lunes, 29 de diciembre de 2008

Soñé...

Con una nueva luna… distinta… completamente roja… con su luz entrando por la ventana…
Con esa almohada que latía bajo mi oreja… el tacto de una piel reconocible… reconocida… extrañamente conocida…
Con el calor… el olor de la madrugada… el de recién acostado… con el exceso de ropa… el defecto de frío…

Soñé con el perfume de Nenuco… la constante postura de unas manos… con el apoyo de mi cabeza sobre un hombro… hasta que el sueño me vencía…
Con la conversación siempre previa al momento de dormir… con la radio encendida… comentando las noticias deportivas… como cada noche, como tantas noches…
Con ese abrazo que inmovilizaba… con los susurros al dormir… las palabras que se dicen cuando uno cree que nadie escucha…

Soñé con una noche cualquiera… de esas habituales… de esas que son parte de la rutina… con ocupar el lado contrario… con pasar hacia él desde el opuesto de la cama… con los ronquidos… los suspiros… los saltos en mitad de la noche… los partidos imaginarios…

Soñé con mirar… observar… mientras ese otro rincón del mundo se entregaba a los brazos de Morfeo… con esa absurda fragilidad aparente… con la necesidad de proteger… con esa almohada partida para poder dormir… con el buenas noches… el hasta mañana… con el mismo ritual tantas veces repetido… mecánico… inherente a entonces… parte de un engranaje…

Y soñé… y al despertar descubrí que los sueños a veces son traicioneros… que no son más que un refrito de un pasado rancio… y que, sobre todo, son el preludio de sueños nuevos…

Hacía tanto tiempo que no recordaba soñar por las noches…

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