martes, 27 de enero de 2009

Entre la mina y el cielo

Tocaba madrugar, la excursión lo merecía… siguiendo los consejos de otros viajeros españoles, tenía que ir a conocer lo que llaman las Salinas… una amiga de mi tía, Carolina, se une al plan… es una señora encantadora… Don Cris nos espera con el coche preparado… la dirección es un pueblo llamado Zipaquirá, a unos 30 kilómetros de Bogotá… cuando salimos del garaje, me quiero morir del sol tan maravilloso que hace… pica… mi piel blanca, un plus de belleza por estos lares, está preparada para el momentazo… me he bañado en crema antes de salir por si las moscas… a medida que dejamos atrás Bogotá, reconozco la carretera… es la misma de Chía, nos adentramos en la sabana… a mi alrededor, pastos con vacas… terneros… coño, por un momento pienso en Acevedo… a más de 8000 kilómetros de distancia y me acabo de dar cuenta que echo de menos pegarme una de esas escapadas mías…

Cuando llegamos al pueblo, descubro que es el típico que vemos en Europa en cualquier documental… vuelvo a parecer un japonés, cámara en mano, sacando fotos… tiendas de artesanía, niños corriendo por las aceras, coches del año de Maricastaña… tengo que reconocer que me gusta este extraño sabor a viejo nuevo… mi tía me explica que bajo ese manto verde de eucaliptos que veo a mi alrededor, hay una enorme salina… el coche comienza a subir por la cuesta hacia las salinas… aquí todo es en cuesta, sí… la mitad de esta demografía vive colgada de un risco, como las cabras… pero no queda otra… Bogotá está completamente rodeada de montañas… compramos la entrada y me veo en la puerta de una mina… tal cual… la maravilla de esta visita es que alguien –no sé qué extraña conexión neuronal te tiene que pegar en la cabeza para que se te ocurra algo así- consideró que era una idea bomba construir una catedral dentro de una mina… al llegar a la boca, noto ese aire fresquito y húmedo… pasamos por el torno, me hacen pasar por el de niños… lógico, soy la más joven de la excursión… nuestro guía, un chico muy guapo con un puntito de sangre precolombina corriéndole por las venas, nos explica que el techo de la entrada está recubierto de madera para darle solidez… las paredes son una pura mancha blanca… es sal, la tierra la escupe… el guía dice que podemos chupar… yo me descojono recordando a las vacas de Acevedo y opto por imitarlas…

En el primer nivel nos recomiendan que no hagamos fotos… está completamente magnetizado y consume la batería a la velocidad del rayo… aquello es un entramado de túneles oscuros en los que, de una manera o de otra, se han ido tallando en las paredes y aprovechando las piedras diferentes momentos de un rosario… llegamos a la cúpula, iluminada con luz morada… me parece estar viendo la luna, es una maravilla… el guía nos explica, al llegar a una pila bautismal excavada en la pared, que el agua por su alta concentración en sal es tan densa que si nos metiéramos flotaríamos… coño, pienso, de coña… no me deja meterme, no lo consigo… pese a que el guía va vestido de minero, aquello no deja de ser una iglesia… en otra zona, comienza a explicarnos que lo que vemos que brilla en las paredes es pirita… el “oro de los tontos”, lo llama… y alude a que en épocas de la conquista española –ya me veo venir la historia- los indígenas creían que era oro y se lo aceptaban a los españoles a cambio de cosas mucho más valiosas… mijito, dice mi tía con ese garbo que la caracteriza, tenga cuidado con lo que dice que aquí tenemos una española… todo el mundo se ríe, él se pone colorado… a mí me da por cantar el soy minero para hacer patria… me descojono…

En el segundo nivel, directamente flipo… la mina se ha excavado con la misma estructura que una catedral gótica… con una nave central y dos más pequeños a los lados… tiene capacidad para 5500 personas y tan sólo una vez se ha llenado… incluso hacen conciertos, flipo más todavía… el guía, que no tendrá más de 25 años, comienza a charlar conmigo… me pregunta que si es mi primera visita, que si me está gustando Bogotá… sonríe y se le ilumina la cara… dice que le gustaría conocer España… avanzamos por esos túneles… huele a azufre… me cuenta que la mina sigue funcionando, pero que únicamente por las noches… bromea sobre un posible derrumbe, estamos 200 metros por debajo de la tierra… le pregunto por el nombre del pueblo… me dice que proviene de la lengua indígena y que significa “la diosa del jefe”… me gusta la traducción… kilómetro y medio después de recorrido, se despide… mi tía le da 20.000 pesos, él me sonríe… que la pase bien en nuestro país señora, me dice, espero volver a verla…

Volvemos a casa… descubro que he empezado a coger color… acompaño a mi tía a comprar el uniforme del colegio de Nico… cuando sale del portal, se me tira para que le coja en brazos… me encanta este ratón, menos mal que sólo pesa 24 kilos pese a tener 10 años… después de desnudarle 20 veces para probarle otras tantas cosas, Don Cris nos espera en el coche… al subirme, vuelvo a mirar al cielo… qué espectáculo… de lado a lado, se suceden los colores… negro, rojo, naranja, rosa y azul… me da la sensación de que el cielo aquí es más amplio… claro mijita, me dice mi tía, estamos a un puro pasico del Ecuador y la bóveda celeste es más grande… sólo puedo alucinar… es un auténtico espectáculo a 3000 metros de altura…

Al entrar en casa, Margarita nos informa de que han puesto una bomba en la 82… decido irme con mi primo Carlos a descubrir la noche de Bogotá… la ciudad está llena de gente pese a ser madrugada de un día entre semana… si la DGT estuviera aquí, se iba a poner morada… no paramos en un puto semáforo… giramos donde no se puede… Carlos me comenta que, en Bogotá, de noche es mejor no parar en ningún semáforo… tengo que confesar que de golpe sentí emocionante la aventura… el hecho de andar como dos desquiciados sobre el asfalto… sin respetar nada, contemplando la extraña vida que se vive en esta ciudad cuando cae la noche…

Desvelada, me fumo un cigarro pegada a esa ventana de la cocina que ya tiene mi nombre… estoy fumando poco, la verdad, pero hoy ha sido intenso… mientras pensaba en ese cielo, en que estoy en mitad del mundo, apenas un ruido en la calle… eso sí, descubrí que los gatos en celo maúllan igual a ambos lados del Atlántico…

No hay comentarios: