jueves, 29 de enero de 2009

Fiebre amarilla, secretos y duras realidades

Desperté un poco más tarde de la cuenta… sí, a las 9.30… para cuando decido sumarme al desayuno, mis tíos ya han terminado… Margarita me ha preparado mi tinto, mi vaso de agua y hasta el cenicero… no sé cómo hacer para que me deje sacar una botella de agua mineral de la nevera, la tía se niega… es mi trabajo niña Fátima, si no ¿qué voy a hacer?… no me la imagino sin el gorro que lleva cubriéndole el pelo… le pido disculpas por la charla prolongada de la noche anterior, su habitación da a la cocina… muy orgullosa, me la enseña… me dice que mi tía, incluso, le regaló una tele para su habitación… tiene sobre la cama un muñeco… a sus 47 años –edad que no aparenta- me enseña encantada que el simil de bebé cierra los ojos, los abre, llora si le aprietas en un pie y dice papá o mamá según dónde se te ocurra tocarle… cometo el fatídico error de preguntarle si ella tiene niños… no niña Fátima, me contesta… me violaron con 7 años, y ya de mayor decidí que nunca traería un niño a este mundo para sufrir… un escalofrío me recorre la espalda… le pido disculpas por haber sido tan indiscreta… me cuenta su historia… la violaron, sí… en un país machista, en un país en el que eso no podía denunciarse porque corría el riesgo de que le echaran de su casa… ella es del Llano, una zona rural relativamente próxima a Bogotá… me dice que, hasta que no cumplió los 18 años, no sabía qué era lo que le habían hecho esos hombres cuando era chiquita… hombres, plural... me aterro más todavía... la miro, me lo cuenta entre avergonzada y aliviada… la realidad es mucho más dura de lo que imaginaba… ella me sonríe… estoy bien, me dice, eso ya pasó…

Mi tía entra en la cocina, me está gestionando el billete para irme a Panamá… me tengo que poner la vacuna de la fiebre amarilla… flipo… eso existe todavía??… si no, me dice mi tía muy seria, no la dejan entrar al país… hablamos de ir a Cartagena de Indias también coincidiendo con su cumpleaños… pues menos mal que no me gusta volar, pienso… me voy a meter una jupa de colores en estos días… pero merece la pena… nos tomamos la mañana con calma… mi tío se ha ido a la peluquería y aprovechamos para hablar… de todo… de las decepciones, de las cosas de la vida… de los dolores que uno guarda, de su cáncer… de los problemas con mis primos… de esa pizca de tristeza que tiene de vez en cuando pese a ser tan positiva… me doy cuenta de lo mucho que nos parecemos… de sus ganas de vivir… me gusta su risa… llamamos a mi hermana, es su cumpleaños… me dice que lee este micromundo cada noche, que se emociona con mis historias… la echo de menos, no sé por qué, pero me gustaría estar viviendo esta aventura con ella… en otro momento, me digo, seguro que lo habrá… mientras mi tía se cambia, yo vuelvo a la cocina… me encanta esta cocina… le doy a Don Cris y a Weimar –el otro chófer de la casa- mi detalle traído de España… un paquete de jamón y un pan de Cádiz –dichoso pan-… su cara se transforma en felicidad… no saben cómo agradecérmelo… es curioso, pienso, algo tan normal para ellos es una fiesta… se lo comento a mi tía y me cuenta la historia de Weimar… era uno de los albañiles de la casa que se construyeron en Cota, en las afueras de Bogotá, hace algunos años… ayudaba a mi tía con el jardín y ella decidió pagarle la licencia de conducir… era tan querido –encantador aquí-, me dice, que había que darle una oportunidad… la miro… ella, en cierta manera, se siente de la calle…


Después de comer, nos vamos las dos con Don Cris a que me inyecten bichitos extraños en el brazo… el puesto de la Cruz Roja –que es dónde se dispensan estas vacunas raras- está en la entrada de uno de los centros comerciales más selectos y antiguos de Bogotá… la vacuna es gratuita para los colombianos, a mí me toca pagar 22.000 pesos… me hacen la ficha y la cartilla de vacunación… me advierten que no me la pueden poner si creo que puedo estar embarazada… les digo al borde la carcajada que no se preocupen, que a menos que me haya inseminado el espíritu santo y sea la próxima virgen María no hay problema… Cristóbal se descojona… me dicen que tampoco puedo preñarme en los próximos 3 meses… tranquila, le digo, creo que ni en los próximos tres años… me hacen pasar a la parte de atrás de la casetilla… mientras me explica las contraindicaciones, la duración de la vacuna y demás me sonríe... discúlpeme señora, me dice, pero qué ojos y qué piel tan linda tiene... los tuyos sí que son bonitos... no friegue, me dice... un equivalente a "no jodas" en fino... los suyos tienen mucha vida... entre cumplidos y sin sentir siquiera la aguja en el brazo, esa colombiana tan bonita ya me ha inoculado los bichitos… se va al Amazonas, señora?, me pregunta… no, a Panamá… se le iluminan los ojos y me cuenta que su hermana vive allí, que “hace rato” que no la ve y que disfrute de Colombia…


Después de pasear por Unicentro, volvemos al coche con Don Cris -los niños le llaman así, y a mí me mata de la risa... calculo que de mí se pueden sacar 3 Cristóbal-… mientras echamos gasolina, mi tía le manda comprar tres panes de yuca… calentitos, crujientes por fuera y tiernos por dentro… no sabría explicar el sabor, pero estaba riquísimo… Cristóbal come el suyo mientras conduce de camino a Jacques, un bistrot francés que parece sacado de la época de Versalles… Edite Piaf pega alaridos por los altavoces mientras elegimos qué pan llevar a casa… la encargada saluda a mi tía, dice que ya la echaba de menos… mientras yo flipo con la decoración… entre la lámpara de araña y la cantidad de dorados de las paredes no sé con qué quedarme… al salir, un vendedor ambulante de fruta espera en la puerta… qué hubo señora Adelita, cómo está usted… flipo más, hasta él la conoce… le enseña las picotas, nos las da a probar… hoy no mijito, le dice, ayer ya compré… le pregunta que dónde está ubicado para comprarle otro día… el tipo se hace el remolón y agarra su cesto de frutas… bueno “heñora”, la espero otro día…


Hablo con mi padre largo y tendido... qué ganas de charlar, de contarle impresiones, de confesarle pequeñas preocupaciones... cenamos y me siento a fumar un cigarro en la cocina… Margarita está acabando de recoger la cena… imposible, no me deja ayudarla… me informa de que me ha dejado un cuenco de picotas en la mesilla, “por si de pronto se me antojan”, y una botella de agua… fuma a "escondidas" de mi tía, “uno cada ocho días solo niña Fátima”… le ofrezco un cigarro, lo rechaza y se sienta a charlar conmigo… me pregunta por ese hombre de la foto… le digo, simplemente, que ya no está… me cuenta su historia de amor y desamor con un hombre 17 años más joven que ella… de lo mucho que sufrió, de lo mal que lo pasó… de las infidelidades, las llamadas todavía tres años después, de lo bien que está sóla… ahora he podido recuperarme yo, me dice, ahora ya no tengo que pensar en nadie… yo se lo di todo, niña Fátima… y no merecía que me tratara así… eres sabia Margarita, le digo… ella se sonroja y se ríe… ay niña Fátima… seguimos charlando, se ríe conmigo y con todos los tacos que soy capaz de soltar… me regala un cigarro?, me dice… creo que le está gustando la charla tanto como a mí… decidimos que ya es hora de irse a dormir… ella se levanta a las 5 para prepararle a mi primo el desayuno… ella es así…


Sigo mirando por esta ventana de este piso 11… veo las luces, la ciudad… y pienso en cuántas historias esconderá como la de Margarita… cuántas como la de Weimar… cuántas como la de mi tía con ese corazón que dice que a los hijos hay que ayudarles a volar y a la gente hay que darle siempre una oportunidad… aquí los problemas, los dolores, son reales… duelen de verdad… te marcan para siempre… y, lo que es todavía más increíble, todavía eres capaz no sólo de vivir con ellos sino, además, de contarlos con una sonrisa… una como la de Margarita… pese a todo…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Neni, me encanta! Dile a Margarita que me acabo de hacer fan de ella!

Un besito Norteño niña Fatima!;-)