lunes, 1 de febrero de 2010

Fábula del caballito de mar y la mariposa...


Había una vez un caballito de mar que vivía su tranquila vida en un rincón de un gran océano… había hecho de una roca su hogar al abrigo de las mareas y de las fuertes corrientes marinas… en su mente, quedaba todavía el recuerdo de la última tormenta… una en la que el agua enfurecida le arrastró a una de las simas más profundas del océano… rompiéndole las aletas, robándole la capacidad de poder nadar… envolviéndole en un fango pegajoso que le impedía despegar su cuerpo de ese fondo en el que estuvo atrapado… en su recuerdo estaba todavía lo que supuso encontrarse en mitad de la oscuridad… la angustia de no poder impulsarse hacia arriba para salir de esa profundidad de tinieblas en la que vivía… aguardando que se sanaran sus heridas para volver a tener fuerzas para nadar, para poder salir de esa oscuridad que le anulaba todos los sentidos y le hacía olvidar día tras día que había una vida en aguas mucho más claras… en su cabeza, pese a ver ahora la claridad del sol entrando a través del agua, estaba presente ese tiempo de oscuridad… por eso nunca se alejaba de ese hogar que había construido al abrigo de una roca… lo suficientemente cerca de la superficie, lo suficientemente lejos a la vez… el lugar ideal para refugiarse del oleaje, el perfecto para huir de los depredadores… el más alejado que existía de esa profundidad marina a la que no deseaba volver… el único lugar que se le antojaba para curar sus heridas y poder volver a nadar…

Un día, el caballito de mar se dejó arrastrar por una ola… una que sacudió todo el océano y que le empujó a la deriva sin poder oponer resistencia… el caballito de mar sintió pánico al ver cómo ese mundo construido al amparo de las rocas se alejaba… siendo espectador impotente de cómo esa masa de agua lo arrastraba en una dirección desconocida, hacia una playa en la que nunca había estado pero que sabía que existía… agotado, dejó de rebelarse… pensando mientras el agua se lo llevaba en cómo volver a su refugio tan pronto como cesase el oleaje… tramando en su cabeza una huída perfecta para cuando aquélla locura parara… cerró los ojos y se abandonó al vaivén… armando un plan perfecto para volver al lugar de origen… sin querer mirar por dónde flotaba, en qué extraños rincones de ese inmenso océano iba a terminar ese cuerpo que había logrado olvidar lo que quedó atrás pese a las cicatrices…

Para cuando la tormenta cesó, el caballito de mar abrió los ojos lentamente… cuando abrió el primero vio arena, al abrir el segundo se dio cuenta de que estaba varado en la orilla de una playa… las olas seguían manteniéndole lo suficientemente mojado como para que pudiera respirar… sintió el calor del sol en su minúsculo cuerpo gelatinoso, notó cómo le acariciaba colgado desde el cielo… se dio cuenta de que tenía las aletas clavadas en la arena… mientras trataba de sacudirla para poder desenterrarse, notó un cosquilleo en la cabeza… uno que no supo identificar… no era el agua, tampoco la arena… movido por la curiosidad, levantó la cabeza para mirar qué le estaba rozando… qué era esa caricia tan sutil que casi le hacía cosquillas… cuando miró fuera del agua, tan sólo vio una manta de colores envolviéndole alrededor… una ligera a través de la que podía ver los rayos de luz, esos que veía de lejos en el fondo marino que era su hogar… sintió un pánico desconocido… superior al que sintió cuando la corriente lo arrastró… sin saber identificar qué era aquello que le rozaba con un tacto completamente distinto a todo lo que conocía… cerró los ojos abandonándose a su suerte… no tengas miedo, le dijo aquélla masa de colores antes de separarse de él, no voy a hacerte daño… el caballito de mar abrió un ojo para mirar y vio una mancha de color que se suspendía en el aire, una que le miraba vibrando en mitad de ese cielo que veía por primera vez… tenía alas, flotaba en el aire como él lo hacía en el agua… en ese momento, el caballito de mar pensó que aquél ser fascinante que brillaba de una manera que no había visto jamás era de las cosas más peculiares que había visto nunca… lo miraba absorto, tratando de catalogarlo entre lo que conocía… la mariposa le miró sonriéndole mientras batía las alas para mantenerse en ese lugar… rozándole de vez en cuando con las puntas de las alas para ver su cara de sorpresa… aleteando sobre él para que sintiera cómo se movía el aire… qué eres, le preguntó el caballito desde la arena… un ser libre, le contestó ella desde el aire… el caballito se quedó pensando… yo también lo soy, le contestó con una cierta arrogancia… la mariposa se rió… pues yo creo que la arena te ha atrapado, le contestó con una ironía absoluta…

El caballito se dio cuenta de que aquél ser tenía toda la razón y no tuvo manera de replicarle… entonces la mariposa se posó en la orilla de la playa a escasos milímetros de la cara del caballito… el caballito no entendía por qué no sentía pánico, por qué simplemente se había quedado inmóvil sintiendo esa presencia desconocida tan cerca de él… sin mediar palabra, la mariposa comenzó a batir las alas a toda velocidad mientras el caballito no sólo veía cómo vibraba ese cuerpo tan frágil sino, además, cómo comenzaba a sacar las aletas de una arena que ella empujaba con cada impulso… al cabo de unos segundos, volvía a sentirlas libres de arena… una ola lo arrastró hacia mar adentro a apenas unos metros de la orilla… para cuando sacó la cabecita, la mariposa estaba allí… por qué me has ayudado, le preguntó él… por qué no, le contestó ella… en ese momento, el caballito no supo contestar nada salvo un “vente conmigo” que le salió de dentro sorprendiéndole muchísimo… ella le miró sonriendo con ternura… yo no puedo respirar debajo del agua, le dijo ella ante la cara atónita del caballito, tú no puedes volar…

Ola tras ola, comenzó a alejarse de la orilla empujado por el agua… ella le siguió hasta que sintió que sus alas no le permitirían batir más si quería volver a la orilla sana y salva… y así, el caballito de mar la vio alejarse hacia tierra firme mientras ella vio cómo desaparecía en esa masa inmensa de agua…

Él prometió dejarse arrastrar por otra ola, ella acercarse a la orilla… 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita historia. No sé lo que esta pasando con tu barco pirata pero mola.

Tienes en deuda una visita al medio oeste. Yo pongo las copas

Fátima dijo...

Y así será... déjame que me organice un poco, que ando como Labordeta con la maleta... y allí estaré pequeño!!!
;)

Ganitas de un mano a mano, no creas...