domingo, 3 de mayo de 2009

El día pre-boda

Creo que cuando me fui el viernes a Oviedo no me imaginaba que volvería a casa de mis padres como si me hubieran pateado los cascos azules… y, sin embargo, en esta noche de domingo es como estoy… completamente agotada pero con un subidón de buen rollo en el cuerpo… me gusta esta droga natural que no se vende en farmacias… esta extraña adicción de coleccionar retales de vida que te hacen ser quien eres, que te hacen sonreír al recordarlos… nunca fui fan de las bodas, es vox populi… pero pese al cansancio, he de reconocer que firmaría por volver a revivir estos días… amigos, familia… cariño… sorpresas, noticias… sonrisas, muchas… y alguna lágrima… la vida se compone de todas esas cosas… sin ellas, estoy segura, mi pequeño universo no sería tan maravilloso pese a las heridas…

La convocatoria era clara… la boda de una amiga de siempre a la que la vida le abofeteó el alma una tarde de enero… la vida cambia en un momento, recordé… en cuestión de segundos neni, recordé que siempre me dice la rubia… pensé en una sonrisa que el azar se llevó… pensé en esa extraña magia de la vida de encontrar a una persona que te ayude a sanar las heridas del alma… sonreí… sí, pese a todo esa especie de justicia impalpable que se escapa de las manos de los hombres existía… a ella no le habían devuelto a su hermana pero había encontrado a esa persona que quería acompañarla para pulir su cicatriz… al salir del Negrón, respiré como hago siempre… he vuelto, me dije… siempre que voy a Asturias me doy cuenta de cuánto me gusta… me siento en casa aunque no lo sea… quizás porque una parte de mí se queda gilipollas mirando ese verde maravilloso que debería tener un registro propio en la paleta de los pantones… o quizás, simplemente, porque es una tierra en la que viven algunos de mis grandes amigos… de los de siempre… de esos que llevas en el bolsillo del alma pese a los kilómetros, el tiempo y los rumbos de la vida…

Primera parada, ver a uno de esos amigos casi hermanos a los que quieres por genética… llevo cuatro días sin salir de casa, me dijo, pero si estás tú aquí al menos quiero verte… me llevó al Naranco, quería que viera Oviedo desde las alturas… al pasar por delante de Santa María, me quedé impresionada… no sólo se veía toda la ciudad sino que, además, no podía parar de mirarla… en el mismo lugar desde el siglo XI, prerrománico asturiano… ponle la etiqueta que quieras… es, simplemente, maravillosa… subiste alguna vez, me pregunta con su acento asturiano… nunca, le contesté mientras miraba por la ventanilla el paisaje… mientras el coche seguía subiendo, yo sólo podía mirarla… a veces lo más simple es sin duda alguna lo más bello, pensé… no parábamos de charlar… contándonos nuestra vida… riéndonos de su nuevo cargo de director técnico del baloncesto asturiano… pero te pagan, le pregunté… eso dicen, me contestó, aunque todavía no sé cuánto… cuando casi nos despedíamos, su hermana me abrazó… le pregunté cómo estaba él, cómo llevaba su ruptura… no muy bien, contestó ella… le recordé una noche de noviembre en Madrid… hacía frío, estaba hundido… recordé con tristeza cuando le oí decir que no se imaginaba que aquello doliera tanto… ojalá pudiera decirte que no, le contesté en su momento, pero por desgracia ahora ya sabes lo que es… recuerdo que me dijo que le parecía insoportable… se le escapaba su realidad, lo que le ocurría… recuerdo que entonces pensé que hasta para sufrir nos parecíamos… le miré, está más delgado… hablamos pronto, me dijo preguntando… claro que sí, le contesté, me tienes que poner al día…

Después de soltar las cosas en el hotel, tocaba reencontrarse con la novia… volvimos a subir al Naranco… botellas de sidra, cafés, tabaco… un regalo especial… uñas de porcelana… liga de fútbol… por fin me dio el texto que quería que leyera en su boda… cuando lo leímos, me dijo, René y yo pensamos que sólo podías leerlo tú… la sonreí… me quedé pensando en cuánto la quiero, en que no han pasado tantos años desde que nos contábamos la vida mientras ella se fumaba a escondidas un cigarro… y ahora, sin embargo, estaba a punto de poner mi granito de arena en su día… sentí un escalofrío… recordé una tarde de marzo en la que vine a verla a Oviedo… en la que me encontré con lo que quedaba de ella después de haber perdido a su hermana… recuerdo cómo me abrazó aquélla vez… y me di cuenta de que es como lo hace siempre… besándote como lo hacen las madres… charlamos, nos reímos… estaba nerviosa… llegaba su día… el futuro marido, pregunté… en Gijón con los amigos, contestó con mucho cachondeo… perfecto, pensé para mis adentros, a estas horas de la tarde ni siquiera sabrá cómo se llama… me descojoné sola… una pizquita de melancolía se me coló en el forro de la chaqueta… hacía frío o, al menos, yo lo tenía…

Volvimos a la ciudad… a dejarla para que pudiera descansar… a reencontrarnos con más amigos… con más recuerdos, más momentos y más sonrisas… nos esperaban para cenar en “La niña bonita” y teníamos un rato de chicas –y Angel- para nosotras… a la altura de los postres, aquello se convirtió en una reunión made in Acevedo… hasta que la que se casaba al día siguiente apareció con su hermana y sus primos para ponerle el broche a la noche… cremas de orujo, coca-colas y copas varias después nos despedimos… el día iba a ser largo, pensé… volví con mis primas al hotel… la puerta giratoria de la entrada casi le arranca la cara a mi prima Miriam en un despiste… hicimos una entrada triunfal en la recepción… y, diez segundos después, estábamos liándola en el ascensor… a qué piso váis, nos preguntó un chico muy guapo que ya había pulsado la cuarta planta… a la misma que tú, contestó mi prima María… te estamos siguiendo, dijo con mucho cachondeo…

Mientras fumaba en mi habitación de no fumadores con la ventana abierta, tan sólo podía respirar profundo… bajo mis ojos, las vías del tren… una estampa que, en ese momento, me pareció maravillosa… nos ha tocado la habitación de los suicidas, les dije… ellas ya estaban metidas en la cama, pero yo necesitaba ese momento para mí… cómo me gusta esta ciudad, pensé en voz alta mientras no quitaba la vista de las luces que iluminaban la oscuridad de Oviedo… te estoy oyendo pensar, me dijo mi prima María… sí, no lo puedo evitar… estoy enamorada de Asturias desde la primera vez que vine hace muchos años ya a casa de una de esas amigas del alma que llevas siempre en el bolsillo contigo… esta tierra es más que muchos recuerdos y grandes dosis de pasado, pensé… quizás, simplemente, es un buen lugar para poner el contador a cero y volver a empezar…

Me metí en las impolutas sábanas blancas del hotel pensando en ello… pensando en subir y bajar las cuestas de esta ciudad… pensando que, si viviera aquí, el Naranco sería uno de mis sitios para escaparme… para respirar… para no pensar en nada o, quizás, pensar en todo… en alguna parte de esta ciudad he dejado un pedacito de mí… demasiados pedacitos Fátima, me reí para mis adentros… si me sigo desperdigando, al final, no seré de ninguna parte… me reí… tampoco tengo por qué tener origen, pensé... tan sólo destino...

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