domingo, 17 de mayo de 2009

Una noche de San Isidro en Madrid

Me van a medir los oblicuos, dijo Carmen quedándose más ancha que un reloj… no pude evitar el ataque de risa… tengo que apuntarlo, le dije mientras buscaba el cuaderno dentro de mi bolso… llevábamos ya un par de cañas… sin comerlo ni beberlo, habíamos formado un extraño clan en una de las terrazas de la plaza de Olavide… uno de los lugares donde más a gusto se está en esta ciudad cuando empieza la primavera… lo que sería una plaza sin más se inunda de terrazas… respira a Chamberí, a castizo y a costumbre... tan sólo una calle lo separa del barrio de Argüelles, curioso, el ambiente distinto… la plaza se llena de gente de todo tipo… de familias con niños que cenan la tradicional ensalada con tortilla de patata… de jóvenes –y no tanto- que se dan cita para tomar cañas… puede ser por el mero placer de compartir la tarde o, incluso, como antesala de salir por la noche… da lo mismo… esa plaza tiene un espíritu especial… el de las grandes tardes de conversaciones, sonrisas y alguna lágrima…

De la manera más improvisada, allí estábamos… donde has estado metida, me decía Carmen, te he llamado muchas veces… Carmen es amiga de una amiga pero, por algún motivo, desde los primeros San Fermines juntas hicimos muy buenas migas… parece una vírgen de cualquier lienzo del Renacimiento… con sus ojos claros, su piel pálida, el pelo rubio ondulado… María me dijo que estabas perdida, me dijo mirándome preocupada, pero que antes o después aparecerías… pensé en ella… en esa amiga que veía dos veces en una semana, sin poder dar crédito, después de tanto tiempo separadas… venía vestida de Maritrini –como la bauticé-… con su camisa a lo baby doll blanca metida por dentro del vaquero y su sonrisa Colgate… ella me conoce bien, pensé, pese al paso de los años… aunque no lo comprenda, ha aprendido a respetar esos momentos en los que simplemente me come la tierra… en los que por más intentos que haga, no es capaz de oír mi voz… es curioso… deja pasar cierto tiempo… y después, un día, acierta llamando…

Mi prima se unió al cabo de un ratito… venía de ver a un grupo de teatro en la plaza de Luna… me gustó que se uniera al clan porque me recordó una noche, hace 5 años, en la que acabamos en un garito más que peculiar… uno de esos que llaman “desguace” y a los que van sesentones/ setentones a ligar… a ella, la estrella de la noche –un tal Manolo Campo vestido con una camiseta de rejilla y con un gato muerto por peluca en la cabeza- le dedicó un más que seductor playback de “Cocidito madrileño”… sí, era su canción estrella… de pronto, estábamos de nuevo juntas las protagonistas de aquélla noche de surrealismo… de una noche que terminó de día desayunando en un sitio cerca de mi casa donde, un sábado a las 7 de la mañana, te sirven un pollo asado… sí, curiosidades de esta ciudad… hablábamos de todo… nos reíamos… con una caña de Mahou, con una tarde mayo…

Al rato se unió Pepe, el novio de Carmen… un chico italiano al que conocí en unos San Fermines de hace 6 años… las vueltas que da la vida, pensé mirándoles, ellos que ni se imaginaban que acabarían juntos… una noche de esas fresquitas comenzó a caer sobre Madrid… una noche que trajo Eurovisión, con todo lo que conlleva… cada vez que íbamos al baño, teníamos que sortear a un tío que había dentro del bar… sí, se estaba dedicando a imitar todas las coreografías de la noche… un espectáculo digno de querer hacer pis muchas veces… nos unimos con Pons y Naia para tomar la primera copa en La Palma… una copa rápida que decidió que era momento de bailar, de meternos de lleno en el ambiente de la noche… el Copérnico, ese lugar al que hacía años que no iba, se presentaba como la mejor alternativa… Laspiur prometió unirse más tarde, la parejita optaba por terminar la copa con una retirada… así que nos fuimos las tres… para descubrir a la peor go-gó que habíamos visto jamás… de esas que no se mueven… que, como dice Pons, enseñan las muñecas al bailar… pompas de jabón caían del techo y decidimos que aquél era nuestro lugar…

Con la segunda copa, descubrimos que estábamos en medio de una despedida de soltero… había un extraño individuo que llevaba un pato de peluche sobre la cabeza… entendimos que era el novio y que, además, estaba encantado de llevarlo… Naia fichó a dos representantes del país del Sol Naciente, su más reciente conquista de trotamundos… nos asaltó un grupo de militares canarios con mucha guasa… de esos sanotes que, simplemente, quieren llevarse de vuelta a su isla un montón de fotos con un montón de chicas… estaremos en algún álbum, pensé, y lo curioso es que no sabrán ni nuestros nombres… me reí… a veces la vida no es cuestión de etiquetas, tan sólo de momentos… Laspiur se sumó y pudimos bailar la rumbita de turno… qué sería de nosotras sin una, me reía para mí…

A eso de las cinco, decidí que había llegado el momento de decirle “ciao” al señor Brugal y a aquél barco pirata que es el Copérnico… el mío me estaba esperando… me despedí de Laspiur con un abrazo pidiéndole que me mandara un mensaje cuando llegara… volví en zig-zag con Melendi chillándome en las orejas… poniéndole banda sonora a una vuelta a casa… haciéndome sonreír sin ninguna razón...

No es tan malo quedarse en San Isidro en Madrid, pensé… el primer puente en años que estoy aquí, calculaba mientras entraba en portal con el travesti del cuarto... una rubia que siempre va muy desnuda y que lleva escrito en la frente "En mi vida anterior fui un hombre"... este es mi barrio, me dije, mi pequeño Madrid dentro del gran dragón...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja, acabo de revivir una gran noche...
cuando repetimos???
Laspiur