miércoles, 2 de septiembre de 2009

El final del verano

De una manera mental, para mí el verano se termina el 31 de agosto… quizás porque, para esas fechas, llega el inminente cambio de mes que supone la vuelta al cole… a la vida normal… al asfalto, al otoño… a todas esas cosas que nos dejan con la conocida depresión post-vacacional… al mogollón de anuncios de coleccionables que, en torno a la primera semana de septiembre, empiezan a aparecer… además, en esa fecha este micro mundo comienza a quedarse vacío… incluso los pájaros se van… las cigüeñas hace tiempo que se fueron buscando calor… las golondrinas se pasan tardes enteras ensayando el vuelo… el día que ves cómo se reúnen sobre las cuerdas de tender, ya lo sabes… se van… el verano se terminó…

Para mí hoy también se ha terminado… mañana vuelvo a la civilización… a ese mundo urbanita que es mi hábitat durante el resto del año… a mi casa, a mi barrio… a ese bar de Manolo… sonrío… mañana volveré a estar allí… hoy es hoy, me digo, y mis huesos todavía están en mi propia tierra prometida… esta que me da de comer al alma y al coco… esa que, pese a agotarme físicamente, me carga las pilas mentalmente… un nuevo verano… más momentos compartidos… muchas sonrisas, alguna lágrima… muchas historias… sonrío… siempre hago balance cuando llega este momento… la soledad de mi casa lo facilita... la noche lo permite… esa noche de transición que es la última de verdad por ahora… lo hago sentada en la puerta de mi casa, en mitad de la madrugada… con una maravillosa luna que no acabaré de ver llena desde este lugar… huelo esa tierra mojada del jardín… escucho el sonido del río que pasa por delante de mi casa… veo esas flores que no son lo que eran pero que resisten… siento el fresquito de esta noche de montaña en la nuca… me cuesta irme de aquí, pienso, lo contrario es inconcebible en mi mente… por algún motivo que desconozco, aquí es donde mis sentidos están más despiertos… donde, probablemente, yo más lo estoy…

Mientras me fumo un cigarro y escribo con una manta sobre las piernas, trato de compilar esas imágenes que se me han quedado grabadas en la retina… esas que hoy llevan todo el día rondándome las neuronas… sonrío… me han pasado muchas cosas, sin duda… he vivido mucho en poco tiempo… este verano comenzó con la intuición de que era mi último empujón vital… el último antes de esa gran fecha que ya me parece ridícula, entrar en la tercera década… comenzó con una huída a esta misma tierra… un punto de encuentro en fiestas… fueron los días de las largas charlas en mitad de la oscuridad… de las verdades dirigidas de frente en esta cocina… verdades desde esa potestad que sólo te da la amistad auténtica… los días del reencuentro, del choque entre la amistad y el deseo… los días de las señales… los que me empujaron a emprender un viaje al mar… un pedacito de esa tribu que descubrí y que le ha vuelto a dar cuerda a este reloj… después llegó una mansión de soltera con vistas al mar… unos días con una amiga atómica, con su mundo… con su pequeña familia… con el calor y el frío… con dos pedacitos de ella tan distintos… con un día de playa sin hablarnos pero disfrutado sólo por el hecho de estar juntas… llegó el encuentro con uno de esos grandes amigos que quieres por defecto pese a la distancia, el silencio y el tiempo…

Y para cuando todo ese mundo ya vivido y sonreído terminó, volví al lugar donde sanan mis heridas y se alimenta mi mente… no sabría recordar a cuántas fiestas he ido, a cuánta gente he saludado… cuántas horas de mi vida he consumido bailando, riendo, charlando… pero sonrío… sí recuerdo muchos momentos divertidísimos… a un insistente personaje que boicoteaba mi conversación con un “estoy aquí” en fiestas de Burón con la consiguiente desesperación de mi hermana… a una mujer que me cedió una bolsa de hielo que sujetaba en la cabeza de un desconocido al que le habían pegado un botellazo… mi pequeña Juana de Arco, pienso ahora, si no fuera así de especial simplemente no sería ella… entre salvar perros, llamar al 112 y buscar al montañero perdido ha tenido un verano la mar de agitado… pienso en los largos Nesquik de vuelta de fiesta con mi prima… en esa cocina donde el mundo se para y parece ser refugio para todo tipo de almas… sonrío… me viene a la mente una mañana en la que recorrer mi calle fue una odisea… una noche en la que compartí un nombre con la prima de una persona que llegó a mi vida como “el novio de” y se ha quedado a vivir en este bolsillo mío del corazón… la que es hoy su mujer es una de esas personas que llevo de serie en el mismo lugar… como no podía ser menos, la rubia me vino a la cabeza… con esas salidas nocturnas a las que la arrastré… con una fiesta de Casasuertes que es una tradición para nosotras… por todos esos momentos que nos han faltado por vivir por circunstancias veraniegas… recordé a mi primo Txema y su pequeño bosnio… el reencuentro con Mónica e Iván… una de esas amigas que pierdes por el camino de la vida y, un buen día, necesitas volver a encontrar… pensé en la barriga de Sandra… en esa Sofía que crece a pasos agigantados dentro de ella… en tocar esa tripa, en sentir su ilusión…

Pensando, pensando me di cuenta de que era el verano de los episodios peculiares con protagonistas masculinos… recordé a un hombre que se me ofreció en promoción una noche con mi consiguiente ataque de risa… a otro que me incitó a ver las estrellas con el encanto del caradura que es, con una ternura que sólo pude descubrir más tarde detrás de ese disfraz nocturno… recordé con rabia a otro que no supo aceptar un no por respuesta… a otro que me dijo grandes verdades de las que sólo un amigo te dice… y a uno que, simplemente, me derritió con su ternura absoluta en mitad de una noche de fiesta para helarme con su crudeza en otra… frío y calor, lo mismo da… sé que todo lo que escuché necesitaba oírlo… que, si no me quisiera como lo hace desde hace tanto tiempo, se lo habría callado… recordé una llamada desde un yate, una conversación con la misma persona sobre las heridas que te deja la vida… las charlas con esos buenos amigos que comienzan vidas… los bailes con ese otro al que, siendo niños, simplemente le tenías terror… ha sido el verano en el que mi policía favorito me ha vuelto a proponer tener un niño a medias como el que comparte unos vaqueros… yo le enseño a dar palos, me decía, y tú algo que no sea hippylongo… me sigo riendo con sus barbaridades supongo que, simplemente, porque le adoro… recordé una hamaca traída de Colombia que está en el jardin gracias al tesón de uno de esos buenos amigos de verano… uno que vive su nueva vida con la misma cara de niño…

Este verano ha sido el de reencontrarme con esa familia perdida… el de cuidar de mi independiente y escayolada madre… el de pasar una tarde con mi hermana en el pantano y reírme cuando me llamaba “pequeña Pu”… ha sido el tiempo de compartir con mi padre pequeñas cosas que a los dos nos parecen grandes acontecimientos… un café, una tarde al sol… quizás podría decir que ha sido el verano de las horas vividas… los recuerdos desempolvados… los nuevos que atesoro ahora… el verano de seguir buceando dentro de mí a pesar de que todo fuera tan deprisa alrededor… el de sentir… el de buscar las sensaciones, las emociones… las ilusiones… de cualquier tipo, igual de válidas… igual de auténticas… igual de mías, al fin y al cabo…

No escribo esto con nostalgia pese a saber que mañana cerraré la casa… bajaré las persianas y, como hago siempre, contemplaré esa quietud… no, no siento melancolía… sonrío y eso me gusta… ha sido un buen verano, lo sé… y pese a tener que emprender la vuelta al asfalto, no me pesa tanto… aquí siempre estará mi casa esperándome, me digo… este pequeño micro mundo que siento tan mío y que, cada vez que vuelvo, me recibe con los brazos abiertos… queda el otro verano, el de septiembre... un mes que, aunque no entienda el motivo, siempre me ha gustado... será en otro lugar, sin duda... o quizás sea en este mismo, me río para mí...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un verano agitado pero genial y los que nos quedan... Siempre contigo. S.