarte hablar… no le hace falta… seguía untándome las neuronas con sus muchas virtudes… su completa vida que tiene ese punto trágico de cubano en el exilio… no se daba por vencido y, lo que era peor todavía, no se quitaba de la entrada del portal… empecé a encabronarme lentamente… y en ese momento, como salido de la nada, apareció un vecino que ya no vive en este edificio… rescatada, pensé para mí, ahora será más fácil huir…

Hacía mucho tiempo que no le veía… me comentó que acababa de alquilar su piso a unos chicos de León… nos pusimos a hablar de la reciente junta de Comunidad que nadie me comunicó… mientras hablaba con él de las próximas obras que desconocía del edificio, veía al hombre que se llamaba como las colonias por el rabillo del ojo… quería meter baza en la conversación… comenzó a hacerlo dando instrucciones de cómo “ustedes los propietarios” teníamos que hacer las cosas para no pagar el dispendio de comunidad que pagamos… empezó diciendo que, como ingeniero mecánico que es, cree que se paga mucha luz por tener las luces de los pasillos encendidas a todas horas… gol gol gol gol, pensé para mí… aunque Martín ya no viva aquí, sí recuerdo que es ingeniero eléctrico… Martín le miró desde su cara de ingeniero cuadriculado y con ese puntito de prepotencia sabelotodo que tiene… se colocó las gafas mirando al hombre que se llamaba como las colonias desde los 30 centímetros de perspectiva que tenía sobre él… y en dos décimas de segundo, con frases breves y contundentes, le explicó con su rotundo acento gallego que acababa de decir una soberana gilipollez… le rebatió de manera técnica el por qué tener encendidas las luces… le explicó el funcionamiento de su consumo… reconozco que me dio pena durante un momento… pobre hombre, pensé, aunque sea un bocazas no se merece esa humillación…

Les dejé discutiendo de acometidas varias en el edificio… en gran medida, porque así podía escaparme de allí… pero también reconozco que, en parte fue, porque me daba pena el jardín en el que se había metido por muy galán de telenovela de bajo presupuesto que fuera… además de linda, me dijo mientras yo subía las escaleras del portal, eres muy simpática y te invitaré un día a café “mami”… cuando me subí al ascensor, me reí… de las cosas raras que pasan en esta peculiar 13 Rúe del Percebe mía… de esos personajes peculiares que viven en este enjambre humano que es el edificio… de este fin de semana no pasa, pensé al entrar en casa y ver mi peculiar ventana indiscreta, tengo que colgar las cortinas… esas que tengo esperando desde hace una semana... no porque sienta miedo, ni mucho menos… sino, únicamente, porque este barco pirata ni se exhibe ni se compra…

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