sábado, 13 de diciembre de 2008

Crónica de un viernes por la noche

Un viernes por la tarde en Madrid cuenta con múltiples posibilidades… por una parte, ir a un concierto la mar de apetecible… por otra el estreno de una película con la promesa de conocer a un tal Pedro que ha cautivado la vida de una amiga… he de reconocer que esta tarde he puesto en práctica mi primera dosis de egoísmo… lo he sido y no me da ni pizca de vergüenza reconocerlo… esta noche, lo que más me apetecía, era sin duda alguna la oferta de la decoración navideña… y así hice, ir donde me pedía el corazón… uno de mis rincones favoritos de Madrid… la casa de Irene y Marcos…

Cruzar el umbral es sentirte en casa, a salvo… por mí y por todos mis compañeros! Las primeras sonrisas… y de golpe, la más importante… esa pequeña Paula que me ha despertado un instinto hasta ahora desconocido para mí… la miro y me sonríe… me abraza… por algún motivo, me siento tan a gusto cuando lo hace, cuando me mira con esa cara de felicidad… su olor me hace sentir calor… huele a inocencia, a sonrisas… a dientes que duelen al nacer… a una tarde juntas que me encantó… a unas peculiares carreras enganchada a su cochecito de Pocoyo… me roba los pendientes, se los pone de pulseras… la miro y deseo que a los 16 me pida que la lleve al Rastro, no puedo evitarlo… me encantaría…

Mientras ella se duerme, la puerta se cierra para dar paso a una burbuja vital que me encanta… el mundo de los mayores, ese que se fragua siempre en la cocina… de los adultos… un mundo que, para mí, se mira desde la esquina del mueble que hace las veces de mesa… subida en mi taburete, Irene siempre está frente a mí… Marcos a mi lado… y comienza a hacer efecto en mí la mejor de las drogas… ni Prozac ni Lexatin, no nos equivoquemos… es una que me tranquiliza y me permite soñar… una que me deja ver la vida con más claridad… que me permite gozar de un privilegio único… sentir calor… el de dos personas que me regalan su tiempo, sus palabras duras y sus sonrisas…

Comenzamos contándonos nuestras vidas… hablando de trabajo… de la niña… repasamos la mía… mi montaña rusa… Marcos me mira y, sin conocerme tan a fondo, le pone título a mi enfermedad… es curioso cómo me ha tocado el corazón una persona que apareció en mi vida hace poco y parece llevar en ella desde siempre… el día que descubrí del todo cómo era la persona que no esconde entendí que no había mejor boleto de lotería para mi amiga de siempre… aceitunas, calimotxo… un kebab a domicilio… y mientras Marcos y yo compartimos humo, destripamos las miserias del mundo… educación, política… lo importante que es el respeto… su amplio abanico de posibilidades y, sobre todo, el dolor de su ausencia… repasamos en qué se basa la amistad… dónde nacen esa familia elegida que son los amigos… Irene y yo volvemos a los 10 años… al olor de las papelerías, al deseo irrefrenable de llevártelo todo… ahí es donde me doy cuenta de que seguimos conservando algo de la inocencia que nos unió hace ya 26 años… y que, pese a ser tan sumamente distintas, nos parecemos en tantas cosas… torturo a Irene con el futuro del mundo por no cerrar el grifo… los ojos de Marcos enrojecen… mira a Irene, habla con ella y me doy cuenta de que, cuando están juntos, el resto del mundo no existe… Marcos le pide un beso, se abrazan… les miro y suspiro… algo bueno sigue existiendo en el mundo… y puedo verlo… veo que, pese a ser dos mundos, han sabido entenderse… respetarse… compartirlo… y contarte sus broncas descoronados de la risa…

La noche avanza… no me movería jamás de ese rincón del Planeta… compartiendo mi noche de viernes con una familia que es como mía… Marcos me da dos besos, Irene y yo como siempre nos abrazamos… y salgo de allí con el cosquilleo de la felicidad… me da lo mismo el frío de la calle… me subo al coche y enchufo a Sergio Dalma… sí, increíble en mí… pero he descubierto una canción de esas que te pegan un subidón de ánimo… cuando estoy entrando en la Castellana, constato el frenesí de la noche de Madrid… pero yo sigo en mi burbuja… en el siguiente semáforo, mi cabeza vuela hasta otra familia mucho más lejana… con los pies en el mar y ese neón navideño de puticlub en el balcón… Mayte y Pablo con esa pequeña Claudia que viene, eso sí, calzada desde antes de nacer por Converse –si yo no regalo unas Converse a un bebé, quién lo va a hacer?-… recuerdo a Mayte con su jersey rosa y su cara de alegría… y sonrío…

Cositas así… recuerdos… palabras… charlas… risas… son las que hacen de una noche de viernes algo especial… único… irrepetible…

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