domingo, 28 de diciembre de 2008

Acompáñame al país de Nunca Jamás

Le dijo el hada desde el otro lado del mundo… ven conmigo, hasta siempre o hasta nunca… acompáñame… quizás para volar, no necesitas abrir las alas… tan sólo volver a cogerme de la mano… agarrarte a mí para saltar, no necesitas mirar cuántos metros te separan del suelo… da vértigo, lo sé… pero confía en mí… el hada preparó la maleta del alma con las cosas básicas… calor, ternura… algo de frío… una pizca de rabia… grandes dosis de indiferencia… el equipaje estaba preparado, sólo faltaba echarle el cierre y esconder la maleta al fondo del armario… para no volver a abrirla nunca, quizás… para dejar escapar todo eso cuando llegara el momento…

Mirando la distancia con el suelo, ella misma sintió vértigo… tantos metros… tantas palabras… tanto de todo… ¿para qué?... quizás para nada, se dijo… quizás para todo, se repitió… las cosas que pasan en la vida son duales… podemos verlas siempre en toda su realidad o, sin embargo, mirarlas con las lentes del optimismo… el salto era definitivo… volaría, lo sabía… pero los primeros metros del recorrido serían complicados… sin embargo, los superó… igual que tantas otras cosas… igual que tantos otros momentos… se dio cuenta de que había levantado el vuelo sin agarrarle de la mano… le había dejado en esa ventana enmudecido… silente… sin saber si mirar al cielo para verla a ella o al suelo para no ver nada… la oscuridad envolvía la luz de la ciudad… el hada se mantenía brillante en el cielo… aunque no lo veas, le gritó desde la noche, siempre seré… tan sólo tienes que aprender a mirar…

Nunca Jamás estaba lejos de aquélla casa… de aquél mundo en espiral construido para encontrar y que, sin embargo, sólo había servido hasta entonces para perder… el hada sabía que aquello era, tan sólo, el comienzo del camino… lloró, no sabía si de melancolía o de dolor… pero sí sintió la fuerza para seguir volando en ese llanto… en cada lágrima… en cada uno de los suspiros que salieron de su boca en aquél vuelo… puedo hacerlo, se repetía… demasiados adverbios, demasiados adjetivos… sobraba tanta gramática…

Voló, y en su vuelo encontró otras manos que sí querían acompañarla… manos que se agarraban a su muñeca recordándole que, pese a la oscuridad del vuelo, Nunca Jamás esperaba al final de la travesía… respiró hondo, y sintió paz… desde la ventana, los ojos seguían su vuelo… la observaban desde la oscuridad… y cuando los ojos perdieron su vuelo, comenzó la tormenta… quizás la más oscura de todas… una cortina de agua invadió su noche… con el estruendo del agua reventando contra el suelo… con la extraña sensación de que nunca iba a parar…

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