domingo, 21 de febrero de 2010

La generación maldita...

Somos la generación maldita, ha dicho mi prima mirando al techo desde el trono de su recién estrenado hogar… con esa pierna en alto como cada vez que se le rebela el cuerpo… lo ha soltado al pasarle revista a ese micro mundo de amigos en común que vive a nuestro alrededor… en uno de esos encuentros que tenemos de cuando en cuando y que, en esta tarde, tenía un sabor distinto… era la primera vez que ponía un pie en ese espacio que es sólo suyo… para sentir la ilusión que hace estrenar un lugar y sentirlo propio… para comprobar que esa pequeña conquista de cuatro paredes es, muchas veces, un punto de partida único para una página distinta…

Entre café, té y tabaco hemos comenzado a ponernos al día de nuestras vidas -aún conociéndolas- sin necesidad de tener que pasarles revista… a comentar aquélla de esos que llevamos guardados en el bolsillo del corazón mientras el aleatorio de mi iPhone chillaba en los bafles de su nuevo salón que ya tiene sabor a casa… como siempre que nos vemos con tiempo, hemos comenzado a pasarle revista a ese montoncito de gente que ambas llevamos en el bolsillo del corazón de diferentes maneras… para hablar de la tristeza del desamor de un amigo que ha buscado ayuda más allá de sí para poder pasar página a una situación que le superó… hablando de la herida de otro amigo que sólo calla sin sacar de él eso que tanto le quema… llevaban un huevo de años, me ha preguntado afirmando… asentí con la cabeza mientras apuraba la taza de café que me había preparado… somos la generación maldita, ha salido de su boca… una llamada en su móvil advirtió de que nuestro mano a mano se convertía en una pequeña reunión de mujeres… de algunas que llevaba tiempo sin ver… de otras desconocidas… la tarde siguió entre risas, comentarios de política internacional… una propuesta cinéfila para un domingo, un concierto de unos tal “Ojos de gamba”… para cuando la propuesta de seguir con la noche fue declinada por mi parte, la frase seguía resonándome en los oídos como lo hace un gong en los tímpanos… me despedí del grupo improvisado hablando –como no- de música… acordando una nueva compañera para las clases de remo, despidiéndome en la esquina de Piamonte mientras me ponía los cascos en los oídos… al llegar a la esquina de Barquillo, opté por volver caminando a casa… dar un paseo en esta noche de sábado de Madrid que, de golpe, había inclinado la balanza hacia aprovechar mi soledad para marujear en casa… para colocar un espacio y una mente…

Caminaba por la calle en dirección contraria a la mayoría de la gente con una bolsa de Voll Damms colgándome de un brazo… pensando en encerrarme entre esas cuatro paredes renunciando a una noche por Huertas, a un plan que en ese momento no sé por qué simplemente me sobraba… la generación maldita, me dije a mí misma con la música chillándome en los oídos… en cuestión de meses hemos degenerado, pensé, de ser la generación perdida hemos pasado a ser la maldita… esa que no sabe mantener… esa que, pese a intentarlo, no encuentra respaldo ni respuesta… esa que se ve constantemente atrapada entre lo que desea, lo que busca y lo que no encuentra… en toda esa serie de parámetros vitales que te enseñan a medida que creces y que, en muchas ocasiones, no cumples… es una rareza que una pareja dure, algo significativo cuando hemos escrito la época más individualista de la historia de una sociedad… la de los singles como fenómeno sociológico… la de las frustraciones, muchas veces, por apuestas perdidas… por años invertidos en algo o alguien que, un buen día, se evapora como si nunca hubiera existido… dejando un agujero negro en el alma… convirtiéndonos en esa generación que, por más que lo intente, no sabe lo que es colgarse el éxito de la solapa… que vive con la constante sombra de la frustración, del tipo que sea, como una auténtica maldición…

Para cuando llegué a casa, recordé una conversación con ese amigo del alma que vive al otro lado del mar… esa en la que hablábamos de la cantidad de gente que vive sola, a veces por elección y otras por imposición… qué triste, contestó, es algo realmente triste… lo recordé mientras me servía la primera cerveza con la intención de sentarme en el sofá… con esas dosis sólo para uno del supermercado cuando, antes, lo habitual era los packs familiares… con ese par de filetes que veo a veces en una bandeja… recordando un anuncio de Ikea con una canción que me fascina cuyo slogan es “Donde cabe uno caben dos”… sonreí al pensarlo… pensando en cómo habían recortado el slogan que antes decía donde caben dos caben tres… somos un trampolín, me dije, lanzado al vacío sin agua en la piscina… propulsados un montón de metros por encima de nosotros pensando que en ese salto está la libertad, la independencia… y, sin embargo, no somos capaces de gestionarla… de vivir con ella… de despegarnos de nuestro propio ombligo para saber compartir… vivir… ceder… comprometernos… aprender a ser libres aún teniendo a alguien a nuestro lado… valorar el significado de respeto y de espacio personal sin caer en el error del control o el libertinaje… sonrío… sentimos todo eso como una obligación porque nos quita terreno, pensé mientras apuraba la segunda cerveza, no como una cesión de una parte de nosotros…

Quizás estamos malditos porque somos egoístas… porque no sabemos administrar las pasiones ni el individualismo necesario para sobrevivir… quizás porque somos incapaces de ceder, de sentir sin necesidad de que eso nos haga creernos prisioneros de algo o de alguien… porque las relaciones de pareja son una cuestión de estrategia digna de cualquier partida de risk, algo que me he cansado de ver a mi alrededor… plagada de una acumulación de Peter Panes, plagada de otras tantas Wendys… tal vez, nos bebimos un “yo” que nos impide acabar de crecer… sonrío… es curiosa esta vida, me digo a mí misma, no paro de escuchar a mucha gente que se siente sola pese a estar rodeada de gente y somos nosotros mismos los que hemos cavado esa tumba…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estamos condenados potxolita! Parece que no hay manera de que coexistan las dos cosas! En fin...