domingo, 28 de febrero de 2010

La tormenta perfecta...

Siento el viento golpeando contra esta casa en la que crecí… lo oigo fuera como si estuviera a punto de arrancar en cualquier momento el tejado… como si fuera el amo de todo lo que existe en esta clara noche de luna llena… lo oigo silbar encabronado… la tormenta perfecta, sonreí pensando en ese calificativo que me he cansado de escuchar hoy en televisión… quizás lo sea, me digo a mí misma mirando por esta ventana en la penumbra, quizás tampoco esté sólo ahí fuera… esta noche, lo reconozco, me gustaría ser ese viento que azota todo lo que me rodea… me gustaría poder tener esa sensación de libertad, de ira… esa rabia desbocada con la que parece arrastrarlo todo… quizás porque, si lo fuera, podría darle salida a ese otro vendaval que tengo dentro… uno que escora el barco pirata en un mar de tristeza que no quiere navegar… que no sabe cómo matar… que, simplemente, siente clavado como sólo la tristeza lo hace… sin remisión, sin cura en el momento en el que se sufre… es curioso… hacía muchísimo tiempo que no me sentía triste… muchísimo tiempo desde la última vez que me quitó la casi permanente sonrisa que tengo en la cara… respiro hondo… el ser humano siempre recuerda más una traición que una lealtad, escuché decir ayer ante una caña a ese hombre que oigo susurrar muchas noches desde la radio, siempre tiene más presente un desamor que un amor… lo pienso y sé que tiene razón… quizás por eso sea tan terrible lidiar con esas sensaciones, tanto que nos hagan olvidar las buenas… que su impacto sea tal que no equilibren la balanza que hace que la vida vaya por uno u otro sitio… supongo que cuando esa báscula oscila así, hay que pararse a pensar en el desequilibrio, en el vaivén… para hacer ese inventario personal que todos hacemos… para escuchar frases como que ahora tendría que sentirme como una “queen of the night”… me río al pensar en esa expresión tan de mi rubia que me hace siempre sonreír… hoy la tenía conmigo mientras me tomaba un café en una mañana lluviosa de León… sólo la sentía en las orejas pero era como si estuviera a mi lado físicamente… con esa misma sensación de sosiego que siento cuando la tengo cerca… nena te mereces jugar en primera división, la escuché decir... sonreí al escucharla… nunca pensé que el fútbol pudiera acabar siendo un referente en mi vida y, sin embargo, últimamente me resulta la mejor manera de explicar a veces cómo me siento…

Quizás vivo mi propia tormenta perfecta… la de estar un sábado arreglada para salirpor esas callejuelas que hacen de León un lugar especial para perderse a pesar del vendaval más tremendo… con ganas de reencontrar amigos de esos que llevas en el bolsillo del corazón... obligándome a hacerlo para vencer a la tristeza con una dosis de cariño, de caras conocidas… de esa gente que conforma parte de mi micro mundo… es curioso, estoy lista para salir pero no puedo hacerlo sin escribir antes de irme de casa… quizás, para poder soltar el lastre de este barco pirata y salir a la calle sin sentir el peso… sonrío al pensar que, en este momento, tendría que estar en otro lugar… sarcasmos del destino me dije, la única que tenía en su agenda la cita fue al final la que faltó… la que no vivió ese espectáculo para los sentidos del que me habló una amiga a través de una pantalla clavándome con unas palabras un nudo en la garganta pese a sonreír de medio lado al leerla… ironías de la vida, me digo, estuve en ese lugar tan sólo ayer… mirando ese mar que tanto me gusta mordiéndome los nudillos para evitar que se apoderara de mí la mayor tristeza de todas… tristeza, ocho letras… muchas, demasiadas… algo que tengo claro que no quiero sentir, que me niego a hacer… que, supongo, simplemente no merezco...

Me acaricio la nuca una vez más mientras cierro los ojos para sentir cómo el viento maltrata todo a mi alrededor… recordando esa imagen de las nubes corriendo por el cielo, dándome cuenta de cómo las mías propias me habían envuelto en una auténtica borrasca… la de la desilusión, tal vez, clavada en la boca del estómago como sólo se sienten las traiciones ajenas y propias… la de esos pequeños sueños domésticos que construimos para darle cuerda al corazón… para huir del desengaño cómo brazo articulado de ese causa-efecto de vivir… respiro… tal vez así tenga que ser, me digo a mí misma mientras sonrío a ese vendaval… me encanta el viento, no lo voy a negar… su sonido… su fuerza… esa capacidad de ser, solamente, aire en movimiento… invisible, invencible… ahora mismo, no quiero escuchar ni siquiera música… le di al play de mi iPhone para detenerlo sólo una canción después… me gusta el viento como banda sonora para esta noche…

Apoyo la cabeza en el respaldo de esta butaca que me sirve de observatorio para una noche que no ha hecho más que empezar… que me permite pasarle lista a esta tormenta que, con la misma intensidad que ha aparecido, desaparecerá… dejándolo todo patas arriba a su paso… rompiendo tantas cosas, partiendo tantas otras simplemente por la mitad… sonrío… es casi medianoche y esta extraña Cenicienta siente necesidad de dejarse llevar por ese viento que todo se lo lleva… de permitir que esa tormenta perfecta que me rodea y siento explote como tenga que hacerlo… para sentir, al menos, una infinita parte de esa libertad que tiene el viento de esta madrugada…

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