lunes, 15 de febrero de 2010

El complejo de Sansón

Me acaricio la nuca sintiendo cómo resbala el pelo entre los dedos… entornando los ojos para dejarme llevar por una sensación olvidada y tan placenteramente doméstica como tocarte la cabeza… noto los dedos deslizarse sobre el cráneo, notando cada centímetro de piel bajo el pelo… abandonándome a la sensación de disfrutarlo… de sentirlo… de notar cómo se me pone la carne de gallina y se me queda el pelo completamente desordenado… sonrío… caos, como yo, no podía ser de otra manera… se me pierde la mirada en esta noche tempranera de luna nueva a la que suple esa luz que da la nieve… Sidonie me inunda las neuronas con esas letras que, de golpe, me hablan como lo hace un amigo de toda la vida… sonrío recordando una noche madrileña de hace apenas un par en la que sonaban ellos también y volví a sentir el recuerdo de un pasado químico en el que ahora sólo hay matemática… uno más uno son sólo dos, sin dobleces… sin  más…

Vuelvo a perderme acariciándome la cabeza… cerrando los ojos para abandonarme a ese momento felino en el que incluso ronroneo sin necesidad de nadie más… sonrío… creo que sufro un extraño complejo que no deja de sorprenderme… uno que suena a Antiguo Testamento, a mitología y  que siento desde que mi pelo se quedó en el suelo de una peluquería en Bilbao… como Sansón pero a la inversa, decía el otro día en una de esas conversaciones de parque que me dan la vida porque puedo ver las estrellas… me encanta oírte así, me decía la voz de esa fiel escudera que me acompaña rollo Sancho Panza contra mis propios molinos, ojalá te hubieras cortado el pelo hace dos años… me descojono de eso que tanto escuché los primeros días con este cambio de look… cuando una mujer hace algo así, me han dicho en más de una ocasión, es porque quiere marcar un punto y aparte en su vida… punto y aparte, me repetí a mí misma, curioso esto de los puntos cuando yo siempre uso los suspensivos… cuando pienso en la cara de la gente al verme, sonrío… estaba preocupada por ti, me dijo esa mujer minúscula con tanta fuerza, pero cuando te he visto ese pelo me he dado cuenta de los cojones que tienes… me paro a pensarlo… valor, cinco letras… sonrío… ese que tenía, que perdí y que ahora parece haber vuelto a colarse en mi vida… me gusta sentirlo, lo reconozco… quizás porque siempre he tenido fama de tenerlo, porque siempre sentí que formaba parte de mí… echarle un par de pelotas a la vida formó parte de esa cría que aterrizó de nuevo en Madrid hace mucho tiempo… de esa que, como recordaba con la rubia el otro día, era capaz de dejar una copa sobre la barra de un bar y decir un “ahora vuelvo” que dejó ojipláticos a todos sólo para colocarle a alguien los puntos sobre las íes… lo pienso y me descojono… esa era yo… no estoy dispuesta a que me coman la merienda, dije el otro día sin pensarlo demasiado… darling, oí decir al otro lado del teléfono, no es lo que has dicho sino la manera…

Me acaricio la cabeza de nuevo… sintiéndome mínimamente invencible de golpe, notando esa dinamita prenderse dentro de mí… sabiendo que no hay Dalila a la que confiarle más secretos ni más debilidades, que no hay más traición que la que pueda cometer conmigo misma… dándome cuenta de que, quizás, no nací para servir a ningún dios pero sí para luchar contra mis propios filisteos… para volver a mirarme en un espejo y notar que no tengo que arrodillarme más a pesar de esos miedos que nos acompañan a todos pero que, lejos de hacernos más mortales, nos convierten en quiénes somos… consciente de que, por más guerras en las que pueda participar con este alma ninja mía –como dice esa Little Madonna que fiché como integrante de mi propia secta-, siempre tendré un refugio al que regresar con heridas o sin ellas… echarle un par de pelotas a las cosas se me quedó en el tintero durante demasiado tiempo, pienso mientras vuelvo a tocarme la nuca en este reconquistado vicio… soy y estoy, me digo, con pelo o sin él…

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