viernes, 15 de mayo de 2009

Las mariposas de Manolo

Mi día no sería tal si no bajara cada mañana al bar de Manolo… llamarle “bar” es, cuanto menos, hacerle un favor… porque si algo es cierto es que ese pequeño espacio de la galería comercial de debajo de mi casa parece cualquier cosa… si el local ya es, de por sí, peculiar su regente –Manolo- lo es más todavía… cincuentón, portugués, siempre con camisa y chaleco de punto… más burro que un arado… un tierno en potencia que se escuda detrás de muchos comentarios sexuales con todas las mujeres que pasan alrededor y una sarta de tacos que nunca para… si algo maneja Manolo del castellano son los tacos, con una soltura bárbara de hecho… pero pese a todo, a mí me gusta bajar a verle… me gusta porque después de decirme cada mañana “hola mi chica” –que es como me llama- no me pregunta… tan sólo me pone el café y el vaso de agua… esperando, y lo sé, a que salga de la modorra de recién levantada para ponerse a charlar conmigo…

Ayer fue una de esas mañanas habituales en las que yo me siento, saco mi cuaderno y me pongo a escribir… él, como cada mañana, me puso el café con leche y mi vaso de agua… tienes cara de sueño mi chica, me dijo… le conté que no había dormido, que la noche había terminado para mí a las 7 de la mañana y tan sólo eran las 11… una de mis noches de insomnio ya sabes, le contesté… el búho que vive dentro de mí a veces decide regalarme un día interminable… para pensar, para escribir… para que esta cabeza se ponga en marcha sin poder detenerla… estábamos en víspera de puente y quizás por eso él estaba de un humor mejor que de costumbre… se marchaba a Portugal, a su pueblo… para celebrarlo, se puso un vasito del licor que le traje de Colombia… le miré con cara de cachondeo… sólo para las ocasiones especiales, me sonrió mientras bebía…

Cuando mi letargo y yo habíamos sobrepasado el medio café, era momento ya de charlar… él lo sabe, por eso no me incordia hasta que rebaso ese límite… le noté especialmente contento y no pude más que preguntarle… sí es que me voy al pueblo, como tantas otras veces pensé, pero este fin de semana está ella… sonrió… se me quedó cara de poker, he de admitirlo… no sabía quién era la misteriosa “ella”… y más cuando él siempre va al pueblo con su mujer, María… de la que no dice nada bonito nunca y con la que mantiene una extraña relación… ella, me decía, es una chica que es la mujer de mi vida… oírle decir eso a un animalito como es Manolo, a ese hombre que siempre dice alguna barbaridad y que manda a tomar por el culo a su mujer cada vez que ella aparece me chocó… y, sin siquiera preguntar, Manolo comenzó a contarme su historia… la historia de una chica de la que siempre estuvo enamorado… cuando éramos jóvenes íbamos juntos a todas partes, me decía sonriendo, y en las fiestas siempre la saco a bailar… me contó que sus padres eran amigos y que, incluso, el padre de ella quería casarlos cuando apenas tenían 20 años… luego él vino a buscarse la vida a Madrid y ella se marchó a Zamora… se reía… pero en su risa había sin duda un poquito de pena… un poquito de nostalgia por lo que no pudo ser… o, quizás, por lo que quiso que fuera…

Cada vez que la veo, me contaba, me pongo nervioso sin saber por qué y me la como con los ojos… y ella, le pregunté yo… ella también se pone nerviosa, se descojonaba, parecemos dos gilipollas y mi pueblo es tan pequeño que nos vemos mucho… nunca había pasado nada entre ellos, nunca nada más allá de esas mariposas en el estómago… yo ejercía de consultorio amoroso gratuito, al principio con mucha guasa pensando que no soy la más indicada para dar consejos… hasta que me di cuenta de que lo que me estaba contando era real… que sufría por una mujer que ya estaba casada y tenía una hija… todos los años en las fiestas la saco a bailar, me decía sonriente, y todos los años quiero preguntarle si se iría conmigo… el temor a que ella se lo tomara mal es lo que hace que Manolo no se decida… quizás ella es feliz con su marido, me decía ya con el segundo vasito de licor, y por eso no me atrevo… si me quedara viudo mañana iría a buscarla, me espetó, o si se quedara viuda ella…

Como no quería que me fuera, me invitó a otro café… un café que, dadas mis circunstancias insomnes, recibí la mar de bien… nos complicamos mucho la vida, me soltó de golpe… yo sólo pude sonreír… a mí me lo vas a contar, pensé para mis adentros, más cuando las cosas pueden hacerse de una manera sencilla… volvió a “matar” a su mujer mentalmente para sentirse viudo, para volver a imaginar cómo sería proponerle a esa mujer que se fuera con él… yo me iría al pueblo, me decía muy serio, si hiciera falta me iría donde fuera… le miré mientras pensaba para mis adentros que esa misma frase yo también la sentí… nunca se sabe Manolo, le dije creyendo firmemente en mi frase, la vida da muchas vueltas y aunque, sea una frase hecha, nunca es tarde para nada… ya, me contestó mientras se servía el tercer vasito de licor colombiano de la mañana sin siquiera mirarme, a lo mejor algún día… quién sabe, le contesté yo con nostalgia, tal vez algún día…

Me despedí de él deseándole un buen viaje… diciéndole de manera cómplice –María, su mujer, ya había llegado sin siquiera mirarle a la cara- que disfrutara de los días de descanso… lo haré, me contestó con una gran sonrisa... volví a casa con la extraña sensación que te dejan las historias que no se viven… las que, tan sólo, se desean más que nada en el mundo… esas que, quizás, nos alimentan por dentro de la manera más secreta de todas… pasiones, pequeñas o grandes, que nos hacen felices con tan sólo un baile… con tan sólo un par de miradas… con la ilusión de un reencuentro con un metro de distancia…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pa que luego digas que no crees en el amor!! dsd luego creo que nadie cuenta las historias de la patata como tu