sábado, 10 de enero de 2009

Volver a Barcelona

Ayer volví a Barcelona… a una ciudad que me gusta desde siempre… por ese mar que no hueles pero que está… por esa Plaza Catalunya… la Rambla… el Gótico… por el ambiente… los recuerdos… su olor a ciudad europea… su plaza del Sol… muchas aventuras, momentos… parece mentira, pero es así… sin ser mi ciudad ha sido testigo de muchas cosas… noches divertidas a veces, otras no tanto… pero con algo en común… todas han sido distintas a las demás…

Volví a Barcelona sóla… me maravilló ver más bicicletas circulando que la última vez… creí que, en mi anterior visita –por curro, distinta a esta-, no vería más bicis, ¡imposible!... por lo visto, nada lo es… ya anochecía y tan sólo a dos pasos tenía el hostal… calle Tallers… una de esas calles con encanto, estrecha… comercial… bulliciosa…

Volví a Barcelona acompañada de un amigo de esos que guardas en el bolsillo del corazón… con el amor de su vida, su perra Wanda… con nuestras risas sin motivo y por todo… es curioso, nuestras vidas son un auténtico desastre pero, cuando estamos juntos, nos provocan descojonarnos mutuamente… pequeños paréntesis vitales que te permiten alimentar el alma… y en los que cualquier cosa puede suceder… desde una pareja de guiris desorientados y atacados, hasta el momento más absurdo de todos sacando pasta de un cajero… los refuerzos llegaron… ya éramos tres, un buen número para esa noche fresquita que olía a buen rollo y reencuentro… copas, cigarros, conversaciones…
Entramos en un sitio en la Plaza Reial… me encanta esa plaza… es una extraña amalgama dentro de esa ciudad que, por las noches, tiene una luz diferente… bajamos las escaleras del garito y nos dejamos llevar por la música… la conversación con gente desconocida… cocidos, charlatanes, risueños… mira, me atrevería a decir incluso que felices en ese momento… mi gran amigo se sujetaba con la esquina de la barra… su amigo y yo hablábamos del pasado… los recuerdos… las preguntas… y, sobre todo, las respuestas… se estaba poniendo nervioso… se lo dije… me llamó creída, luego me llamó cabrona… lo soy, le contesté… o, simplemente, tengo algo de bruja…

Cuando la barra ya no podía sujetar más a mi amigo, optamos por emprender la vuelta a casa… él en el metro, su amigo y yo volvíamos a pie… las despedidas son sin duda esos dulces momentos que, en este caso, duró media hora… esos momentos en los que se hacen preguntas inoportunas que tú contestas inoportunamente también… esos en los que, de alguna manera, sientes que la noche es un escenario perfecto para momentos así… para hablar sin hacerlo… para decir sin utilizar más palabras… pequeños momentos que te permiten cerrar la puerta de tu habitación satisfecha… con una media sonrisa de victoria… con el extraño sabor de haber zanjado de alguna manera heridas pendientes…

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