Había
una vez un caballito de mar que vivía su tranquila vida en un rincón de un gran
océano… había hecho de una roca su hogar al abrigo de las mareas y de las
fuertes corrientes marinas… en su mente, quedaba todavía el recuerdo de la
última tormenta… una en la que el agua enfurecida le arrastró a una de las
simas más profundas del océano… rompiéndole las aletas, robándole la capacidad
de poder nadar… envolviéndole en un fango pegajoso que le impedía despegar su
cuerpo de ese fondo en el que estuvo atrapado… en su recuerdo estaba todavía lo
que supuso encontrarse en mitad de la oscuridad… la angustia de no poder
impulsarse hacia arriba para salir de esa profundidad de tinieblas en la que
vivía… aguardando que se sanaran sus heridas para volver a tener fuerzas para
nadar, para poder salir de esa oscuridad que le anulaba todos los sentidos y le
hacía olvidar día tras día que había una vida en aguas mucho más claras… en su
cabeza, pese a ver ahora la claridad del sol entrando a través del agua, estaba
presente ese tiempo de oscuridad… por eso nunca se alejaba de ese hogar que
había construido al abrigo de una roca… lo suficientemente cerca de la
superficie, lo suficientemente lejos a la vez… el lugar ideal para refugiarse
del oleaje, el perfecto para huir de los depredadores… el más alejado que
existía de esa profundidad marina a la que no deseaba volver… el único lugar
que se le antojaba para curar sus heridas y poder volver a nadar…
Un
día, el caballito de mar se dejó arrastrar por una ola… una que sacudió todo el
océano y que le empujó a la deriva sin poder oponer resistencia… el caballito
de mar sintió pánico al ver cómo ese mundo construido al amparo de las rocas se
alejaba… siendo espectador impotente de cómo esa masa de agua lo arrastraba en
una dirección desconocida, hacia una playa en la que nunca había estado pero
que sabía que existía… agotado, dejó de rebelarse… pensando mientras el agua se
lo llevaba en cómo volver a su refugio tan pronto como cesase el oleaje…
tramando en su cabeza una huída perfecta para cuando aquélla locura parara…
cerró los ojos y se abandonó al vaivén… armando un plan perfecto para volver al
lugar de origen… sin querer mirar por dónde flotaba, en qué extraños rincones
de ese inmenso océano iba a terminar ese cuerpo que había logrado olvidar lo
que quedó atrás pese a las cicatrices…
Para
cuando la tormenta cesó, el caballito de mar abrió los ojos lentamente… cuando
abrió el primero vio arena, al abrir el segundo se dio cuenta de que estaba
varado en la orilla de una playa… las olas seguían manteniéndole lo
suficientemente mojado como para que pudiera respirar… sintió el calor del sol
en su minúsculo cuerpo gelatinoso, notó cómo le acariciaba colgado desde el
cielo… se dio cuenta de que tenía las aletas clavadas en la arena… mientras
trataba de sacudirla para poder desenterrarse, notó un cosquilleo en la cabeza…
uno que no supo identificar… no era el agua, tampoco la arena… movido por la
curiosidad, levantó la cabeza para mirar qué le estaba rozando… qué era esa
caricia tan sutil que casi le hacía cosquillas… cuando miró fuera del agua, tan
sólo vio una manta de colores envolviéndole alrededor… una ligera a través de
la que podía ver los rayos de luz, esos que veía de lejos en el fondo marino
que era su hogar… sintió un pánico desconocido… superior al que sintió cuando
la corriente lo arrastró… sin saber identificar qué era aquello que le rozaba
con un tacto completamente distinto a todo lo que conocía… cerró los ojos
abandonándose a su suerte… no tengas miedo, le dijo aquélla masa de colores
antes de separarse de él, no voy a hacerte daño… el caballito de mar abrió un
ojo para mirar y vio una mancha de color que se suspendía en el aire, una que
le miraba vibrando en mitad de ese cielo que veía por primera vez… tenía alas,
flotaba en el aire como él lo hacía en el agua… en ese momento, el caballito de
mar pensó que aquél ser fascinante que brillaba de una manera que no había
visto jamás era de las cosas más peculiares que había visto nunca… lo miraba
absorto, tratando de catalogarlo entre lo que conocía… la mariposa le miró
sonriéndole mientras batía las alas para mantenerse en ese lugar… rozándole de
vez en cuando con las puntas de las alas para ver su cara de sorpresa…
aleteando sobre él para que sintiera cómo se movía el aire… qué eres, le
preguntó el caballito desde la arena… un ser libre, le contestó ella desde el
aire… el caballito se quedó pensando… yo también lo soy, le contestó con una
cierta arrogancia… la mariposa se rió… pues yo creo que la arena te ha
atrapado, le contestó con una ironía absoluta…
El
caballito se dio cuenta de que aquél ser tenía toda la razón y no tuvo manera
de replicarle… entonces la mariposa se posó en la orilla de la playa a escasos
milímetros de la cara del caballito… el caballito no entendía por qué no sentía
pánico, por qué simplemente se había quedado inmóvil sintiendo esa presencia
desconocida tan cerca de él… sin mediar palabra, la mariposa comenzó a batir
las alas a toda velocidad mientras el caballito no sólo veía cómo vibraba ese
cuerpo tan frágil sino, además, cómo comenzaba a sacar las aletas de una arena
que ella empujaba con cada impulso… al cabo de unos segundos, volvía a
sentirlas libres de arena… una ola lo arrastró hacia mar adentro a apenas unos
metros de la orilla… para cuando sacó la cabecita, la mariposa estaba allí… por
qué me has ayudado, le preguntó él… por qué no, le contestó ella… en ese
momento, el caballito no supo contestar nada salvo un “vente conmigo” que le salió
de dentro sorprendiéndole muchísimo… ella le miró sonriendo con ternura… yo no
puedo respirar debajo del agua, le dijo ella ante la cara atónita del
caballito, tú no puedes volar…
Ola
tras ola, comenzó a alejarse de la orilla empujado por el agua… ella le siguió
hasta que sintió que sus alas no le permitirían batir más si quería volver a la
orilla sana y salva… y así, el caballito de mar la vio alejarse hacia tierra
firme mientras ella vio cómo desaparecía en esa masa inmensa de agua…
Él
prometió dejarse arrastrar por otra ola, ella acercarse a la orilla…
2 comentarios:
Bonita historia. No sé lo que esta pasando con tu barco pirata pero mola.
Tienes en deuda una visita al medio oeste. Yo pongo las copas
Y así será... déjame que me organice un poco, que ando como Labordeta con la maleta... y allí estaré pequeño!!!
;)
Ganitas de un mano a mano, no creas...
Publicar un comentario