sábado, 3 de enero de 2009

Amortiguando soledades de una madrugada

La cosa empezó de la manera más tonta… estar en casa, con tus padres, implica un cierto recogimiento… más después del festival vivido en Nochevieja… y todavía más cuando vienes poco a casa y, tal y como pintan las cosas, quizás estés bastante tiempo sin venir… el caso es que opté por quedarme en casa, ver a mi hermana jugar a la Wii y aprovechar para mirar mi correo… nada más entrar en Gmail, una de mis amigas de siempre estaba conectada… esperaba la aparición del señor de la ventana de al lado entre cafés irlandeses made in home… yo me reía desde este lado de la pantalla mientras comprobaba lo peculiar que es la vida… cómo algo tan simple como un ordenador puede hacerte compañía un viernes por la noche…

Sin embargo, la noche avanzó… y mientras el señor de la ventana de al lado se marchaba de copas, mi amiga comenzó con su propia sesión de bar sin salir del salón de su casa… como pasa sólo en algunas ocasiones en las que la vida pesa demasiado, lo que había de ser un pedo divertido se convirtió en un mal rato… en plantearse una vida completa… en mirar de frente a la soledad… al silencio de un teléfono que no suena… a esos planes que no surgen… a esos hombres que no llegan o que se van… mi amiga me relataba su desesperación y su llanto a través de líneas de un chat… podía sentir lo que estaba pasando… podía entender que el Barceló no es un buen compañero en madrugadas en las que parece que el alma pesa demasiado… en las que el desengaño, la desilusión y el vacío parecen colarse en cada gesto… en cada pequeña cosa… el Winamp de mi amiga no podía elegir música más triste… y yo mientras leía su dolor a través de una pantalla… a sabiendas de que vivir esos trances en soledad es jodido… pero que, a la vez, es necesario… a veces llorar nos permite liberarnos… soltar lastre… volver a reinventar al día siguiente con el clavo en la cabeza y esa melancolía que te deja el cuerpo deshecho… quizás lo peor de esas noches en las que el mundo se te viene encima no sean las madrugadas, sino los amaneceres…

Empecé a pensar en lo curioso de esta sociedad… en el vacío… en esta generación perdida que somos a caballo entre la desilusión y el no compromiso… vivimos, sí, pero a veces lo hacemos conformándonos con lo puesto… y eso nos demuestra que la soledad forma parte del decorado de nuestras vidas… podemos entenderla bien o mal, eso está claro… a veces es una aliada, a veces una enemiga… pero en cualquier caso es un trance que nos permite desahogar el peso del corazón… a veces hay cosas que no podemos contar, que necesitamos simplemente callar… y, al hacerlo, estos secretos nos recuerdan que estamos vivos… a veces hay que hundirse para salir a flote… a veces necesitamos una dosis de amargura para volver a colocar la escala vital de valores… a veces, simplemente, extrañamos alguien con quien charlar más allá de una pantalla… alguien que nos acompañe en estos extraños trances del corazón que, muchas veces, no comprendemos…

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